Toda la Cuaresma ha conducido a la regeneración de la vida cristiana y la introducción de los catecúmenos en ella, que alcanza en la vigilia del Sábado Santo un esplendor ritual lleno de belleza, al ser llevados a la purificación del agua derramada sobre sus cabezas, o bañados en ella y en ella por instantes sumergidos para emerger de esta sepultura simbólica resucitados a una vida nueva en Cristo, configurados con su muerte y resurrección.
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