Decían los más conspicuos analistas de la política estadounidense que, de los tres nombres que más sonaban en las últimas semanas para completar el ticket republicano del 5 de noviembre, Donald Trump optaría:
-por Doug Burgum, gobernador de Dakota del Norte, si lo hacía con el bolsillo, por su capacidad para allegar fondos para la campaña, tan necesarios para competir con la poderosa maquinaria demócrata;
-por Marco Rubio, senador por Florida, si lo hacía con la cabeza, por ser el político que más votos moderados podía movilizar (o desmovilizar de la tan destartalada opción Biden);
-o por J.D. Vance, senador por Ohio, si lo hacía con el corazón, porque es indudablemente quien más entusiasmo puede suscitar entre los grandes damnificados del globalismo, esas clases medias y bajas de la América profunda que abarrotan los mítines de Trump y en quienes estaba pensando Vance cuando escribió su bestseller Hillbilly, una elegía rural, que describe el proceso de su empobrecimiento y, lo que aún es peor, su desmoralización.
Pues bien, ya hay decisión. Y aunque Trump la tomó hace tiempo (aunque dijo que lo anunciaría en la convención republicana que arrancó este lunes), si un nombre encaja a la perfección con el estado de espíritu del votante republicano tras el atentado del sábado es precissamente la que ha tomado: Vance será su candidato a la vicepresidencia.
Si hay alguien, además del ex presidente, que encarna la ilusión del Make America Great Again [MAGA], es este político novato que cumplirá 40 años el 2 de agosto y solo lleva dos en el Senado. Aunque ya era sobradamente conocido por un fenomenal éxito literario.
‘Hillbilly’: la rebelión de las clases medias
Hillbilly, una elegía rural. Memorias de una familia y de una cultura en crisis fue en 2016 un bestseller en Estados Unidos y también se ha publicado en español y en otras lenguas. Una obra imprescindible para entender el desapego de la clase media norteamericana respecto a sus élites progresistas, no solo por razones económicas, sino ante todo y sobre todo por razones culturales. Vance alude siempre a las raíces [grassroots] que busca destruir el establishment globalista.
‘Hillbilly, una elegía una rural‘ explica por qué la llamada ‘América profunda’ ya no soporta la prepotencia de las élites que la han arruinado económicamente y además quieren robarle el alma y la identidad.
«Creo que nuestros líderes han jugado de forma muy peligrosa y muy fea con el pueblo estadounidense», dijo durante la campaña por la nominación republicana al Senado en 2022, en clara alusión a la dictadura woke: «Decidieron que nos dividirían unos contra otros y nos distraerían con continuas alusiones a la raza, al sexo, al género, a cualquier cosa menos a lo que realmente importa en este país».
James Donald Vance tiene 37 años y es un ex marine que sirvió en la Guerra de Irak y se doctoró en Derecho en Yale, donde conoció a su esposa. Hijo de padres divorciados y criado por sus abuelos, está casado con la abogada Usha Chilukuri, con quien tiene tres hijos, y que ha trabajado con el juez John Roberts, presidente del Tribunal Supremo.
Católico en presencia de Rod Dreher
En 2019, Vance se bautizó católico en el priorato dominico de Santa Gertrudis, en Cincinnatti (Ohio). Lo hizo en presencia de su amigo Rod Dreher, el autor de La opción benedictina, a quien explicó sus razones en The American Conservative: «Hace tiempo que estaba convencido de la verdad del catolicismo. Fui educado como cristiano, pero nunca tuve grandes vínculos con ninguna denominación y no me bautizaron. Cuando empezó a interesarme más la fe, hice tabla rasa y busqué la iglesia que más me atrajese intelectualmente».
Por ese motivo eligió a San Agustín: «Es un defensor increíblemente potente de las cosas que cree la Iglesia». Ha meditado las Confesiones y profundizado en La Ciudad de Dios, «increíblemente relevante ahora que estoy reflexionando sobre política… Agustín me abrió el camino para comprender la fe cristiana en una forma fuertemente intelectual. Tuve una fase de ser ateo furibundo. Como alguien que pasó buena parte de su vida comprando la mentira de que tienes que ser idiota para ser cristiano, Agustín me demostraba real y conmovedoramente que eso no es verdad».
