20/11/2024

Ven, Espíritu de sabiduría, luz que penetras las almas

Miércoles 8-5-2024, VI de Pascua (Jn 16,12-15)

«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena». El Espíritu de la verdad, que nos guía hasta la verdad plena, es el autor de la Sabiduría divina. Dios es verdad y sabiduría, razón y amor. Por eso, debemos suplicar la gracia del Espíritu Santo, en especial su don de sabiduría, para saber y gustar las cosas de Dios.

«El primero y mayor de tales dones es la sabiduría, la cual es luz que se recibe de lo alto: es una participación especial en ese conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios. En efecto, leemos en la Sagrada Escritura: “Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza” (Sb 7, 7-8).

» Esta sabiduría superior es la raíz de un conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado por la caridad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad, por así decirlo, con las cosas divinas y prueba gusto en ellas. Santo Tomás habla precisamente de “un cierto sabor de Dios” (Summa Theol. II-II, q.45, a. 2, ad. 1), por lo que el verdadero sabio no es simplemente el que sabe las cosas de Dios, sino el que las experimenta y las vive.

» Además, el conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo: nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios.

» Un ejemplo fascinante de esta percepción superior del “lenguaje de la creación”, lo encontramos en el “Cántico de las criaturas” de san Francisco de Asís.

» Gracias a este don toda la vida del cristiano con sus acontecimientos, sus aspiraciones, sus proyectos, sus realizaciones, llega a ser alcanzada por el soplo del Espíritu, que la impregna con la luz “que viene de lo Alto”, como lo han testificado tantas almas escogidas también en nuestros tiempos.

» En todas estas almas se repiten las “grandes cosas” realizadas en María por el Espíritu. Ella, a quien la piedad tradicional venera como “Sedes Sapientiae”, “Trono de la Sabiduría”, nos lleve a cada uno de nosotros a gustar interiormente las cosas celestes» (San Juan Pablo II, Ángelus, 09-04-1989).

¡Ven, Espíritu de sabiduría, luz que penetras las almas!