«Hoy los jesuitas en muchos lugares somos sacerdotes vergonzantes, disimulados, tímidos, sin celo apostólico. Y así no se entusiasma a nadie. La razón por la que no tenemos vocaciones no es por la sociedad secularizada, el cambio de época y mil excusas más. La razón es que esas condiciones de nuestro tiempo nos han acobardado, nos abruman y no sabemos responder a los desafíos de hoy con el empuje y creatividad de ayer. Seguimos enredados en la maraña de la crisis postconciliar de hace más de cincuenta años.»
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