El arzobispo emérito de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, y su secretario, Juan Pedro Ortuño, visitaron el pasado mes de septiembre Medjugorje, acompañando una peregrinación organizada por la escritora española María Vallejo-Nágera. Hace unos días, en el programa del padre Arturo Díaz «La Espadaña», de Radio María, el prelado contaba cómo fueron esos días de recogimiento y oración a los pies de la Virgen.
«Un grupo de devotos, que se han unido en torno al querer ser testigos de lo que llaman la verdad de Medjugorje, me invitaron a una reunión y me contaron sus experiencias. Todas esas experiencias de conversión, con el adjetivo, llamativo y el menos profundo con el que se puede calificar esas historias, de sorprendentes«, comenzó diciendo el cardenal.
Precisamente, el testimonio que más le impactó fue el de un sacerdote de Madrid que él mismo había ordenado. «Me dijo que había vivido en Medjugorje una conversión, diríamos en términos coloquiales, tumbativa. Era un chico que andaba por ahí… era un bala clásica, de una familia buena, pero un bala. Y, el día que se ordena, le dice su madre que todos los días había rezado para poder tener un hijo sacerdote y que nunca creyó que iba a ser él. Una historia muy hermosa», relató Rouco.
Confesiones por millares
«En el grupo, el relato de todos, de sus conversiones, era admirable. Humanamente inexplicable, por supuesto. Quererlo explicar con los recursos de la psicología humana era imposible. Había una irrupción clásica de la gracia del Señor y eso me animó a seguir su invitación y querer acompañarlos», explicó el cardenal sobre cómo se animó a viajar.
Rouco también comentó que, debido a la situación eclesial en la que se encontraba Medjugorje, y más siendo obispo, le había sido complicado visitarlo antes. «Hacer una peregrinación a Medjugorje tenía sus aspectos, para un obispo que vivía una responsabilidad de pastor de una diócesis grande como la de Madrid, muy complejos, pero, a la vez, muy ricos en carismas, en formas de entrega al Señor. Te exigía prudencia a la hora de avalar con tu presencia un hecho que eclesialmente no estaba netamente definido«.
«En el grupo, el relato de todos, de su conversión, era admirable. Humanamente inexplicable, por supuesto. Quererlo explicar con los recursos de la psicología humana era imposible» (foto: Centro Medjugorje).
Pero, «desde que el Papa nombró a un obispo para la atención pastoral de Medjugorje esas dudas quedaron despejadas, en sentido positivo, yo no tuve ningún problema para acompañar al grupo como peregrino«, añadió el cardenal.
Para Rouco, la tónica habitual en Medjugorje es siempre la oración. «La actividad que uno percibe es la de la oración. Y, también, la forma culminante que es la Eucaristía, en la gran explanada, construida, por cierto, de una forma desproporcionadamente grande para lo que era la población de Medjugorje en los años 30. El día que estuve no tuvimos sitio en la iglesia, estaba totalmente ocupada, y celebramos la misa en un gran salón», explicó Rouco.
Otro elemento llamativo para el cardenal fueron las numerosas confesiones que se dan en Medjugorje. «Es impresionante el lugar de los confesionarios, y, no solo el lugar, sino los centenares de sacerdotes que están confesando a posiblemente millares de personas. Eran días de mal tiempo, de lluvia, y había mucha gente confesándose», recordó.
Rouco menciona, también, la peregrinación a los lugares de las apariciones, «la famosa subida a la cruz, por un camino pedregoso, que yo, a mi edad, ya no pude subir. La adoración al Santísimo, que es perpetua. Luego, los lugares de encuentro de los posibles grupos, en los distintos locales que se han construido. También, los viacrucis al aire libre, los rosarios con sus estaciones en un gran espacio de bosque muy hermoso. Al final, uno dice, ¿cuál es la impresión de Medjugorje?, que es un lugar donde se reza muchísimo, donde no se hace otra cosa, desde lo más sencillo, que es la oración personal, pasando por las oraciones comunitarias, hasta las más culminantes como son la penitencia y la Eucaristía».
«Centenares de sacerdotes estaban confesando a posiblemente millares de personas. Eran días de mal tiempo, de lluvia, y había mucha gente confesándose», recordó el cardenal (foto: Centro Medjugorje).
Sobre si el reciente documento del Vaticano para Medjugorje marcará un antes y un después, el cardenal lo tiene claro. «Sí, ciertamente, sí. De todos modos ese acto de gobierno pastoral del Papa nombrando un obispo para Medjugorje era ya un antes y un después. Pero, efectivamente, ese gesto quedó confirmado por el documento publicado Reina de la Paz», afirmó el arzobispo emérito de Madrid.
Uno de los momentos que recuerda Rouco con más alegría de su visita a Medjugorje fue el encuentro con el obispo del lugar. «Me pareció una persona muy virtuosa, muy bien formada teológicamente. