Por primera vez tras años de poner fin a su militancia en lo que llama un «feminismo violento«, la influyente creadora de contenidos mexicana Clara Cuevas ha descrito su regreso a la Iglesia y transición a la vivencia de la fe y la evangelización. El vídeo ha trascendido en YouTube muy por encima de sus 26.000 suscriptores, que se unen a otros 150.000 seguidores en su cuenta de Instagram que cada día reciben una poderosa perspectiva evangelizadora marcada por la caridad, pero también por la contundencia ante los engaños del feminismo que ella misma sufrió. Además de las redes, su podcast «El plan D», donde se propone vivir la fe «en un mundo que no quiere saber de Jesús», se ha escuchado en todo el mundo y superado el medio millón de reproducciones.
Teniendo en cuenta que el feminismo presume de buscar la liberación de la mujer, puede resultar paradójico que hoy Cuevas se describa «liberada» de un movimiento marcadamente «ideológico» en el que comenzó a militar a los 20 años.
Cautivada por un feminismo extraño: «Solo quedaba sacar la rabia»
Durante 15 años, Cuevas era archiconocida por su influyente labor como «booktuber«, reseñando libros desde YouTube. Llegado un momento, comenzó a observar en el feminismo una tendencia «cautivadora» y aún sin desearlo, la materia comenzó a hacerse omnipresente en los libros que recibía y reseñaba.
Sin apenas darse cuenta, se encontraba inmersa en un «feminismo extraño, en el que poco a poco sentía que estaba oprimida, que nadie podía hacer nada por mí y mi condición de vivir y nacer bajo el patriarcado. Lo único que quedaba era abrazar ese dolor para de ahí sacar la rabia y mover el sistema del que había nacido».
La radicalización fue sutil. El feminismo empezó siendo bandera, luego un identificador y después «un radar» que diferenciaba a quien era verdaderamente feminista y quien quiere oprimir.
«Una época marcada por la violencia»
Cuevas se explaya en lo que recuerda como una época marcada por la violencia, pero también por el dogmatismo, pues «opinar sobre el movimiento era casi una condena». Y si preguntaba a otras feministas sobre cualquier duda, la respuesta era siempre la misma: «Es culpa del patriarcado«.
Cuevas entendía que ese era «el motor de lucha para derrocar». Pero había una pregunta que siempre volvía: «¿Y qué más?«.
Radicalizada, Cuevas se recuerda como una mujer «muy enfadada» -la líder provida Olivia Gans detalla los motivos de la rabia en feministas abortistas- y con el único deber de «mostrar a todos que el sistema estaba mal» y, a las que no se daban cuenta de su hipotética opresión, «despertarlas».
Pronto llegó la consigna feminista que afirmaba que «todos los hombres son violadores«. Cuevas cuenta que, «desde el sentimiento, la fórmula era casi perfecta»… con la salvedad de que tenía tres hermanos y un padre. Afirmarlo categóricamente suponía meterlos también a ellos «en el mismo caso y crimen», pero en esta ocasión, la respuesta que recibía del feminismo era: «Lo dices desde tu privilegio, no puedes verlo de otra forma porque hemos crecido en una estructura patriarcal».
Clara Cuevas detalla que buscando la liberación en el feminismo, encontró la libertad en la fe:
«Los argumentos del aborto eran convincentes, no científicos»
Lejos de resolverse, las opacidades y dudas dentro del movimiento continuaron. Y la siguiente en llegar fue la del aborto. Por su experiencia cultural, Cuevas seguía muy de cerca la narrativa del movimiento feminista y en el caso del aborto, la recuerda especialmente «cautivadora», especialmente «si solo damos entrada a los sentimientos y dejamos el sentido común en tercer plano».
«No es que los argumentos fueran científicamente buenos», explica, «eran sentimentalistas y convincentes, bajo una narrativa que manipula la forma de ver los hechos, regidos por los sentimientos». El problema, dice hoy, es que «los sentimientos no pueden regir nuestra forma de vivir por el simple hecho de que son volubles y cambiantes».
Cuando el heteropatriarcado cede el asiento al feminismo
Pero entonces, en agosto de 2018, el debate sobre el aborto estaba en plena efervescencia, especialmente en Argentina, donde se despenalizó finalmente en 2020. Cuevas recuerda que en plena campaña por la despenalización, 1 día antes del debate en el congreso, el New York Times dedicó una página entera a advertir a los legisladores.
«Queremos enviar un mensaje a los senadores argentinos de que el mundo está observando para ver si harán lo correcto por las mujeres y pondrán fin al grave sufrimiento causado por la criminalización del aborto», aseveraba el mensaje del Times, acompañado del slogan de la percha, en referencia a su utilización como herramienta abortiva.
