«No hagas esto más difícil de lo necesario, chico». Con dos agentes de policía de Nuevo México acercándose, la advertencia era más real de lo que suele parecer en las películas. Pero con 13 años, eufórico por una potente dosis de metanfetamina y deseando que su vida terminase, Trent Vecchiarino no iba a echarse atrás.
En pocos segundos, el joven golpeó en la cara a uno de los agentes, le robó la pistola y le apuntó con el dedo rozando el gatillo.
Con toda probabilidad, el que podría ser protagonista en la vida real de Memorias de Queens o Trainspotting no imaginaba que ocho años más tarde esperaría con ansias a ser recibido en la Iglesia. Lo único que pronto sabría con certeza era que pasaría los dos siguientes años entre rejas, como el más joven de su prisión.
La historia de Trent comienza 21 años atrás.
Su primer recuerdo es de los 3 años, cuando iba a recoger a uno de los novios de su madre, ensangrentado tras una pelea con otros borrachos. «Recuerdo ayudar a limpiarle la sangre con agua y un trapo«, relata el joven de Rhode Island a Detroit Catholic.
Segundos después comenzó una nueva discusión entre su madre y el herido, mientras Trent deslizaba su autobús de juguete sobre la sangre.
Aquel hombre era solo «un novio más» en «un destino más» de una vida itinerante, cambiando de casa en casa entre desahucio y desahucio.
«Si Dios era real, no nos gustaba»
El entorno no era especialmente proclive para desarrollar una percepción adecuada de la familia, la paternidad e incluso la religión.
«Mi madre me decía que si Dios era real, no nos gustaba por cómo permitía que sufriésemos», recuerda.
Con todo, conserva algún recuerdo de su «abuelastra» llevándole a misa. Incluso admite que una vez, al ser bendecido en la fila para comulgar, quiso recibir la sagrada forma. Pero recuerdos como ese son una clara excepción en su vida.
Su día a día era muy distinto. Con ocho años ya logró movilizar a varios helicópteros policiales en su búsqueda tras escaparse del colegio para divertirse. Con once, Trent y uno de sus hermanastros pactaron un suicidio simultáneo e ingirieron un frasco entero de pastillas, viéndose frustrados por un lavado de estómago.
12 años: tiroteado, con metanfetamina y «odiando la vida»
A la misma edad comenzó a fumar y con 12 ya era un consumidor habitual de marihuana involucrado en los primeros coletazos de delincuencia juvenil. El primer tiroteo en el que se vio involucrado fue precisamente a los doce, cuando intentó conseguir hongos de psilocibina -setas alucinógenas- y fue tiroteado. Su precaria intervención fue otro de los muchos ingredientes relatados hasta la saciedad por Hollywood: vodka en el orificio de entrada, un buen trago y el sonido de la bala chocando con las pinzas. «Solo ha sido un rasguño, me caí de la bici«, le dijo a su madre.
Su siguiente casa no parecía ofrecer una novedad en su vida. «Llamábamos a la zona donde vivíamos `el Valle de la muerte´ por los tiroteos entre pandillas cada semana, también la tierra de los zombis por la cantidad de drogadictos en las calles», comenta.
De entre todos los tatuajes que cubren el cuerpo de Vecchiarino, las tres cruces de su cuello son especiales: representan a tres amigos cercanos que han muerto trágicamente. Uno fue asesinado por la violencia de las pandillas, otro murió a los 13 años de cáncer y el último fue atropellado (Fotos de David Ferrell | Especial para Detroit Catholic).
En cuestión de días, Trent ya había parado por casas de narcotraficantes a por pedidos de marihuana, comenzó a consumir metanfetamina y a canalizar su ira autolesionándose, como «una forma de expresar la rabia, el odio a mí mismo y el odio a la vida«.
Las autoridades respondieron a su tendencia internándole en un correccional y Trent «subió la apuesta» fugándose días después.
