Cuando el uso de las nuevas tecnologías y pantallas en el aula era todavía un dogma indiscutible de la innovación pedagógica y educativa, la voz de Catherine L’Ecuyer era de las pocas que se alzaban alertando de sus riesgos. Hoy, con las consecuencias desvelándose en toda su crudeza, se cuentan por miles los que compran y difunden las tesis enunciadas durante años por la doctora canadiense en Educación y Psicología y directora de la Fundación CLE.
L’Ecuyer es una de las principales referencias en lo que a educación clásica se refiere. Junto con su propia Fundación, la investigadora canadiense es autora un amplio elenco de libros, artículos y publicaciones y frecuenta como invitada y columnista espacios de grandes medios de comunicación nacionales.
El pasado 13 de marzo compareció ante la Comisión de estudio para abordar el uso de la tecnología por la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid. En su ponencia, la también colaboradora de la Universidad de Navarra no solo refutó un amplio listado «tecnomitos» orientados a la promoción de las pantallas en las aulas. También desplegó una amplia batería de argumentos para repensar el sentido de las mismas en la educación, ofreciendo soluciones profundas y concretas bajo una clara advertencia: la retirada de las pantallas en la infancia «no es una sugerencia o un consejo educativo», sino una «recomendación de salud pública» cuyos estragos son cada vez más visibles.
La experiencia virtual conlleva un déficit de aprendizaje
Durante su intervención, L’Ecuyer remarcó la importancia de la franja entre los 0 y los 6 años para el aprendizaje, cuando el pensamiento aún está en desarrollo. Por este motivo, los niños «no pueden aprender a través de las pantallas», lo que evidencia la literatura pediátrica sobre el llamado efecto deficitario del vídeo, que recoge la dificultad que tiene un niño para trasladar una imagen en dos dimensiones a un plano de tres. Como explica profusamente en su web, los niños no solo «no aprenden idiomas por CD o DVD«, sino que estos medios pueden incluso «contribuir a la reducción del vocabulario. Estudios sobre el Video Deficit Effect (efecto deficitario del vídeo) confirman que existe un déficit de aprendizaje cuando un niño aprende a través de la pantalla en vez de `en directo´».
Por «salud pública»: «Las pantallas deberían prohibirse en Infantil»
L’Ecuyer cita la «impulsividad, disminución de atención o vocabulario» entre los inconvenientes de la exposición de los niños a pantallas en edad temprana. Por esa razón, dice, «la Academia de Pediatría recomienda cero tiempo ante la pantalla entre los 0 y los 2 años, y menos de una hora al día entre los 2 y los 5 años». Esta sentencia, junto con la de la Asociación Canadiense de Pediatría de que «ninguna evidencia apoya la introducción de la pantalla en la infancia«, sugiere que la recomendación de restringir las pantallas «no es un consejo educativo, sino recomendaciones de salud pública. Los criterios educativos deberían ser más restrictivos, pues la educación no busca evitar daño, sino aportar excelencia. Un colegio con pantallas en Infantil no es un colegio de calidad y el recurso a las pantallas debería estar prohibido en esta etapa».
Una industria poderosa que controla el lenguaje y las emociones
Para L’Ecuyer, que el acceso de niños a las pantallas sea «una cuestión de salud pública tan clara» y que encuentre la oposición «refractaria» de la opinión general solo tiene una explicación: «Estamos ante una de las industrias más poderosas de nuestros tiempos, con presupuesto ilimitado para hacernos pensar que sus productos contribuirían al buen desarrollo de nuestros hijos». Algo que se ha logrado con una forma «muy hábil» de introducirse en el lenguaje, mediante términos como «realidad digital, salud digital, nativo digital, brecha digital o paternidad digital«. De forma similar, esa gran industria y empresas tecnológicas «difunden su cara amable y las bondades de sus productos» con el mismo lenguaje y discurso de «salud digital» o tópicos como «la tecnología es neutra, depende de cómo se use» o que «no se pueden poner puertas al campo».
