27/12/2024

Año duro de bombardeos en Járkov: así se ha organizado la catedral católica, con oración y ayudas

Antes de la guerra, Járkov era la segunda mayor ciudad de Ucrania, con quizá 2 millones de personas si se contaba su área metropolitana. A tan sólo 40 km de Rusia, el 80% de su población habla ruso en casa, aunque sólo un tercio se declaraba étnicamente ruso. Llena de hijos y nietos de obreros soviéticos, Járkov era de las zonas menos cristianas y menos católicas de Ucrania

Tras un año relativamente tranquilo en 2023, cuando volvió 1 millón de personas que había huido al empezar la guerra (muchos llegaron a España, y volvieron de ella), en 2024 el Ejército ruso ha insistido en volver a bombardear la ciudad desde hace meses. El 22 de abril un misil ruso golpeó a plena luz del día la torre de televisión, derribando su mástil de 240 metros. Las 3 principales centrales eléctricas han sido destruidas, pero los jarkovitas se las arreglan con unas pocas horas de electricidad al día.

Más de cien escuelas han sido dañadas o destruidas, pero los niños van a clase bajo tierra, en muchas de sus sus 30 estaciones de metro. Ha habido bombas dirigidas a las casernas y almacenes de bomberos, y en secuencias, contra los equipos de rescatistas, pero el subjefe de bomberos de la ciudad, Andrii Dronov, decía en abril en The New York Times: «Cuando cae un cohete, en tres o cuatro horas se limpian todos los cristales y se despejan todas las carreteras del centro. Por la mañana, parece que no ha pasado nada y que no ha habido explosiones».

Desde marzo, Rusia usa un arma nueva y devastadora: bombas planeadoras, que son bombas guiadas lanzadas desde aviones de guerra, que liberan cientos de kilos de explosivos en una sola detonación. Pueden llegar a 100 km de distancia.

Y a mediados de mayo, hay ya asaltos de infantería rusos contra Vovchansk, a unas decenas de kilómetros de la gran ciudad, que dejan un reguero de muertes. En abril, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, adelantó en público que Moscú quiere apoderarse de Járkov para que sea el centro de una «zona de seguridad» a lo largo de la frontera rusa. Ya han ocupado unas diez aldeas y al menos 6.000 civiles han huido de esa zona.

Colas para recoger ayudas en la catedral grecocatólica de Járkov en abril de 2024.

La catedral grecocatólica: punto de reparto de ayuda

¿Qué hacen los católicos en Járkov? La diócesis grecocatólica es enorme en territorio (del tamaño de Andalucía) pero tiene sólo unos 6.000 católicos. Su catedral, dedicada a San Nicolás Taumaturgo (el que trae regalos a los niños, además de hacer muchos milagros), es un centro de reparto de todo tipo de ayudas, materiales y espirituales.

Cuenta con unos cien voluntarios, todos de la ciudad, que se dedican a eso. Muchos de ellos recibieron ayuda en su momento, al empezar la guerra, y ahora están incorporados a los equipos de acción.

Hace 10 años, en abril de 2014, el año que Rusia se anexionó Crimea y empezaron los disparos en Donetsk y Lugansk, la Iglesia Grecocatólica (católicos unidos a Roma, pero de rito griego) crearon la diócesis (exarcado) de Járkov, con el sacerdote Vasyl Tuchapets como su primer obispo. La catedral está inacabada y lo estará mientras haya guerra.

«Llegué a Járkov en 2014, y la encontré como una ciudad soviética secularizada, no demasiado amigable. Pero poco a poco me acostumbré a ella, y ella se fue liberando de cadenas de propaganda rusa», dice el obispo en un reportaje publicado en abril en la web de la Iglesia.

Al principio, la mayoría de los parroquianos grecocatólicos eran galitzios, es decir, gente de la región occidental de Halych (la Galitzia ucraniana), entre los Cárpatos y Leópolis/Lvov. Poco a poco la catedral grecocatólica fue incorporando parroquianos de entre la población autóctona. Luego llegó la guerra: la gente con familia en Halych y el Oeste se mudó allí. Y a la parroquia empezaron a llegar muchos conciudadanos que ni siquiera eran muy creyentes, ni católicos, pero que acudieron a ofrecer su trabajo y ánimos, a colaborar en muchas tareas.

Por ejemplo, con escuelas y guarderías cerradas en la ciudad, en la parroquia hay niños todo el día: se les ofrece catequesis, clases de refuerzos, o simplemente juegos.

Por supuesto, para quien quiera liturgia, hay mucha: cada día, a las siete y media de la mañana, hay canto de maitines, con el matrimonio de Mykola y Katya y más feligreses en el coro diario. Y liturgia también cada día a las cinco de la tarde. De hecho, durante toda la guerra, el culto se ha mantenido cada día en el templo, y el obispo ha permanecido en la catedral atendiendo a la gente (también ha visitado las otras parroquias, aunque las que están en zona rusa no tienen clero ni culto y no se pueden atender).

En la catedral de San Nicolás se reza por los difuntos y se conmemora a los caídos. El 11 de mayo, Sábado Santo para el calendario bizantino («Sábado Brillante» se llama en Ucrania) el obispo bendijo en una ceremonia una placa en el patio ante la catedral que conmemora a 8 soldados católicos de Járkov caídos en la guerra: el mayor de ellos nació en 1960, el más joven nació en 2001.