J.D. Vance con el padre Henry, en el día en que le bautizó, en agosto de 2019.
Vance no teme la actual situación de confusión en la Iglesia: «La esperanza de la fe cristiana no hunde sus raíces en una conquista a corto plazo del mundo material, sino en el hecho de que es verdad y de que, en el largo plazo, a trompicones, triunfará».
Le atrae la doctrina social de la Iglesia y cree que debe ser propuesta sin temor a perder popularidad, no solo en cuestiones como el aborto, sino tampoco en cuestiones de índole económica: «Estar en la vida pública es, en parte, una competición de popularidad. Si intentas hacer cosas que gusten a la mayor cantidad de gente posible, probablemente no harás cosas coherentes con el magisterio de la Iglesia católica«.
El término ‘hillbilly’ lo usan despectivamente sus adversarios, pero a los afectados («los deplorables», en célebre expresión de Hillary Clinton) no les estorba. Como muestra, los dominicos que forman Los Tomistas Hillbilly, con varios discos grabados, quienes reivindican esas raíces. Aquí interpretan ‘Our help is in the name of the Lord’ [Nuestra ayuda está en el nombre del Señor].
En el caso del aborto, Vance es muy claro, y se ha manifestado contrario incluso en los casos de violación o incesto porque «hacer dos males no se convierte en un bien». El grupo provida más importante de su estado, Ohio Right to Life, le respalda firmemente. Su presidente, Marshal Pitchford, afirmó que «J.D. Vance es 100% provida y confiamos en que no solo sostendrá la causa de la vida, sino que defenderá a los no nacidos ante Planned Parenthood y sus aliados en la capital de nuestra nación», en clara alusión a Joe Biden.
Vance fue educado por sus abuelos en el sueño americano y el trabajo duro, y sin embargo vivió en la generación de sus padres, hijos del 68, los males de la droga (su madre tuvo problemas al respecto) y la promiscuidad. De ahí, explicó a Dreher hablando de sus convicciones, su lucha por ser «una buena persona cuando no has tenido una infancia fácil»: «Eso quiere decir ser un buen marido y un buen padre, y ser capaz de alimentar a tu familia».
Algo que tiene asimismo una traducción espiritual, y en lo que Vance demuestra que ha comprendido muy bien la diferencia entre el protestantismo y el catolicismo: «Uno de los puntos más atractivos del catolicismo es que el concepto de gracia no se plantea en términos de epifanía. No es como recibir una gracia y de pronto pasas de ser una mala persona a ser una buena persona. Siempre está actuando sobre ti. Eso me gusta».
Una carrera fulgurante
Vance, que hasta su entrada en la política trabajaba como analista político e inversor, tiene convicciones y ha ido ganando apoyos, relaciones, votos y, ahora, además, el favor de Trump, quien claramente le designa como el encarado de gestionar su herencia política dentro de cuatro años. Actualmente, el ex presidente lidera la práctica totalidad de las encuestas en voto nacional, algo que no sucedió en 2016 ni en 2020. Y va claramente por delante en la media docena de estados que decidirán el triunfo en el colegio electoral, e incluso empieza a competir por ganar estados demócratas, como Virginia o New Hampshire.
La calamitosa actuación de Joe Biden en el debate del 27 de junio (consonante con el estado mental que ha evidenciado en los últimos años), y la ya icónica imagen de Trump, ensangrentado y de pie bajo la bandera gritando «¡Luchad!» a los suyos tras ser alcanzado por un disparo, pueden ser el respaldo definitivo para una nueva victoria.
Y Vance puede ayudarle a ello en la parte que le toca. Es eficaz en la comunicación y bueno debatiendo, todo lo contrario de quien será su rival, Kamala Harris, cuya valoración popular es aún peor que la de Biden.
La claridad de Vance contra el aborto puede movilizar asimismo a los grupos provida, algo descontentos con Trump porque ha moderado su posición al respecto, aunque más por razones de oportunidad electoral que por un cambio de convicciones.
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