El obispo San Alberto de Jerusalén nació en Castro Gualteri, diócesis de Reggio Emilia (Italia), a mediados del siglo XII. En 1180 fue elegido prior de los Canónigos Regulares de Santa Cruz de Mortara (Pavía). En 1184 es elegido obispo de Bobbio y al año siguiente de Vercelli, diócesis que gobernó por espacio de veinte años.
Durante este tiempo desempeñó, con gran acierto, delicadas misiones nacionales e internacionales, encargado por papas y emperadores. Todos acudían a él, sabedores de su prudencia, firmeza e independencia. Fue lo que suele llamarse «experto árbitro» de los más intrincados litigios que tenían relación con la Iglesia.
Dadas sus cualidades, el Papa Inocencio III lo nombró Patriarca de Jerusalén. Llegó a Palestina a principios de 1206 y fijó su residencia en San Juan de Acre, porque Jerusalén estaba ocupada por los sarracenos. Sus extraordinarias cualidades de experto mediador también las ejercitó con fruto durante los nueve años que duró su patriarcado.
Para los carmelitas su obra más importante fue la entrega de la Regla o Norma de vida que lleva su nombre y que aún hoy observa el Carmelo en todas sus ramas. En 1214, en Acre, mientras participaba en una procesión, fue asesinado a puñaladas por el Maestro del Hospital del Espíritu Santo, al cual había reprendido y depuesto de su cargo.
Por los años 1206-1209, a petición de los eremitas que moraban en el Monte Carmelo, entregó al «hermano y compañeros» una Norma de vida o Regla, llamada «Regla de San Alberto». Alberto codificó en breves trazos, ricos en citas bíblicas, la tradición monástica del Carmelo.
Son normas concretas y prescripciones disciplinares. insiste, sobre todo, en la meditación de la Palabra de Dios para mejor servir a Jesucristo, en la oración, silencio, mortificación y trabajo. La entregó en un solo cuerpo, pero hoy está dividida en un prólogo, dieciocho capítulos y un epílogo.
Muchos hombres y mujeres se santificaron observando esta Regla, que fue aprobada y transforada por varios Papas. El himno del Oficio de Lecturas de su fiesta sintetiza su espiritualidad: «Alberto, sol refulgente, pastor y legislador, tus hijos hoy te celebran, escucha su invocación. De la paz y la concordia, mensajero sembrador, eres faro que nos das en fe y costumbres fulgor…».
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PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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