Ayer cumplió sus ochenta años el cardenal Sarah. Qué cabeza provilegiada, cuánta fe, cuánto sentido común.
La solemnidad de la Santísima Trinidad es un ponerte delante de Dios mismo, adorar y admirarte de su amor. Y entonces recordé que apenas unos días antes había podido leer y saborear las palabras del cardenal Sarah en la presentación de su último libro y me dije: esto merece la pena que se lo cuente a mis feligreses. Dicho y hecho.
Quise destacar tres cosas:
1. La centralidad de la adoración en la vida cristiana. «La Iglesia es árida porque faltan adoradores. El mundo muere porque le faltan adoradores»
Decía yo a mis feligreses que la raiz de la crisis en la Iglesia está en que construimos templos y supuestas comunidades sin Dios. Qué poca adoración, qué poco se reza en nuestras iglesias. Llegamos a los templos alas celenbraciones, hablamos, nos salidamos, estamos a nuestras cosas hasta que empieza el espectáculo, la misa. Acaba y vuelta a lo mismo.
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