`Queremos enviar un mensaje a los senadores argentinos de que el mundo está observando´, advirtió el Times.
A Cuevas no le «salían las cuentas». «¿Por qué un movimiento oprimido que vive aplastado bajo el patriarcado tendría el apoyo de uno de los periódicos más importantes del mundo?», se planteó. Tampoco obtuvo respuestas y las preguntas eran cada vez más.
Cautivada por Edith Stein: «No podía ser real»
La exfeminista relata que aquella crisis existencial se vio acompañada de una «sanación física» de Dios en su vida aún no relatada. Y comenzó a sospechar que había «algo más» y que, al contrario de lo que le mostraba el feminismo, sus preguntas tenían respuesta. Cuevas abandonó las redes sociales, su círculo de influencia cultural y comenzó a cuestionar sus convicciones con argumentos «de ambos lados».
En plena búsqueda de respuestas, una amiga católica de la universidad le regaló un libro de Edith Stein, en la vida religiosa Teresa Benedicta de la Cruz.
`¿Cómo una Iglesia tan machista y patriarcal le dio un lugar a esta mujer? No podía ser cierto´, pensó Cuevas al conocer a Edith Stein.
«El feminismo aún me tenía atada. Pero abrí el libro y descubrí que Stein, una santa católica con estudios filosóficos y apasionada por la mujer, existía. No lo entendía. Para mí, desde la ignorancia, las mujeres santas eran `piadositas, calladitas, escondidas´. Pero Edith estaba fuera de ese estilo que no me llamaba la atención», detalla. Y también le surgieron preguntas: «¿Cómo una Iglesia tan machista y patriarcal le dio un lugar a esta mujer?».
Para ella, el caso de Stein «no podía ser real» y le hizo replantearse los fundamentos de su propia vida. Identificándose con en el momento en que la santa fue llamada a «salir de sí misma», Cuevas pensaba que si abandonaba su militancia, su dedicación como reseñadora y en redes sociales, perdería su propia identidad. Sabía que Dios la llamaba, pero ella no quería ser parte de lo que creía que era «una Iglesia machista«.
Obteniendo respuestas: «No podemos ser sacerdotes, pero sí santas»
Pero la exfeminista estaba decidida a no vivir más bajo las dudas y abordó de lleno la narrativa feminista sobre la Iglesia. «¿Es machista solo porque las mujeres no pueden ser sacerdotes? ¿Por qué no podemos ser Papa?». Pronto descubrió que aquel cliché era fruto de la convicción de que ser sacerdote suponía ser poderoso, cuando realmente «es una vocación, y si bien todos los hombres pueden serlo, no todos son llamados. Uno no lo elige, se le escoge«, comprendió. Convertida en toda una estudiosa de la doctrina de la Iglesia, comprendió que «creer que ser cura es tener poder es desconocer la tradición y el magisterio». «No podemos ser sacerdotisas, pero podemos ser santas, y eso es a lo que todos los bautizados estamos llamados», menciona.
Guiada por Stein, Cuevas profundizó en el estudio de la Biblia y la Iglesia y comprendió el diferencial de la doctrina católica sobre otras.
El feminismo, dice, «solo da una respuesta lineal y todas caen en la misma conclusión. [La Iglesia] daba sentido a mis dudas, no se quedaban incompletas. Me ayudó a entender que no soy parte de un movimiento, una bandera, un color, una idea, sino que soy una hija, una persona, una mujer que está hecha para amar y ser amada».
De la venganza al perdón: «Me siento liberada»
También halló la diferencia del perdón. En el feminismo, si te equivocas, habrá quien te diga `seamos hermanas´, pero otro sector acabará con tu carrera y te difamará. Y si como feminista te equivocas, ¿a quién consultas? ¿cuál es la jerarquía? ¿A quién rindes cuentas?», se planteó. Mientras que en el cristianismo «hay misericordia, comprensión de que Cristo es a quien debo observar y de redireccionarnos a Jesús cuando fallamos», el feminismo «está movido por la venganza» y «tú eres tu dios, el presidente y el dueño».
Durante su relato, Cuevas pidió una sincera disculpa a todas las personas a las que hirió tras su abandono del feminismo y su conversión, hoy convencida de que «los corazones no se convierten por la humillación y la soberbia, sino por el testimonio, misericordia y encuentro».
«Durante esa época, en mi ignorancia, no fui el rostro de Cristo. Hoy me siento liberada«, concluye antes de dirigir un último mensaje: «No eres una ideología, un color, un pasado, tu rabia o las injusticias. Eres un hijo e hija de Dios, eres amado y hay respuestas a todas esas dudas que has intentado que las heridas respondan. Hay respuesta, y es lo que yo he encontrado en el magisterio, el evangelio y el silencio de la adoración».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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