Revolucionando los centros de internamiento
Si le quedaba algo de inocencia, lo perdió nada más escaparse, tras hacer autostop hasta un ruinoso hotel de East Mesa (Arizona). Nada más llegar, un hombre les ofreció metanfetamina a cambio de ayuda para dar con una prostituta. Tardaron segundos en hallar tanto la droga como a la mujer, eufóricos por la «montaña de metanfetamina» que se formó en una de las camas del hotel.
Trent pasó los siguientes treinta días con sus compañeros en aquella habitación, descubriendo drogas duras intravenosas y perdiendo la virginidad con solo 12 años. «Me quitaron la inocencia», constata el joven.
Abusado en múltiples sentidos por aquella prostituta, Trent volvió a su casa completamente adicto.
«Recuerdo estar acostado durante semana y media seguida, temblando violentamente durante horas. Cada articulación de mi cuerpo temblaba. Todo el tiempo estaba alucinando, viendo demonios y escorpiones intentando atacarme»; relata.
La desintoxicación no duró. Días después de su regreso a casa, el joven estaba retomando el consumo de drogas. También los intentos de suicidio, sin que ninguno llegase a término.
Entre cuatro nuevas tentativas, Trent fue internado en centros de rehabilitación que, lejos de reformar su atribulado interior, se convertían en la ocasión perfecta para desatar peleas y altercados.
«Al límite: hay que saber ser violento»
Pero la noche del 3 de febrero de 2016 no tendría la misma suerte. Recién «puesto» de metanfetamina, volvió arrastrándose a su casa y comenzó una fuerte discusión con su madre, huyendo después de que esta llamase a la policía.
Minutos después, dos policías trataron de acercarse al joven.
«No hagas esto más difícil de lo necesario»; le dijo el agente mientras se acercaba.
Vecchiarino respondió partiendo la cara al policía, que intentó derribarle cuando quedó paralizado al ver al joven apuntándole con su arma. Con el dedo en el gatillo, un fugaz forcejeo acabó con el joven esposado y detenido, a la espera de juicio. La sentencia a dos años de prisión por agresión, intimidación y amenaza a un policía convertía a Vecchiarino en el recluso más joven de la prisión de Adobe Mountain, con solo 14 años.
Pronto aprendió que «la cultura carcelaria se basa en el respeto». «Si tienes faltas de respeto puedes tener serios problemas. Y hay que saber ser violento cuando es necesario. Siempre estás al límite», comenta el joven.
La Biblia, solo una almohada
Durante su internamiento, Vecchiarino iba a clase a una escuela para presos anexa a la prisión, jugaba al baloncesto y se comunicaba con sus «vecinos» de celda a través de los conductos de ventilación. Por el momento, su único contacto con la religión se limitaba a una Biblia de la celda que usaba como almohada. No quería saber más al respecto.
Mientras, el joven conoció a Larkin, un preso algo más veterano que cumplía siete años por robo a mano armada.
Pronto llegaron a «ser hermanos». Lo primero que le enseñó fue a defenderse en prisión, lo que no tardó en suceder: cuando un interno de mayor estatura le amenazó, este respondió rompiéndole los dientes. Los altos niveles de violencia se convirtieron en la norma.
Trent tenía acceso a una Biblia en su celda de prisión, pero no tenía interés en leerla. Con todo, las Escrituras nunca estaban lejos, ya que en su celda hacían las veces de su almohada. Hoy son su sustento espiritual (Fotos de David Ferrell | Detroit Catholic).
«Vi a un tipo apuñalar a otro solo por dos galletas. Personalmente, sé cómo el mal puede vencer completamente a un humano… Yo era un monstruo. No tenía sentimientos ni remordimientos hacia los demás. Era demoníaco y me alegro de estar libre de eso ahora», comenta.
«No soy cristiano. Prefiero adorar al diablo»
Al decir «demoníaco» no lo hace de forma metafórica. La defensa personal no fue lo único que aprendió de su nuevo amigo, también wiccano y aficionado a la invocación de demonios como seres «protectores». Al poco tiempo de seguir sus enseñanzas, admite que él mismo empezaría a ver los demonios.
