Hasta 2018, Armin, un joven iraní, sólo concebía la vida desde la religión musulmana, “la única opción” en su país, su personalidad violenta y su deseo de servirse a sí mismo “y a nadie más”. No imaginaba que unos años después, tras llegar a España y conocer la Iglesia, agradecería de por vida aprender “a servir en lugar de ser servido” desde la Iglesia. Aquello le llevaría, sin pretenderlo, a ser clave en la conversión de otros musulmanes iraníes que hoy acuden a sus primeras misas.
Entrevistado en el canal Cambio de Agujas, el joven llegado a España en 2018 celebra sus ocho meses de bautizado y los casi dos años desde que empezó a conocer la fe, pero admite que antes, su vida distaba mucho de ser lo que es hoy.
«Era violento y solo me importaba yo mismo»
“Desde los 18 y hasta mis 20 años fui militar y la personalidad que tenía no es algo que quiera recordar, pero es parte de la realidad. Era una persona violenta, poco moral y solo me importaba yo mismo, nadie más”, comenta.
En julio de 2018, año de las protestas de la disidencia y la represión del régimen iraní, Armin llegó a España. Recuerda que desde los seis años siempre había tenido una “necesidad de búsqueda de Dios”, porque “sabía que había uno, pero no quién era”.
Ya en su nuevo destino, tomó la resolución de buscar a ese Dios que no conocía a través de la vivencia de la gente, ya que en Irán, “si la gente dice o hace algo bueno es por un beneficio personal”.
Lo que vio en la Iglesia que le acogió en España que “totalmente lo contrario” de lo que había visto en su país.
Tocado por los cristianos que vivían su fe
“Empecé a observar y lo que encontré aquí fueron personas que decían que eran de Dios, pero que también lo vivían sin decirlo. Eso empezó a tocarme el corazón, saber que es la fe en lo que viven. Porque si es lo que viven naturalmente, eso es lo que acerca a Dios”; comenta.
Admite que siempre recordará a sus catequistas y a su párroco, por su ayuda y especialmente por su evangelización desde el ejemplo, “que vivían la fe sin decirlo, sin reclamar ningún crédito para ellos. Siempre vi en ellos esa profundidad en el amor, en la humildad, la confianza y la vivencia de la fe. Me tocó mucho. Para mí, es casi imposible creer que alguien en Irán pueda vivir la ley de Dios sin ningún crédito sobre ellos, pero en ellos tres lo que vi es dar siempre todo el crédito a Dios, el amor a la gente y el resto de lo que les queda a Dios y a su pueblo”, relata.
Preguntado por cómo la fe ha cambiado su vida, admite que la relación que tenía antes con su dios era “el temor, no hacer las cosas mal y hacer el bien para no ser castigado”, pero ahora observa “un cambio total de perspectiva”.
Servir en lugar de ser servido
“Sabiendo que Dios me perdona y que siempre me espera para que me acerque más, soy otra persona totalmente en contra de lo que fui. Agradezco mucho a la Iglesia el haberme enseñado la humildad, la paz y el amor o a servir en lugar de ser servido. Es mucho mejor siempre tener la bendición de Dios que algo del mundo, porque lo que te da Dios, la paz, la alegría y la satisfacción, se queda y manifiesta para siempre”, detalla.
Preguntado por sus primeras catequesis, recuerda un momento de oración en el que se dirigió a Dios: “Estoy cansado de oír de ti, háblame tú mismo, quiero oírte a ti”.
La respuesta no tardó en llegar y fue a través de su párroco, aún un desconocido, cuando le escuchó decir que Dios habló a los hombres con su palabra, pero que en esta época habla a través de su hijo. Aquella fue la respuesta que Armin esperaba y necesitaba para empezar las catequesis.
Más allá del ojo por ojo
Comenzó así un largo periodo junto con Carmen, su catequista, a quien recuerda “por su servicio a Dios sin esperar recibir nada, porque todo lo que hacía era por su amor a Dios, y porque en lugar de solo explicarme, trató de enseñarme cómo vive la fe un cristiano en cada situación, cómo decidir o cómo un hijo de Dios puede pensar y saber qué es lo que Él puede querer. Me ayudó mucho a formar mi mente y salir del ojo por ojo al amor y al perdón”, explica.
Así pasaron los días hasta que llegó el momento de su bautismo, que aún hoy define como el mejor día de su vida.
“Fue lo mejor que experimenté, nunca había estado tan feliz. Ese día fui convertido de siervo de Dios en hijo de Dios, pasé de querer conocerle a ser parte de su pueblo y su familia. En vida, tenía un padre que ama sin esperar nada en respuesta, para que avanzar y acercarme a él. Es lo máximo que alguien puede pedir en su vida”, relata.
Mirando hacia atrás, recuerda una vida plagada de violencia y carente de paz. Por eso celebra que hoy es una persona renovada, repleta de una “paz verdadera, de una felicidad y un gozo que no importa en qué situación esté”, pues confía en que “si Dios está conmigo, todo va a salir bien”.
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Entre otras piezas claves de su nueva vida menciona a la Virgen María, a la que valora no solo como la “roca y refugio” que le ha “protegido y consolado” en la adversidad, sino también en quien la ha enseñado a entender el concepto de amor de madre a un hijo.
“Esa ha sido mi experiencia con María, el amor y la compañía en la vida. No importa si estoy feliz o en cualquier situación que esté, siempre le pido que esté conmigo. No me hace falta pedir siempre algo, estar con ella es todo lo que puedo pedir y me basta”, confiesa.
Acercando amigos a Cristo
Armin recuerda a sus amigos iraníes de la infancia. Contactó con ellos, pero le reprochan su conversión y le tratan como un desconocido. «No te conozco», le dicen.
Pero el joven les dijo que había encontrado a Dios, «que conocerle y tener relación con Él y saber cuánto te ama es diferente a solo saber que existe”. Sus amigos entonces le pidieron que les contase algo más. Armin entonces les envió fichas y documentos de su catequesis. Pasado un tiempo, Armin celebra que ahora también ellos se han convertido y asistido hace poco a su primera misa presencial en Turquía.
Aquella experiencia, asegura, “me ha dado el sentido de que si hoy día me muero ya no estoy preocupado por nada. En Irán hay mucha gente que tiene el hambre de conocer a Dios y amarle, ya que siempre han vivido con el temor y no tenían en la oportunidad de conocerle. Espero que llegue el día en que podamos celebrar a nuestro Rey, Jesucristo, en todo el mundo y también en que unidos bendigamos a María, nuestra madre”, concluye.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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