Yo suelo intentar rezar antes de hacer nada, al comienzo del día, como mucha gente, imagino. En el evangelio hoy, Jesús se retira a orar después de un día agotador de predicación y encuentros con la gente. Al anochecer, cuando lo propio sería irse a descansar, «le llevaron todos los enfermos… la población entera se agolpaba, …. curó a muchos», pero seguro que atendió a todos. «Se levantó de madrugada, se marchó a un lugar solitario y se puso a orar».
Yo intento rezar por las mañanas, pero la verdad es que si me he acostado tarde, aunque no sea por haber estado trabajando, no me levanto de madrugada para orar.
Seguro que Jesús venció el sueño y el cansancio pero no perdonó la oración. Aquí no se trata de dar una enseñanza moral: «hay que ser fuertes y rezar pase lo que pase y cueste lo que cueste». Aquí de lo que se trata es de pedir al Señor ese deseo de estar a solas con Dios. Que pasar tiempo a solas con Dios sea lo más importante para mí.
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