En ese clima, Trent tampoco era ajeno a las visitas y sesiones religiosas que se daban en prisión. No era el único que conocía la limonada de los católicos y las galletas de los pentecostales. Aquellos dulces y sobre todo, el tiempo fuera de la celda le llevarían a frecuentar aquellos grupos, pero en un principio escéptico y visiblemente hostil.
«No soy cristiano. Soy wiccano y prefiero adorar al diablo«, le respondió a una voluntaria católica que trataba de darle conversación.
Pero en un servicio, el joven fue invitado a arrepentirse y rezar ante el altar. Aquel día fue el primero en su vida que sintió un profundo dolor por el daño que había causado. Un cambio aparentemente instantáneo fue mostrándose en el joven, que ya no peleaba o descargaba con otros su ira, sino que disfrutaba de la paz y el silencio en el interior de su celda.
Pero su tiempo en prisión terminó.
¿Qué significa ser católico?
Al salir era mayo de 2019, aún era menor de edad, con la vida rota y cerca de 50 amigos habían muerto de forma trágica. Su primera respuesta a la libertad fue dedicarla a trabajar para ayudar a pagar facturas a su madre y financiar su propio alcoholismo, por entonces «fuera de control».
Si algo de su vida se acercaba a la normalidad, esto era su gusto por las películas, el canto y los musicales. Por eso cuando se abrió el plazo a una audición local decidió intentarlo.
Pronto, el joven delincuente se vio como un feliz intérprete que había participado en siete obras de teatro, rodeado de amigos y pareciendo tener una vida normal.
Recuerda especialmente el comienzo de 2023, preparándose para el casting de La bella y la bestia, cuando irrumpió en el ensayo una mujer desconocida que respondía al nombre de Gracie Schlueter. Se acercó a Trent, le preguntó por sus tatuajes y le prometió que rezaría por él tras escuchar su historia.
Por su parte, el joven no tardó en saber que Schlueter era católica y provida y le hizo una pregunta: «¿Qué significa ser católico?«.
«Me envió un mensaje de seis párrafos», comentó Vecchiarino. A ese primer mensaje le siguieron recomendaciones de catecismos, podcast, vídeos de iniciación y, al final, una invitación para ir a la parroquia.
Derrotado por el Espíritu
Recuerda que la sensación al entrar en el templo fue similar al que sintió en prisión, «pero diez veces más fuerte. Fui completamente derrotado y abrumado por la presencia del Espíritu Santo. Dios me estaba diciendo finalmente que este era mi lugar… Este es mi hogar».
Como si de una catequesis se tratase, Trent hablaba con frecuencia sobre Dios y la oración con Gracie, aprendió las oraciones básicas y acompañaba a su amiga a misa, comprendiendo el origen de la alegría que mostraba ella.
Entre recaídas en el precoz alcoholismo, el joven comenzaba a tomar conciencia del arrepentimiento y meditaba en «todas las veces que pedía perdón a Dios sabiendo que iba a volver a beber».
Gracias a un sacerdote, el padre Burgard, y a un diácono, Mike Stewart, Trent superó sus luchas internas, experimentó la gracia del Evangelio en los Retiros de Rescate y accedió a la formación para la iniciación cristiana en otoño de 2023, quedando enamorado de su parroquia y hermanos en la fe.
En la Vigilia de Pascua del 30 de marzo de 2024, recibió el bautismo, la comunión y la confirmación.
«Nunca he conocido a un grupo de personas que me acepten y quieran más…Puedo ser vulnerable y ya me siento como en casa. Es verdaderamente la Iglesia de Cristo. Él es mi mejor amigo y Señor, me ama profundamente y me ha dado un propósito. Me ha sacado de mi propia tumba, me ha dado nueva vida«, concluye el joven converso.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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