Desde el martes por la tarde y hasta el 13 de septiembre, el Papa Francisco se va a enfrentar, a sus 87 años, con su viaje más largo, que le llevará a Indonesia (el país con más musulmanes del mundo, pero un cristianismo en crecimiento), Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental (dos países pobres, de hegemonía cristiana) y Singapur (un país-estado rico, punto de encuentro de cristianos, musulmanes y budistas).
Los misioneros del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) recogen en AsiaNews el testimonio de Shanty Joseph, religiosa de las Misioneras de la Inmaculada, natural de la India, que lleva 15 años en Papúa Nueva Guinea, un país de 600 islas. Estas religiosas llevan en el país desde 1988 colaborando con los sacerdotes del PIME.
Escuela en Papúa: calidez de la gente, acceso difícil
«Mi misión comenzó en Watuluma, donde enseñaba en una escuela secundaria dirigida por nuestras monjas. Es una zona remota, faltaban las cosas más básicas, comunicaciones, carreteras y transporte. Sólo era accesible por mar. En el colegio vivían estudiantes de islas lejanas y fue un privilegio compartir su entusiasmo juvenil, sus alegrías y sus luchas. La calidez y el amor de la gente me ayudaron a adaptarme a su cultura y hoy me considero papú en mi estilo de vida, aunque india de nacimiento», explica.
«La vida en la isla era sencilla y encantadora, pero no exenta de desafíos. Para llegar a la ciudad más cercana era necesario un viaje en barco de dos días a través de mares agitados. Enfrenté los peligros del mar y los ataques piratas, pero en cada momento sentí la mano invisible de Dios guiándome. La comunicación fue otra prueba importante al principio: anhelaba escuchar las voces de mis seres queridos en casa, especialmente en tiempos de incertidumbre, pero confiaba en Dios, sabía que él me daría la fuerza para seguir adelante».
Un rasgo cultural: el sistema wantok
Papúa Nueva Guinea tiene 1.000 grupos étnicos y 850 idiomas distintos. Usan como lengua común el tok pisin, un idioma criollo cuyo vocabulario proviene casi todo del inglés, con bastantes palabras del portugués y alemán.
La gente que habla una misma lengua se considera que pertenece a un mismo grupo y se exige un fuerte apoyo mutuo dentro de ese grupo. Es el llamado sistema wantok (wantok significa «un hablar»).
Es bueno como sistema exigente de solidaridad con los cercanos, pero tiene efectos complicados a nivel comercial y político: se espera que vendedores vendan o repartan beneficios entre los de su grupo wantok (y no sólo a parientes cercanos, incluso a desconocidos de la misma lengua) y que los políticos beneficien a los de su grupo wantok, y no a toda la nación. Los comerciantes chinos no siguen el sistema wantok y tienden a fortalecerse económicamente frente a la competencia.
La hermana Shanty Joseph conoció y admiró desde su llegada «el fuerte sentido de compartir, respaldado por el sistema wantok, que fomenta un vínculo profundo entre quienes comparten el mismo idioma».
La hermana Joseph Shanty y las misioneras de la Inmaculada en Papúa Nueva Guinea.
Con los salesianos, lejos del ajetreo
Tras 8 años, pasó a Kerema (Araimiri), una zona remota, colaborando como maestra con la escuela de los salesianos. «Me ha permitido conectarme profundamente con gente sin pretensiones, libre del ajetreo y el bullicio de la vida moderna», señala, aunque añade que «cada día fue una lección de humildad, paciencia y perseverancia». De sus alumnos dice: «son creativos, solidarios y deseosos de aprender, y sueñan con un futuro mejor».
Los educadores siempre señalan que el futuro es de los jóvenes: más del 60% de la población es joven en Papúa. El gobierna se esfuerza para llevara muchos a ampliar estudios al extranjero.
En un país donde falta de casi todo a ese 87% de población que vive en zonas rurales, ella dice: «La vida misionera me ha enseñado a ser un experto en todos los oficios: maestra, pastora, técnica, cocinera, barrendera, mentora, consejera… También me ha enseñado a tener paciencia, ya que la naturaleza impredecible de la vida aquí requiere una preparación constante para todo, ya sea un ataque de delincuentes, un vuelo cancelado, un bloqueo de carreteras o amenazas de piratas marítimos. Estos desafíos me han hecho más fuerte, fortaleciendo mi fe en la mano invisible de Dios en mi vida».
Cristianismo mezclado con creencias ancestrales
«Aunque el campo misionero es vasto, los trabajadores aquí son pocos. Aunque el cristianismo está muy extendido en Papúa Nueva Guinea, necesitamos más misioneros para difundir el amor de Jesús», explica la misionera. «Prevalecen fuertes creencias culturales tradicionales», avisa.
«Los misioneros a menudo asumen el desafío de llegar a los lugares más remotos, caminando kilómetros para estar con la gente. Nuestra esperanza para el futuro es llegar hasta las periferias más extremas, llevando los valores de Cristo a quienes los necesitan, pero necesitamos muchos más misioneros para cumplir esta misión».
Su consejo como misionera es de ánimo: «Con esperanza, fe y perseverancia inquebrantables, podemos superar cualquier desafío. Nunca dejes de esperar, confiar e intentar».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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