Una encuesta desveló en 2022 que, por primera vez, más del 50% de la población holandesa se define como atea o agnóstica. Nada que ver con lo que pasaba a finales de los años 50 y principios de los 60, según recuerda el cardenal Willem Eijk, de 71 años, médico antes de ser sacerdote, arzobispo de Utrecht. En aquel entonces las iglesias estaban llenas (hoy están a la venta en todo el país) y en muchas parroquias había hasta cuatro misas el domingo, una de ellas misa mayor.
“Pero después de 1965 las cosas cambiaron muy rápidamente”, señala el purpurado en una amplia entrevista concedida a Communio para su número de otoño: “Entre 1965 y 1975 el número de personas que iban a la Iglesia se redujo a la mitad”. Era solo el principio de la pesadilla que ha sido el último medio siglo para la Iglesia holandesa. En buena medida, la entrevista busca alertar a la Iglesia universal para que no cometa los mismos errores que llevaron a la de los Países Bajos a su postración actual.
Pese a lo cual hay signos de auténtica esperanza: “No está usted sentado ante un hombre desesperado”, advierte con humor al redactor, antes de enumerar los ambiciosos proyectos “misioneros” que están activando las diócesis, entre los que cita las catequesis post-confirmación, los Cursos Alpha y la iniciativa de los Domingos en Familia, que buscan crear comunidad en torno a las parroquias.
Eso está produciendo un leve despertar, tanto a nivel de conversiones como de vocaciones: “En todas las parroquias vemos cada vez más jóvenes que piden el bautismo o la confirmación, personas entre 20 y 50 años que, por así decirlo, aparecen de la nada«. Lo explica porque, aunque a las nuevas generaciones no se les han dado criterios para distinguir el bien del mal ni pilares ni objetivos para la vida, hay preguntas que «surgen de modo natural», porque en todo ser humano «hay sembrada una apertura al Misterio«. Además, “cuando la gente viene a la iglesia hoy en día, se trata de una decisión consciente» y quienes se casan por la Iglesia lo hacen «por convicción«.
Los porqués extra e intraeclesiales de la descristianización
Eijk atribuye el desplome de la Iglesia, en buena medida, a la “secularización que llegó con el incremento de la prosperidad”, la cual acentúa el individualismo: se diluye el sentido de la comunidad y “las personas se sitúan a sí mismas en el centro y se convierten, por así decirlo, en su propio Papa: eligen su propia interpretación de la religión y sus propios valores éticos. Como resultado, pierden los lazos con la Iglesia”.
Esto tiene una traducción también política, porque «antes imperaba la idea de que el hombre ha sido creado a imagen de Dios y, por lo tanto, tiene derechos inalienables», ahora la definición y alcance de esos derechos «lo asume el Estado», lo que se traduce, por ejemplo en que la vida ahora «vale menos», y pone como ejemplo el creciente número de abortos y eutanasias. Lo mismo pasa con la familia, con un 40% de matrimonios que terminan en divorcio, o con la imposición de la ideología de género: «A largo plazo», vaticina, «el experimento social de establecer un orden ético sin Dios quebrará«.
Pero el cardenal Eijk también señala causas intraeclesiales para la descristianización, que tuvieron su raíz en la evolución propia de la Iglesia holandesa. Recuerda, por ejemplo, las «similitudes obvias» entre el «concilio pastoral» que vivió la provincia eclesiática de Holanda entre 1966 y 1970, origen de su autodestrucción, y el actual «camino sinodal» alemán.
«No cometáis nuestro error»
Él tiene claro que las reformas en sentido mundanizador no funcionan, y sin embargo la fidelidad a la fe de la Iglesia, sí: «Aprendan de la Iglesia en los Países Bajos que esto es un error. Quienes crean confusión alejan a la gente de la iglesia. No es así como la gente volverá. Quiero decirle a los obispos de otros países: no cometáis este error, no cometáis nuestro error. En las parroquias donde se proclama bien la fe y se celebra la liturgia con dignidad, las iglesias están llenas. Se trata de poner a Cristo en el centro. Cuando la gente descubra a Cristo y comprenda mejor las Escrituras, comprenderá mejor las enseñanzas de la Iglesia”.
“Nuestro trabajo consiste en decir la verdad, aun cuando sea difícil”, dice en otro momento: “Y si se argumenta con autenticidad, la gente se abre”.
También señala la vía de la unidad como clave para la credibilidad de la Iglesia: “La palabra ‘sínodo’ proviene del griego ‘syn‘, juntos, y ‘hodos‘, camino. Debemos seguir un camino común y no apartarnos de la Iglesia universal. El Papa insistió en ello en su Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania de 2019. Cuando se pierde la unidad en la proclamación [de la fe], la Iglesia pierde su credibilidad. En los Países Bajos hemos hecho muy malas experiencias de creación de ambigüedad y confusión durante los últimos cincuenta años. La gente tenía la impresión de que ni la propia Iglesia sabía realmente lo que es”.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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