Descargar los camiones con ayuda

El padre Serhii Tymchuk usa una miniván (microfurgoneta) para repartir material humanitario. La ayuda llega a la catedral en camiones, por ejemplo, desde la iglesia grecocatólica de Roma, Santa Sofía, donde los refugiados y emigrantes ucranianos recogen ayudas de toda Italia.

El obispo Vasyl Tuchapets en el reparto de ayudas en la catedral grecocatólica de Járkov en abril de 2024.

Los voluntarios se organizan cuando llega un camión y descargan cajas de comida, medicinas, material de higiene, cosas para niños… Las mujeres clasifican la ropa. El obispo Tuchapets, en esas ocasiones, aprovecha para filmar un video mostrando que la ayuda llega, que se agradece, y dando un mensaje de fe a los donantes.

En Járkov muchos han visto ya bombas muy de cerca, incluyendo al obispo. «El Jueves Santo de 2022, 21 de abril, los rusos bombardearon Járkov con munición de racimo. Por la noche, estaba hablando por teléfono en la cocina cuando escuché una explosión. El proyectil explotó en el aire y los escombros cayeron en nuestro jardín. Uno de ellos cayó en la alfombra de mi dormitorio«, explica el jerarca. La zona residencial destruida en los bombardeos de primavera de 2022 sigue sin reconstruirse.

En la catedral los voluntarios llevan ya dos años de trabajo y tienen rutinas bien establecidas: primero entregan cupones; después, a las once, dejan pasar a las personas y reparten ayudas según los cupones. Además, hay colas separadas para personas con discapacidad y padres con niños pequeños. Hablan, con humor, de la cola para «veteranos de la Batalla de Borodino» (refiriéndose a la famosa batalla napoleónica), que es a la que acuden ancianos, que a veces recuerdan su infancia en la Segunda Guerra Mundial.

«Al principio distribuíamos comida todos los días, luego tres veces por semana y ahora una vez», decía el obispo en abril. «Las colas para conseguir medicamentos son las más grandes: la gente pide medicamentos para la presión arterial, analgésicos y contra el resfriado».

El obispo Vasyl Tuchapets con los niños y las catequistas; con las escuelas y guarderías cerradas, y muchos hombres en el frente, madres y niños pasan mucho tiempo en la parroquia.

El equipo de la farmacia

La parroquia cuenta con su propio equipo de profesionales en la tienda de los medicamentos: un neonatólogo con 52 años de experiencia, un docente de la Universidad Nacional Farmacéutica, un farmacéutico. «Aquí tenemos preparados de hierro, vitaminas del grupo B, aquí antitusivos, paracetamol… Todos los medicamentos están firmados, con explicaciones de qué, cuándo y cómo tomar», explica una de las voluntarias de farmacia.

Cuando la gente ve venir al obispo Vasyl, acuden a él con preguntas, le piden bendiciones y a veces le plantean todo tipo de inquietudes. «El domingo, una mujer de unos 90 años se me acercó y me dijo: «señor obispo, no dormí en toda la noche. Ore para que pueda dormir al menos un poco«, sonríe el prelado.

Muchos jarkovitas a la vez agradecen y se escandalizan al comprobar que se han acostumbrado a las explosiones y bombardeos, que suelen ser de las diez de la noche a la una de la madrugada. Dicen que no les dan ya miedo, que les da más miedo no tener macarrones para los niños.

Un documental sobre San Nicolás en guerra

El día a día en la catedral de San Nicolás lo ha recogido recientemente la periodista televisiva Tetyana Babina, en su documental breve «La misericordia como sentido de la vida», que presentó oficialmente el 12 de mayo en la catedral misma.

En el documental, hay personas que constatan que con cruzar las puertas de la iglesia ya sienten paz y seguridad, en un mundo donde las bombas no dejan de resonar.

Otros agradecen la ayuda que llegó de tantos países, de católicos de todo el mundo, y la que aún sigue llegando al patio de la catedral, con una gestión más que eficaz. Otros cuentan cómo organizaron el envío de ropa de abrigo al frente. O cómo padres y maestros se coordinaron para atender a los niños. La pasada Navidad se celebró con infinidad de villancicos y canciones infantiles muy ensayadas.

El obispo señala también que los templos hoy están abiertos para las personas que tienen que orar por sus seres queridos, los que han muerto recientemente y los que están en peligro. «La iglesia mantiene la fe y el espíritu de la gente y es importante que el sacerdote se quede con los creyentes en el templo, que no abandone la parroquia», explica el obispo, aunque varios de sus sacerdotes no pueden entrar en la zona de control ruso. Cree que los sacerdotes ucranianos, endurecidos por la prueba de la guerra, probados a fuego, tienen mucho que ofrecer a Europa.

(Fotos del reportaje de Oleksandr Savranskyi).

Desde España es posible ayudar a las víctimas y desplazados a través de Cáritas Española, que colabora con las dos Cáritas ucranianas (la latina y la grecocatólica). La cuenta es:  Caixabank ES31 2100 5731 7502 0026 6218. Hay una web para donativos AQUÍ

El documental breve «La misericordia como sentido de la vida» de Tetyana Babina, en ucraniano:

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»