Tu hijo no es más listo por saber usar una tablet
En varias ocasiones, L’Ecuyer hizo referencia a cómo la industria tecnológica cuenta con «las mentes más brillantes, psicólogos e ingenieros que saben incorporar mejoras tecnológicas como el scrolling infinito o contenidos adictivos para retener la atención el máximo tiempo posible«. Por eso se sorprende cuando alguien le dice que su hijo es muy listo al utilizar una tablet con 2 años. «Si su hijo sabe, no es que sea muy listo, es que el ingeniero que lo ha diseñado es muy listo»; responde ella.
Ni progre ni conservador: «Proteger al niño» es transversal
La llamada de L’Ecuyer es la de «proteger a la infancia de una industria cuyos intereses no coinciden con lo que reclama su naturaleza». Para ella, delegar en las tecnológicas la decisión de «lo que debe o no debe entrar en los hogares y en las aulas» es comparable a que una cadena de pizza a domicilio «elabore el menú de las casas o comedores escolares». E impedirlo «no es progresista ni conservador».
Una medida que no ha sido avalada
Si las grandes tecnológicas «no tienen saber pedagógico» y los dispositivos «no son métodos educativos», para la especialista la pregunta ya no se limita a si hay que sacar o no los dispositivos del aula. La pregunta, dice, «es por qué entraron al aula y cómo entraron. Se debía haber hecho una doble prueba -que den mejores resultados que el papel y que no conlleven prejuicios- pero no solo no se hizo, sino que siguen sin existir un conjunto de pruebas contundentes que establezcan la superioridad del dispositivo sobre la educación analógica». De hecho, sucede lo contrario y «cada vez salen más estudios que hablan de los inconvenientes en el contexto educativo».
No es tecnofobia, solo esperar a que «tengan la madurez necesaria»
L’Ecuyer conoce el sentir de «cientos de miles de padres que no tienen voz», ya sea en la privada, pública o concertada. Por eso sabe que sus opiniones no representan un «planteamiento antitecnológico». Para ella «es innegable» que hijos y alumnos acabaran usando las tecnologías. La cuestión, dice, es que lo hagan «cuando las necesiten y tengan la madurez para poder hacer uso de ellas de forma responsable».
¿Brecha digital o cultural? «Carne de cañón para la manipulación»
El verdadero problema antes que la «brecha digital» es, según L’Ecuyer, la «lingüística y cultural». En este sentido, citó un reciente estudio del Journal of the American Medial Association (JAMA) que recoge que los niños que pasaban cerca de tres horas diarias frente a una pantalla, perdían hasta 1,139 nuevas palabras, dejan de usar 843 palabras y tenían 194 conversaciones menos. Esa «brecha cultural» que comienza en Infantil «acaba afectando a todas las materias» más tarde y, en el futuro, acaban siendo «carne de cañón para el abandono escolar» y, en último término, «para la manipulación, el populismo y las noticias falsas». «Ante la necesidad de expresar malestar por una injusticia, un joven sin recursos llamará la atención autolesionándose o incendiando las calles», concluye.
Antes de concluir, L’Ecuyer refutó tres «tecnomitos» difundidos por la industria:
1º «La tecnología es neutra y depende del uso que se haga de ella»
«Un cuchillo es neutro, podemos usarlo para matar o para hacer tortilla, pero en manos de un niño no es neutro. Los dispositivos tecnológicos son aún menos neutros, porque están diseñados con una intencionalidad, enganchar al usuario el mayor tiempo posible ante la pantalla».
2º «Se puede educar en el uso responsable»
«¿Podemos hablar de responsabilidad en una mente inmadura que no tiene consolidadas las funciones ejecutivas, la fortaleza, la templanza, el locus de control interno, la capacidad de inhibición? ¿Podemos pedir que distingan lo verdadero y falso cuando apenas tienen edad para distinguir ficción y realidad? Introducir la tecnología en la vida de un niño podría asemejarse a pedirle que beba de una boca antiincendios y que lo haga sin salpicarse«.
3º «Los nativos digitales, mejor preparados»
«[La afirmación de que] por haber estado en mayor contacto con la tecnología se aprende mejor a través de ella no es cierta ni tiene respaldo de investigaciones. Sería más bien lo contrario. Según el informe The Google Generation, el concepto de nativo digital está sobrevalorado y se afirma que los jóvenes dependen demasiado de los motores de búsqueda y carecen de competencia para entender el valor y originalidad de la información. La generación Google no alcanza el nivel de alfabetización que se le atribuye».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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