Unos 2.000 fieles, llegados sobre todo de las diócesis de Barcelona y Tarrasa, han acudido en la mañana del sábado a la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona para la beatificación del sacerdote Gaietà (Cayetano) Clausellas y de Antoni Tort, padre de 11 hijos. Son mártires asesinados en 1936. En la ceremonia han participado también muchos presbíteros, diáconos y seminaristas de ambas diócesis.
Presidió la ceremonia el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de los Santos. Concelebraron con él el nuncio apostólico, Bernardito Auza, el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, y Salvador Cristau, obispo de Terrassa. Participaron también el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas y el nuevo obispo de Gerona, Octavi Vilà, que hasta hace unos meses era monje benedictino en Poblet.
Padre de familia numerosa, catequista, visitaba enfermos
Antoni Tort, era padre de once hijos y joyero. Llevaba la comunión a enfermos, y los domingos por la mañana iba a afeitar a los tuberculosos del hospital de San Lázaro. Por las tardes daba catequesis en la parroquia.
Pertenecía a la Comunión Tradicionalista, pero no fue asesinado por su pertenencia política, sino porque su nombre figuraba en una lista de peregrinos católicos a Montserrat. En su casa había refugiado al obispo de Barcelona, Manuel Irurita, junto con familiares del obispo y seis religiosas.
El beato mártir Antoni Tort con su numerosa familia; fue asesinado con 41 años.
Cuando el 3 de diciembre de 1936 irrumpen en su casa arrebató las hostias consagradas de las manos del miliciano que iba a profanarlas y las repartió entre los presentes, incluso a su hijo de 5 años, diciéndole «ellos te quitan a tu Padre de la tierra y yo te doy a tu Padre del cielo». Después siguió a sus verdugos hasta el cementerio de Montcada, donde fue asesinado y arrojado a una fosa común. Tenía 41 años.
(Lea más detalles de su martirio y del caso del obispo Irurita aquí).
El otro mártir beatificado es el sacerdote Gaietà Clausellas, que era capellán de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, dedicadas a la atención a ancianos pobres y enfermos. Cuando se extendió la violencia anticlerical por Cataluña, él se negó a abandonar su puesto diciendo: «No puedo dejar a mis viejecitos».
Ceremonia de beatificación de Antoni Tort y mosén Clausellas en la Sagrada Familia – foto Guillermo Simón-Castellví.
Tres milicianos lo detuvieron en la noche del 14 de agosto de 1936, les recibió cortésmente, saludó a su cuñada y los siguió, recitando el Te Deum. Lo metieron en un automóvil y, en la carretera de Matadepera a la altura de Sant Julià de Altura, lo mataron de un tiro por la espalda y abandonaron su cadáver en medio de la carretera.
El cardenal Semeraro, en su homilía, comparó al padre Clausellas con el Buen Samaritano, como ya hizo el Papa Francisco en una ocasión anterior. El sacerdote repartía su tiempo entre la oración, los ancianos y los pobres, a los que daba de comer. A los más enfermos, los iba a visitar.
Fieles a Cristo incluso en el peligro
A su «testimonio de caridad ambos permanecieron fieles, incluso cuando esto exponía sus propias vidas al peligro», subrayó el cardenal Semeraro, añadiendo que estos «testimonios de martirio, tan intensos e incluso conmovedores» deben entenderse a la luz del ejemplo de Cristo, es decir, de un modo de considerar la propia vida no como «una posesión que hay que tener con avaricia, como un bien único que hay que defender a toda costa, sino, al contrario, abriéndola al encuentro, a la misericordia, al cuidado de los demás, y esto no sólo por solidaridad y filantropía, que también son gestos importantes y dignos de estima», sino precisamente «imitando a Jesús».
El Prefecto de la Causa de los Santos detalló que ambos beatos «dejaron a Dios la elección de su camino». «Ciertamente, la elección de la vida cristiana ya había sido hecha por ambos en respuesta a una vocación: uno eligiendo el ministerio sacerdotal y el otro la misión de esposo y padre». Y, sin embargo, «aceptaron ser condenados como Él por el don a los demás de sus vidas. Esto es lo que hace al mártir: la imitación de Cristo, incluso cuando seguirle lleva a la elección de aceptar la muerte.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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