26/06/2024

Una prueba de autenticidad de los Evangelios: la estructura oral en arameo en el original griego

Los cuatro Evangelios canónicos han llegado hasta nosotros en lengua griega, pero conservan numerosísimas huellas del arameo y de la sintaxis aramea.

Son pruebas evidentes de su autenticidad, subraya Marco Fasol (autor de Jesús de Nazaret: ¿una historia auténtica? [Ares]) en Il Timone:

Las verdaderas palabras de Jesús

Jesús no escribió nada. Como era habitual en su época, comunicaba su mensaje mediante la predicación oral, que era en arameo, muy similar al hebreo, la lengua escrita oficial. El arameo es, sin embargo, una variante dialectal del hebreo, hasta el punto de que el Nuevo Testamento utiliza el término único «hebreo» también para el arameo.

Los discípulos, para difundir el mensaje del Maestro por todo el mundo, lo tradujeron al griego, la lengua hablada en todo el Mediterráneo. Fue una empresa muy exigente, que sólo empezó a consolidarse en forma escrita después de veinte o treinta años de predicación oral. Así pues, los cuatro Evangelios canónicos han llegado hasta nosotros en griego, pero conservan muchos restos de vocabulario y sintaxis arameos.

Se confirma así la fiabilidad histórica de los Evangelios. De hecho, sólo los testigos oculares que habían escuchado directamente el arameo de Jesús podían escribir en un griego que reflejaba sus estructuras lingüísticas y a veces incluso su léxico.

Esta es una de las pruebas más relevantes para afirmar que los Evangelios no son «leyendas populares» elaboradas por «escuelas helenísticas», como pretendía la escuela de Rudolf Bultmann, sino que son un relato fiel de testigos directos

La didáctica oral de la época

Para documentar este trasfondo arameo, es necesario conocer las técnicas rabínicas de didáctica oral de la época.

No debemos proyectar sobre la enseñanza oral de la Antigüedad nuestras ideas de hoy, que valoran la creatividad y la reelaboración autónoma por parte del alumno.

Memoria y manuscrito. La transmisión oral y la transmisión escrita en el judaísmo rabínico y en el cristianismo primitivo‘, de Birger Gerhardsson, es la monografía más importante para conocer la didáctica rabínica, dice Marco Fasol.

En el judaísmo de la época, como en otras civilizaciones antiguas, la tradición oral se transmitía siguiendo estrictas normas de fidelidad, palabra por palabra o, mejor, frase por frase. La regla de oro en las escuelas antiguas era aprender de memoria, con el control y la autoridad del maestro, que en las escuelas rabínicas debía repetir la lección al menos cuatro veces. Toda la vida de los maestros transcurría en una continua repetición de memoria de la herencia de los antiguos. Como decía Cicerón, «la repetición de memoria es la madre de los estudios«.

Las primeras comunidades cristianas también seguían estas reglas de transmisión fiel de las palabras del Maestro, fijadas por la autoridad de los Apóstoles. El análisis lingüístico, como veremos, confirma de manera impresionante esta fidelidad.

Los textos conservan al pie de la letra el originalísimo estilo arameo del Maestro, que fue también un extraordinario innovador lingüístico. El erudito Jean Carmignac (El nacimiento de los Evangelios sinópticos) resumió así su experiencia de filólogo, especializado durante treinta años en el hebreo de Qumrán: «Vi que el traductor hebreo-griego (del evangelio de Marcos) había transpuesto palabra por palabra, conservando en griego el orden de las palabras exigido por la gramática hebrea… El alma invisible era semítica, pero el cuerpo visible era griego».

Los acreditados estudios de Joachim Jeremias (Teología del Nuevo Testamento [Sígueme]) y John Paul Meyer (Un judío marginal [Verbo Divino]) confirman también este sustrato semítico. Con algunos ejemplos, observamos las originales creaciones lingüísticas del arameo de Jesús.

«En verdad os digo»

El texto griego conserva al menos 26 palabras arameas, no traducidas. Un signo importante de fidelidad histórica. De ellas, la palabra más frecuente es la aramea (idéntica en hebreo) amèn = «en verdad». ¡Recurre no menos de sesenta veces en los Evangelios! Desgraciadamente, en nuestras traducciones («en verdad, en verdad os digo»…) perdemos el sonido del original hebreo, que ciertamente llenaba de asombro a los oyentes del texto griego. Es el uso original que utilizaba Jesús.

En realidad normalmente se usaba como respuesta confirmatoria, pero Jesús emplea este término al comienzo de sus discursos, como introducción a sus propios pensamientos. Es un caso único en la literatura del mundo antiguo; indica una absoluta seguridad. Los evangelistas quisieron dejar esta palabra hebrea como sello de fidelidad.

Otra palabra muy importante: Abbá = ‘раdre’ (Mc 14, 36), el vocativo con el que el Maestro se dirige al Padre. Se trata de un unicum  en las oraciones de la extensa literatura rabínica del primer milenio. Nadie se había atrevido nunca a utilizar este vocativo en una oración a Dios. El Talmud dice que abbá immá (madre) fueron las primeras palabras que aprendió el niño. Indica una extraordinaria intimidad y confianza en Dios Padre. Los primeros cristianos de Roma y Grecia habían comprendido esta novedad e invocaban habitualmente al Padre con esta palabra aramea (Rom 8, 15; Gál 4, 6).

