El padre Moisés Lira Serafín (1893-1950) fue beatificado este sábado en la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del dicasterio para la Causas de los Santos. Al día siguiente, tras el rezo del Ángelus, Francisco le recordó en la Plaza de San Pedro y pidió un aplauso para festejar esta figura, muy querida para los mexicanos. Su festividad se celebrará en lo sucesivo cada 25 de junio.
Concelebraron la eucaristía numerosos obispos, entre ellos el arzobispo primado de México, Carlos Aguiar Retes, y el arzobispo de Monterrey y presidente de la conferencia episcopal, Rogelio Cabrera. Tras la proclamación, se desveló su retrato oficial y se mostró para la veneración de los fieles un fragmento óseo del beato, reliquia que transportaron religiosas de la congregación que él fundó, las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada.
La reliquia del Beato Moisés Lira Serafín.
Pasó haciendo el bien
¿Por qué tanta devoción en México a este religioso?
El padre Lira, huérfano de madre cuando tenía cinco años e hijo de un maestro de la escuela parroquial, descubrió muy pronto su vocación sacerdotal, orientada en principio al clero diocesano. Pero tras conocer al padre Félix de Jesús Rougier en una de sus giras vocacionales, decidió acompañarle para la fundación de los Misioneros del Espíritu Santo en 1914, instituto al que perteneció hasta su muerte. Fue su primer religioso. Hizo los votos en 1917 y fue ordenado sacerdote en 1922.
En 1923 fue confesor, durante una epidemia de viruela en México. En 1926, durante la persecución religiosa que desmebocó en la Guerra Cristera (1926-1929), celebraba misa clandestinamente y llevaba la Eucaristía a los enfermos. Luego estudió Teología Dogmática en la Gregoriana de Roma, hasta su regreso a México en 1928.
Moisés Lira Serafín, ya como misionero del Espíritu Santo en la congregación que casi co-fundó con el padre Rougier.
Como señala en ReL Carlos J. Díaz Rodríguez, hay cinco motivos por los que se le guarda tanta devoción en su país, lo que ha acelerado su beatificación.
-la fe profunda con la que, dentro de la Espiritualidad de la Cruz, vivió la infancia espiritual propuesta por Santa Teresa de Lisieux, confiando en Dios y poniéndose siempre en sus manos;
-el impulso en la ciudad de Morelia a los grupos de acólitos que le ayudaban a misa, con quienes compartía la oración, los paseos y los juegos, como el fútbol; una cercanía que dio lugar a varias vocaciones;
-la fundación, en 1934, de las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, con una reconocida labor en el ámbito educativo y de atención a los más necesitados;
-las numerosas horas que pasaba confesando, sobre todo en el Templo Expiatorio Nacional de San Felipe de Jesús de la Ciudad de México; tantas personas acudían a su confesonario, que había que repartir números para mantener el orden en la cola;
-los escritos y reflexiones con los que enriqueció la Espiritualidad de la Cruz.
Las palabras de Semeraro
En la homilía de la misa de beatificación, el cardenal Semeraro señaló precisamente que cuando el nuevo beato «hablaba de Dios, lo hacía como un verdadero hijo y como un verdadero padre, con una ternura que impresionaba». En las dificultades que le fue planteando la vida, “su carácter seguía siendo alegre y bromista«, porque “le encantaba hacer feliz a todo el mundo y su alegría brotaba de su interior, ciertamente por su relación estable con Dios». De hecho, mantuvo ese buen espíritu incluso «en medio de sus numerosas enfermedades», durante las cuales intentaba así «no ser una carga», según declaró uno de los testigos del proceso.
“Su fuente de alegría era hacer la voluntad de Dios, como Jesús”, dijo otro testigo, citado por el purpurado, quien añadió: “Así vivía el Beato Moisés la pequeñez de la que nos habla el Evangelio”.
Pasaba de 6 a 8 horas diarias confesando y con una dirección espiritual sabia y prudente que «orientó en su opción de vida» a innumerables personas: «Infundía en los corazones confianza en Dios y seguridad, con la que les elevaba el espíritu, una necesidad muy sentida en el mundo de hoy”.
Solía decir que “es necesario ser muy pequeño para ser un gran santo”. Era conocido como “el apóstol de la bondad” y fue un hombre de profunda oración, cuidando también a los enfermos, especialmente a los sacerdotes.
Murió en 1950, a los 56 años de edad, a consecuencia de una enfermedad neurológica y enseguida se difundió la fama de su santidad, animada por el recuerdo de ese acompañamiento a miles de personas y también por la acción caritativa de las religiosas fundadas por él.
¿Patrono de las embarazadas?
Su causa de beatificación se inició en 2008. El 28 de marzo de 2013, Francisco aprobó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas. El milagro de su beatificación, aprobado por el Papa el 14 de diciembre de 2023, fue la curación milagrosa de una bebé en el vientre de su madre y por ello se ha empezado a difundir la petición de que sea declarado patrón y protector de las mujeres embarazadas.
En efecto, a la milagrada, Lissette Sarahi, que hoy tiene 20 años y estudia diseño digital, le diagnosticaron una hidropesía fetal no inmune que normalmente es letal antes o después del parto y, en caso de supervivencia, deja graves secuelas. Su madre imploró perseverantemente la intercesión del padre Moisés, de quien escuchó hablar entonces por casualidad. Tras la curación de Lissette, inexplicable para los médicos, toda su familia se unió mucho más a Dios, recibiendo así un beneficio también espiritual.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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