04/02/2025

VOY CONTIGO A DESCLAVARLE

 

VOY CONTIGO A DESCLAVARLE


Se rajó la entraña oscura

del templo, la piedra herida,

y un luto de cal y sombras

se abrazó a la colina.


Brama el viento en los olivos,

se parte el alba en ceniza,

y un quejido de campanas

se ahoga en la lejanía.


La sangre baja despacio,

es un río que vacila,

como si dudara el mundo

en dejarle sin vida.


Pero no duda: yo he sido.

Yo fui el martillo y la espina,

fui la mano que alzó el látigo,

fui el golpe, fui la saliva.

Yo fui el miedo de los míos,

la traición de aquel que huía,

fui la espalda que no quiso

darle un hombro en su agonía.


—Voy contigo a desclavarle,

Madre mía, Dolorida,

pero ¿cómo desclavarlo

si fui yo quien lo hería?


Si en mis manos tengo el hierro

que abrió llagas infinitas,

si mis labios, como aquellos,

también niegan su justicia.


Voy contigo, pero el peso

de mis culpas me marchita,

y aunque arranque de su carne

los clavos y las espinas,

seguiré llevando dentro

la mano que le afligía.


—Déjame llorar, María,

déjame besar su herida,

pues aunque quite los clavos,

fui yo quien se los ponía.


Presente lo tenéis todos:

el más puro, el más herido,

el que en su frente llevaba

la flor más roja y más triste.


Rostro hundido, boca seca,

ojos llenos de raíles

por donde escapan sus lágrimas

como niños infelices.


Y el pueblo, ciego y desnudo,

escupe y calla, maldice.

¡Ay, si supieran quién era!

¡Ay, si supieran…!


Pero es tarde. Y tú, Madre,

con los ojos arrasados de llanto,

con las manos vacías de carne,

con el alma tendida entre espinas,

sigues firme, sigues madre, sigues sola.


Y yo, que le puse el peso,

que empujé el madero,

que abrí con mis culpas sus grietas y llagas,

debo ir también,

debo arrodillarme donde caiga tu sombra,

debo ser el último en verle,

el último en tocar su sangre,

el último en dejar la culpa

en la piedra que le ahoga.


Voy contigo a desclavarle,

a soltarle las heridas,

a arrancarle con mis manos

lo que hicieron mis espinas.

A bajarle, Madre Santa,

y al bajarle, ser herida,

que se clave en mí su muerte

hasta el fondo de mi vida.

PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD