20/01/2025

Auge y caída del pensamiento único: ¿colorín colorado, una década de dictadura «woke» se ha acabado?

Llega Donald Trump a la Casa Blanca, las empresas abandonan las políticas «de inclusión», Hollywood empieza un tímido mea culpa, Mark Zuckerberg canta la panilodia prometiendo acabar con la censura en Facebook e Instagram, las familias se rebelan contra las imposiciones ideológicas en los colegios… ¿Es el fin de la pesadilla del pensamiento único «woke« impuesto durante una década?

Lorenza Formicola se lo ha preguntado al sociólogo Eric Kaufmann y al politólogo Alexandre Del Valle en el número de enero de Il Timone.

Auge y caída de lo «woke»

Marcas históricas han optado por no prestarse más a las evaluaciones del Corporate Equality Index (CEI), el sello de garantía arcoíris ideado por la Human Rights Campaign -la mayor organización estadounidense en defensa de las personas de la comunidad LGBTQIA+- para certificar a las empresas inclusivas. Signos de cansancio para esos Estados Unidos que se habían comprometido a enseñar cómo hacer para ser buenos ciudadanos. Desde hace varios meses, un número creciente de empresas, en su mayoría estadounidenses, han entrado en una fase de rotundo rechazo de las políticas llamadas DEI [Diversity, Equity, Inclusion] establecidas por la agenda woke que la era Biden había abrazado con amor. Y así, a principios de 2025, el sistema instaurado por el movimiento woke se muestra en crisis.

«Un momento de locura»

Tanto es así que el Economist quiso llevar a cabo una investigación y se encontró certificando nada más y nada menos que el «despertar» de un alma estadounidense definitivamente menos woke. Revisó las opiniones recogidas en los últimos 25 años por los institutos de investigación más importantes -Gallup, General Social Survey, Pew y YouGov-: todos ellos mostraban que el wokismo -la versión más actual y extrema de lo políticamente correcto- estaba en declive. Y para corroborar la tendencia revelada por los sondeos, el Economist midió la frecuencia con que Los Angeles Times, New York Times, New York Post, Wall Street Journal, Washington Post y Washington Times utilizaron términos como «woke«, «microagresiones», «opresión», «privilegio blanco» y «transfobia» entre 1970 y 2023: se encontró que entre 2019 y 2021 hubo una frecuencia de 154 usos al día, para luego casi desaparecer. Lo mismo se comprobó en la televisión observando las transcripciones de ABC, MSNBC y Fox News y en la industria del libro observando los títulos de los 30 libros más vendidos cada semana entre 2010 y 2024: las menciones woke alcanzaron su máximo en 2022, desde entonces las editoriales empiezan a distanciarse, hasta alcanzar una reacción casi alérgica.

Tras el asesinato de Floyd, la frase «privilegio blanco» se utilizó 2,5 veces por millón de palabras en el New York Times en un solo año. En 2023, la frecuencia bajó a 0,4. En el mundo académico, la invención de cursos que tuvieran referencias woke aumentó un 20% entre 2010 y 2022, hasta casi desaparecer en la actualidad. Ruy Teixeira, uno de los más destacados académicos de izquierdas del think tank de Washington, el American Enterprise Institute, ha declarado: «Creo que algún día la gente recordará la era de 2015 a 2025 como un momento de locura«.

Para corregir a la humanidad 

El sociólogo británico Eric Kaufmann, profesor de Política en la Universidad de Buckingham, antiguo miembro del Birkbeck College de Londres y ex investigador del Belfer Center de la Kennedy School of Government y de la Universidad de Harvard, explica al Timone que es precisamente gracias al «moralismo protestante tradicional» que el wokismo ha podido extenderse ampliamente tanto en los países europeos como en Estados Unidos y Canadá. «Creo, sin embargo, que la psicoterapia humanista posterior a la década de 1960 ha sido más influyente en la cultura estadounidense, ayudando a dar forma a términos clave del movimiento woke como ‘trauma emocional’, ‘microagresiones’ y ‘triggered‘».

«Las élites europeas occidentales se enamoraron del sentimiento de culpa que da lugar a la ideología woke«, se hace eco Alexandre Del Valle, profesor de geopolítica en la Escuela de Negocios IPAG de París-Niza y Roma, en declaraciones al Timone. «Así que acabamos, por ejemplo, con series de televisión sobre la Edad Media con personajes negros. No tengo nada en contra de los negros ni me molesta verlos, pero ¿qué tienen que ver con ese momento histórico?». La expresión woke se utilizó originalmente en la izquierda para hablar precisamente de un despertar -implorado por la humanidad- de un supuesto letargo ante la injusticia generalizada y genérica, con el fin de imponer nuevas categorías con vistas a una reparación global.

Eric Kauffman (a la izquierda) y Alexandre del Valle analizan qué ha pasado en los últimos años con la cultura ‘woke’.

En esta lógica, hay un modus operandi que también puede justificar medios violentos y antiliberales para corregir a la humanidad.

El comienzo en 2015

Esta historia probablemente comenzó oficialmente en 2015, cuando Trump invadía el mundo político estadounidense y la reacción de la izquierda se volvió neurótica. Las ideas woke empezaron a ocupar con mucha publicidad las cátedras de sociología y literatura de las universidades más conocidas y de ahí a las ordenes del día de las salas de juntas. En los campus se impidió hablar a los profesores e incluso a algunos estudiantes. En las empresas los directivos fueron recompensados por contratar personal para alcanzar los objetivos fijados por la agenda woke: diversidad, equidad e inclusión. En las universidades de la Ivy League, la llamada de atención sobre la injusticia racial consiguió incluso reescribir los planes de estudio: los clásicos griegos y romanos fueron suprimidos por discriminatorios, machistas, peligrosos. En 2017, Bret Weinstein, profesor de biología y acérrimo partidario de Bernie Sanders, se vio obligado a dimitir del Evergreen College acusado de supremacismo blanco: se atrevió a criticar la idea de que en un determinado día del año los estudiantes blancos no debían entrar en el campus. Al fin y al cabo, la wokeness es muchas cosas, pero sobre todo es una forma de histeria que se irradia a través de un sistema de intimidación. Un brebaje de afán de exhibicionismo ético, para reforzar la autoestima ante la opinión impuesta, y de intimidación ética, para castigar a quienes se disocian. Esto también ha provocado un deterioro del sistema educativo. «Lo vemos en la reticencia a excluir a los alumnos por mal comportamiento o a valorar a los mejores, lo que perjudica los resultados educativos. El ataque a los blancos y a los hombres, así como la moralización de la política por parte de la izquierda, sólo generan polarización y división«, dice Kaufmann al Timone.

Los jóvenes también se han cansado

«Get woke, got broke» («Despierta y arruínate»). La profecía impresa en las camisetas más populares durante toda la campaña electoral presidencial estadounidense -y no sólo entre los republicanos- se ha hecho realidad. Una increíble encuesta de Newsweek ha verificado que el 72% de los jóvenes de 25 a 34 años, esos mismos Millennials que hace sólo un par de años estaban a la vanguardia de la lucha por la inclusión y la justicia social -rodilla en el suelo y puño en alto-, comparten ahora el sentimiento del eslogan incluso más que padres, madres y hermanos mayores. Disney encabeza los casos-escuela con sus mil millones de dólares quemados en sacrificio al wokismo: cuatro películas fracasadas, recorte de ejecutivos inclusivos y grandes despidos. Tras la wokización de Tolkien con la serie Los Anillos del Poder, Amazon también ha anunciado el hacha que caerá sobre MGM Studios y Prime Video. Maybelline, la popular empresa de cosméticos, ha reducido sus ventas a la mitad tras elegir como testimonial a Dylan Mulvaney, la activista trans compañera de Biden. No está satisfecha con la experiencia Anheuser-Busch, la empresa que produce Bud Light, la cerveza más vendida en Estados Unidos, según las cuentas de J.P. Morgan, porque su cara impresa en las latas redujo un 26% los beneficios.

El adiós de las marcas

Jim Farley, consejero delegado de Ford, dijo no a los recursos para la agenda DEI. Le siguieron el conocido fabricante de maquinaria agrícola John Deere, Jack Daniel’s y la cerveza Coors. Harley Davidson renunció ya el pasado abril. HBO, la cadena histórica de Nueva York, dijo que apoyaría a J.K. Rowling. La escritora, progresista y defensora de los derechos de los homosexuales, ha sido durante mucho tiempo objeto de un odio feroz porque apoya la diferencia sexual como una realidad y no como un invento del heteropatriarcado. La empresa matriz de HBO es Warner Bros y nunca antes se había opuesto a los mandamientos woke. Los departamentos de marketing de Nike, Jaguar, Chick-fil-A y Target también están revolucionados: los consumidores han dicho expresamente basta a los continuos intentos de complacer los preceptos woke. Azoria Partners, una importante sociedad de fondos de inversión, anunció antes de Navidad el primer ETF [Fondo Cotizado en Bolsa, por sus siglas en inglés] anti-woke para 2025. Es decir, un fondo pasivo que excluirá a las empresas que incluyan el cumplimiento de los principios DEI en sus procesos de contratación.

«Un socialismo cultural»

Para el sociólogo Kaufmann, el wokeness puede definirse como «socialismo cultural«. Explica la brillante definición al Timone: «El socialismo económico trata de la igualdad de resultados entre individuos y clases, lo que implica la protección de los pobres frente a la explotación. El socialismo cultural, en cambio, trata de la igualdad de resultados basada en la raza y el género, así como de la protección emocional de las minorías raciales, sexuales y de género. Ambos limitan la libertad. En el caso económico, se trata de la libertad económica y los derechos de propiedad, perjudicando la riqueza económica. En el caso del socialismo cultural, limitan la libertad de expresión y el mérito, provocando un declive del crecimiento cultural».

Aunque los antecedentes hasta ahora dan la razón al profesor, hay que buscar, sin embargo, el origen del socialismo cultural. Ciertamente «el igualitarismo» del marxismo, dice Kaufmann al Timone, a través de un «giro cultural» en los años 60, «aplica el marco de oprimidos contra opresores a los grupos identitarios en lugar del conflicto burguesía contra proletariado». Y además el «humanitarismo: la cultura de la cancelación en nombre del ‘Sé amable’ es una forma de humanitarismo extremo en defensa de los débiles, que no admite límites. La retórica de la seguridad emocional, los códigos lingüísticos y el uso de términos como ‘acoso’, ‘daño’ y ‘trauma’ representan una versión patológica de esta mentalidad«. Por último, añade Kaufmann, «el individualismo expresivo empuja a las personas a ser narcisistas, a confiar siempre en sus emociones interiores, a alimentar un sentimiento de victimismo personal y a desarrollar fragilidad mental, identificándose con el estado mental herido y dañado de los demás».

Pico de asesinatos y crímenes

Todo esto también forma parte de la historia política reciente, que ha visto grandes convulsiones políticas en las últimas rondas electorales. El voto estadounidense ha sido la representación plástica de ello. Lo más probable es que la obsesión de las élites por la wokeness dirigiera, directa e indirectamente, un voto de rechazo y, por tanto, de desafío, que condujo a la clara derrota de Harris.

Kaufmann está convencido: «Directamente, puesto que algunos votantes independientes se dejaron influir por un anuncio muy destacado que mostraba a Harris apoyando las cirugías de transición de género financiadas con fondos públicos destinados a la delincuencia y a los inmigrantes ilegales, con el eslogan, ‘Kamala es para ellos [jugando con los pronombres al estilo woke, ed.]. Trump para los demás’. Los encuestadores descubrieron que ese anuncio por sí solo movía 2,7 puntos porcentuales hacia los republicanos«.

Pero también indirectamente, añade el profesor de política de la Universidad de Buckingham, porque el woke impidió a Biden y Harris «deportar a los inmigrantes sin papeles por miedo a ser acusados de racismo, lo que provocó una oleada de inmigrantes ilegales«. En tiempos del alcalde Bill de Blasio, el lema de Black Lives Matter Defund the Police [Recorta el presupuesto de la Policía] se hizo realidad, las fuerzas del orden fueron acusadas indiscriminadamente de racismo, sufrieron recortes de recursos y personal. Se ordenó a la policía local que no aplicara las leyes federales de inmigración. El resultado fue un aumento de asesinatos y delitos diversos, especialmente contra las minorías étnicas y las clases trabajadoras de los barrios obreros y la entrada de 200.000 inmigrantes ilegales, para una crisis que ya ha costado 4.600 millones de dólares.

Europa continúa estando enferma

«El inmigracionismo y la racialización de la sociedad son wokismo. Para que los ciudadanos acepten un cambio de civilización, se ha optado por el wokismo. Esto ha exportado a Europa el sentido de culpabilidad estadounidense por la esclavitud, inventando la tendencia a dar lecciones de moral al mundo para expiar la culpa.

Alexandre del Valle, en ‘El Gato al Agua’ (El Toro TV).

»Crearon una ecuación entre los musulmanes de Europa y los negros descendientes de esclavos en América. Una comparación peligrosa, que ha obligado a toda una categoría de personas a sentirse rodeadas de enemigos. Creo que el woke es una cárcel racial: no tienes ninguna posibilidad de integrarte porque si lo haces hay alguien que te va a llamar traidor», dice Del Valle al Timone, y añade: «El wokismo está en declive en general en Estados Unidos, pero no en otros lugares. Nunca ha llegado a Hungría ni a la mayoría de los países del Este. Y probablemente nunca llegará. En Inglaterra, en cambio, no hace más que crecer, al igual que en Francia. Creo que Europa Occidental sigue siendo paladín de lo wokeness, junto con un poco de América Latina; en el resto es rechazado».

Traducción de Verbum Caro.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»