El Vicariato Apostólico de Quetta, capital de Beluchistán (Pakistán), se encuentra en la frontera con Afganistán, y es posiblemente una de las iglesias locales rodeadas por más peligros de cuantas hay en el mundo. Una pequeña comunidad, dispersa en un territorio montañoso e inhóspito, formada por hombres y mujeres sencillos que son pastoreados por un obispo franciscano.
El fraile capuchino, y hoy obispo, Khalid Rehmat, guía desde 2021 a una comunidad de unos 34.000 católicos repartidos en nueve parroquias, siete de las cuales se encuentran en Quetta, y las otras dos en zonas remotas y montañosas del vasto territorio de la provincia
Los cristianos, hombres de paz
Rehmat explica a la Agenzia Fides lo que significa «ser cristiano en la tierra de los talibanes»: «Ser pequeño, débil, pobre. Para muchas de nuestras comunidades, la vida es muy difícil desde el punto de vista económico y geográfico. Las carreteras que llevan a los pueblos son intransitables, no hay acceso a la educación ni a los servicios sanitarios. Pero vivimos en paz, humildemente, sin pretensiones, confiando cada día en la Providencia de Dios. Sabemos que estar aquí es un don de Dios», señala.
Una referencia importante de la fe es «la experiencia de Francisco de Asís, a quien he seguido en mi vocación de sacerdote franciscano. De él aprendemos a abrirnos al prójimo, a profesar a Jesucristo, que es caridad, amor hacia todos», comenta.
«Las carreteras que llevan a los pueblos son intransitables, no hay acceso a la educación ni a los servicios sanitarios. Pero vivimos en paz, humildemente, sin pretensiones».
El obispo forma parte de un grupo de frailes capuchinos presentes en Pakistán gracias a una misión iniciada en Punjab en 1886, que ha contribuido en gran medida al crecimiento de la Iglesia pakistaní, fundando pueblos, construyendo iglesias, escuelas, hospitales, centros sociales, y que hoy es la floreciente provincia religiosa «Custodia Mariam Siddeeqa», con sede en Lahore, Punjab.
El territorio de Beluchistán está habitado por pueblos tribales, «con cultura y mentalidad de clan; los pastunes tienen un carácter fuerte y autoritario. Generalmente son terratenientes, todos son musulmanes, y el Islam es significativo a nivel cultural y social en nuestro contexto. En este territorio, somos un pequeño rebaño y se nos reconoce como gente de paz. Los beluchis y los pastunes conocen a los cristianos como gente buena y pacífica. Somos una comunidad que vive, con sencillez, la alegría de estar aquí».
Mientras que en las parroquias la vida se desarrolla con la celebración de los sacramentos y la catequesis, con la preocupación de cultivar la comunión entre los bautizados, en el Vicariato Apostólico de Quetta la misión de los cristianos se expresa sobre todo a través del servicio de la educación en 7 escuelas (seis de las cuales están en Quetta) dirigidas por congregaciones religiosas masculinas (como los Oblatos de María Inmaculada, los Salesianos) y femeninas (como las Franciscanas Misioneras de María, las Dominicas de Santa Catalina de Siena, las Hermanas de San José de Chambery y otras).
«Podemos ser testigos del amor de Dios. A nuestras escuelas acuden muchos niños beluchis y pastunes. Las familias nos los envían sabiendo que en nuestras instituciones están seguros, que se les trata bien, se les valora y cuida, crecen con buenos valores humanos para todos y reciben una educación de calidad», explica el Vicario Apostólico.
Los encuentros en la escuela permiten establecer progresivamente un diálogo con personas de otras religiones, especialmente de fe islámica, «lo que contribuye siempre a construir la fraternidad», señala Rehmat.
«Tras el reciente incidente de violencia contra los cristianos en Jaranwala, Faisalabad, hemos recibido la solidaridad de creyentes y líderes musulmanes. Con ellos seguimos construyendo puentes de amistad», explica el obispo, recordando el ejemplo de Francisco de Asís que ya en 1219, en tiempos de la Quinta Cruzada, visitó al sultán Malik Al-kamil «rechazando toda lógica de opresión, eligiendo el camino del encuentro y viniendo como hombre de paz».
Aumento de la violencia
El tema de la paz, subraya el capuchino, sigue siendo crucial para vivir la experiencia de fe en Beluchistán: «Estar lejos de cualquier lógica de odio o violencia; ser siempre, en toda circunstancia, incluso en el sufrimiento, hombres y mujeres de paz es la marca distintiva de ser cristianos en esta tierra. Es uno de nuestros campos más fecundos de testimonio y de acción. Cada día rezamos diciendo: ‘Señor, haznos instrumentos de tu paz'».
El Vicario concluye: «En Quetta podemos decir que vivir en comunión y en paz no sólo significa vivir en ausencia de conflictos, sino vivir cada día en la esperanza y la alegría que vienen de Cristo Jesús. Jesús es la paz. Dios nos da la paz y nosotros la llevamos a nuestro prójimo. Así se nos reconoce porque somos discípulos, resucitados con Cristo Jesús, testigos de su amor».
El espíritu evangélico de paz y mansedumbre de San Francisco de Asís es una ayuda para vivir en Beluchistán, provincia fronteriza de Pakistán con Afganistán e Irán. Beluchistán está situada en la parte suroccidental del país, y cuenta con unos 20 millones de habitantes, de población tribal predominantemente Beluchi (35%) y Pashtun (35%).
A pesar de ser rica en recursos naturales como petróleo, gas, cobre y oro, la región sufre problemas de subdesarrollo y pobreza. La mayoría de la población es musulmana suní. En un contexto de descontento con el Estado central, emergieron los llamados «talibanes paquistaníes», grupos étnicos pastunes que formaron organizaciones terroristas como «Tehrik-e-Taliban Pakistan».
Esta formación ha reanudado recientemente los atentados en todo el país. Según un informe publicado por el «Centro Independiente de Investigación y Estudios sobre Seguridad», con sede en Islamabad, los atentados han aumentado en el último año y han causado la muerte de más de 700 miembros de las fuerzas de seguridad y civiles, muchos de ellos en Beluchistán y en la otra provincia de Khyber Pakhtunkhwa, en el noroeste del país.
Ataques a cristianos en Pakistán en septiembre de 2023.
El informe señala que el número de víctimas ha aumentado un 19% este año en comparación con 2022, y que las dos provincias paquistaníes fronterizas con Afganistán han sufrido el 92% de todas las víctimas. La Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (HRCP) ha expresado su preocupación por las desapariciones forzadas, la exclusión económica, las restricciones a la libertad de prensa, el mal gobierno y la militarización del territorio.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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