21/09/2024

¿Y si la crisis de natalidad en Occidente se frenara reduciendo más «el asistencialismo del Estado»?

En Occidente, y no solo ahí, nacen cada vez menos hijos.

Entre los pocos académicos que buscan respuestas complejas a este problema está Catherine Pakaluk, economista de la Catholic University of America, esposa, madre de ocho hijos y autora de Hannah’s Children. The Women Quietly Defying the Birth Death, un texto con testimonios de primera mano de 55 mujeres que están «desafiando el invierno demográfico». Matteo Carnieletto la ha entrevistado en el número de septiembre de Il Timone

-Profesora Pakaluk, ¿cuál ha sido el descubrimiento más significativo que ha hecho usted mientras trabajaba en este libro?

-He aprendido que no hay nada que determine la tendencia hacia las familias menos numerosas. Es más, he descubierto que la elección de tener hijos sigue siendo posible hoy en día, pero depende del valor que se da a los niños. Las mujeres que he conocido atribuyen un valor muy alto a los hijos: los consideran bendiciones de Dios, expresiones de la bondad divina y el objetivo de su matrimonio.

»Creen que los niños son como la riqueza y la salud, que no son nunca demasiada. Esto han dicho: no existen «demasiados» niños. Significa que no someten la elección de tener hijos a determinadas «condiciones» materiales o económicas como, por ejemplo, el tamaño de la casa, la renta que tienen, el número de coches que poseen. Han decidido poner a los hijos por encima de otros bienes, de las carreras, de las oportunidad y de más tiempo libre. Para la mayoría de las mujeres de mi estudio, el altor valor que atribuyen a los niños deriva de valores bíblicos, alimentados por comunidades religiosas vivas.

Catherine Pakaluk es economista de la Catholic University of America, esposa, madre de ocho hijos y autora de Hannah’s Children. The Women Quietly Defying the Birth Death.

-Por lo que usted dice, los valores -sobre todo los religiosos- pueden seguir jugando un papel decisivo contra el invierno demográfico…

-Rotundamente sí. De hecho, pienso que los valores religiosos son el único recorrido significativo para cambiar la dirección de los índices de natalidad. Los instrumentos políticos habituales -ayudas, beneficios, créditos- no son lo suficientemente altos para que la balanza se incline a favor de la maternidad, ya que la vida moderna ofrece a las mujeres tantas opciones de vida buena y atractiva. Desde un punto de vista «macro», el coste económico de tener hijos ha disminuido junto al crecimiento económico como todas las otras cosas: el coste de los alimentos, la vivienda y la vestimenta.

»El coste que está aumentando corresponde a la «oportunidad» de tener hijos, a lo que se renuncia para tener un hijo. Se paga por un hijo con aquello a lo que se debe renunciar en términos de estilo de vida, identidad, trabajo profesional y renta. Sin embargo, para las mujeres y los hombres que ven a los hijos como bendiciones de Dios, hay una razón más amplia para poner en un segundo lugar los intereses y las oportunidades personales.

-Sin embargo, los medios de comunicación dominantes, cuando hablan del invierno demográfico, atraen la atención casi exclusivamente sobre el empobrecimiento económico, sobre la baja ocupación femenina, sobre la precariedad laboral…

-Es exactamente así. Los medios de comunicación dominantes -y los principales partidos políticos- no tienen una visión real del problema. Es ir contra la razón afirmar que, después de haber vivido más de 200 años de un crecimiento económico increíble, las personas modernas no pueden permitirse tener hijos.

Catherine Pakaluk junto a su extensa familia. 

»El empobrecimiento económico no es la historia de los bajos índices de natalidad, si bien también puede haber familias con dificultades económicas. Más bien, el crecimiento económico -nuestra riqueza- es la historia de los bajos índices de natalidad. A partir de los años 60, la mayor parte de las familias, pudiendo elegir, prefería buscar una renta mayor en detrimento de tener más hijos. Este ha sido el cambio decisivo, que deriva de las preferencias individuales y familiares. La fertilidad tiene un vínculo claro con el matrimonio.

-Las políticas que hoy en día no saben contrarrestar el invierno demográfico son las mismas que durante decenios han favorecido la disgregación familiar. ¿Había o hay un diseño ideológico contra la familia?

-No diría que hay un plan político. Mucho antes de la tesis sobre la sobrepoblación -que ciertamente incluía un plan contra la familia-, hemos visto que los hombres y las mujeres preferían una dimensión familiar más pequeña además del acceso al trabajo de las mujeres. La píldora no ha sido en realidad un plan contra la familia, pero ha cambiado el modo de elegir de las familias. Si no tenemos claro cuál es la naturaleza del problema, podemos caer en la trampa de los medios de comunicación dominantes.

»Efectivamente, es más fácil promover nuevas políticas y planes económicos -aunque no sirvan para nada-, que enfrentarse a la verdad, que es que hoy no tenemos hijos porque en realidad no los queremos. O no los queremos tanto como para renunciar a otras cosas buenas. Este es el núcleo del problema. Para la Iglesia -y para todas las Iglesias-, significa volver a las preguntas fundamentales sobre el significado de la vida humana, sobre lo que hace que sea buena y sobre la Providencia de Dios. Significa tomarse en serio el primer mandamiento: «sed fecundos y multiplicaos». Más que un rechazo del control de los nacimientos, una defensa de lo deseables que son los niños y de la verdad central de la Encarnación de Jesucristo.

-¿Sigue siendo posible invertir la tendencia demográfica? ¿Cuál es la intervención más eficaz y qué se necesita?

-La intervención más eficaz es crear más espacios en la sociedad para las comunidades religiosas vivas. El Estado moderno ha asumido la mayor parte de las tareas que antes eran competencia de la religión, sobre todo el bienestar, la asistencia sanitaria y la instrucción. Esto ha causado la reducción de las iglesias a meras comunidades espirituales. No parece un problema, pero las obras de misericordia son corporales y espirituales. Van juntas.

»Cuando se obliga a las iglesias a salir de la esfera de la caridad corporal, tienden a perder la influencia espiritual. Lo que la crisis de la fertilidad revela es una crisis espiritual respecto al deseo de tener hijos. El recorrido hacia un mayor deseo de tener hijos es que más personas vean que la Iglesia satisface sus necesidades corporales y espirituales. Es difícil. Significa que tenemos que disminuir o eliminar el papel del Estado en el cuidado de los pobres, los enfermos y los jóvenes. Los Estados no lo harán voluntariamente porque está claro que ese papel les confiere mucho poder y prestigio.

»Sin embargo, lo harán de mala gana cuando la crisis fiscal causada por el bajo índice de natalidad les obligue a cesar todos los programas sociales. En resumen, la adquisición de los programas sociales por parte del Estado ha representado una arrogancia fundamental, como la Torre de Babel: ha sido un grave error, porque el Estado no puede exigir los sacrificios necesarios para tener hijos. El Estado ha fingido que se convertía en una madre, como la Iglesia, ofreciendo leche en dinero y el apoyo de su caja. Pero es una madre estéril y ahora corre el riesgo de morir por su propia mano.

Traducido por Verbum Caro.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»