Otras palabras arameas: talita qumi (muchacha, levántate), osanna (sálvanos), sabbath (sábado), effatà (abre), Eloì, Eloì lemà sabactàni (Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado), raka (insensato)… Si añadimos los nombres propios (Golgotha, Getsemaní, Bethlem…) las palabras arameas pasan a ser más de cuarenta.

Paralelismos

En cuanto a la fraseología tópica del hebreo, se han identificado más de 130 paralelismos antitéticos en los tres Evangelios Sinópticos, que son el correspondiente semítico de nuestra rima poética. Una misma idea se repite con dos frases paralelas, con el mismo significado, pero una en forma negativa y la otra en forma positiva. De este modo, se graba mejor en la memoria.

Algunos ejemplos: «No he venido a ser servido // sino a servir»; «no he venido por los sanos // sino por los enfermos»; «no sólo de pan vive el hombre // sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»; «habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo // Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos».

Se trata de una expresión estilística típica del hebreo, pero no aparece en la literatura griega. En hebreo antiguo, sin embargo, la frase más importante es la primera (por ejemplo: El Señor es mi pastor // nada me falta). Jesús introdujo una novedad: quiso colocar el mensaje más significativo en la segunda frase, como podemos observar en los ejemplos. Obsérvese que la segunda frase por sí sola comunica perfectamente el mensaje, pero precisamente para facilitar la memoria, el Maestro anticipa el contenido en forma negativa.

Otra estructura lingüística ajena al griego y típica del hebreo es la de los paralelismos sinónimos, en los que una idea se repite «en paralelo» con dos o tres proposiciones afirmativas de significado similar, para que se fije mejor en la memoria:

– «Pedid y se os dará // buscad y hallaréis // llamad y se os abrirá»;
– «este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida // estaba perdido y lo hemos encontrado»;
– «no den las cosas sagradas a los perros // ni arrojen sus perlas a los cerdos».

Las tres primeras peticiones del Padrenuestro son también un paralelismo sinónimo en ritmo ternario. En las tres pedimos que el Padre entre en nuestras vidas y para subrayar con fuerza la centralidad de esta idea, el Maestro la repite tres veces con conceptos similares, de hecho con proposiciones paralelas sinónimas.

¿Han sido manipulados los Evangelios a lo largo de la Historia? Un análisis muy completo de las copias existentes, en el canal Adjema [Ad Jesum per Mariam], que dirige el sacerdote Álvaro García de Movellán.

Otra estructura lingüística típica de los Evangelios está constituida por las pasivas teológicas, ¡que se repiten más de cien veces! Para observar con el máximo respeto el segundo mandamiento «no tomarás el nombre de Dios en vano»; Jesús utiliza cien veces la construcción pasiva de la frase, utilizando el agente implícito (Dios) y no nombrando así el santo Nombre: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (por Dios); «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia… porque ellos serán saciados (por Dios)»; «pedid y se os dará. Llamad y se os abrirá».

Se trata de una novedad lingüística con pocos paralelos en la literatura judía de la época. Atestigua una predicación original y única, que evidentemente había calado en los discípulos. 

Textos recitativos y repeticiones

Los Evangelios presentan también un período recitativo (paratáctico), típico de la predicación oral, con proposiciones coordinadas, sin subordinadas. Mientras que el griego y las lenguas elaboradas prefieren un período con subordinadas (hipotáctico), los Evangelios dan preferencia al estilo recitativo, típico de la predicación oral, con proposiciones coordinadas, todas al mismo nivel.

Por ejemplo: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios» (Jn 1,1); «lo vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y lo besó efusivamente» (Lc 15,20). También esto es un signo de fidelidad a la predicación oral del Maestro.

Otro rasgo típico de los Evangelios es el uso frecuente de repeticiones de los mismos términos, para facilitar la memoria. Es un estilo comunicativo ajeno al griego. Veamos algunos ejemplos: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino …» (Mt 13,3-4); «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar?» (Mt 5,13); «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6, 12).

En conclusión, el análisis lingüístico nos permite afirmar que el texto griego de los Evangelios fue escrito por testigos oculares directos de Jesús. Un origen tardío de los Evangelios, después de cien o doscientos años, como argumentaron algunos eruditos protestantes en el siglo pasado, es inverosímil a nivel lingüístico.

Una interesante contraprueba que confirma lo que hemos visto es la comparación con los llamados evangelios apócrifos. En estos últimos no encontramos rastro alguno de un trasfondo arameo, lo que demuestra su extrañeza al contexto cultural judío. La filología nos ha ofrecido así una documentación muy valiosa sobre la verdad histórica de los Evangelios canónicos.

«Una característica de los Evangelios es el uso frecuente de repeticiones de los mismos términos, para facilitar la memoria. Se trata de un estilo comunicativo ajeno al griego».

Traducción de Verbum Caro.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»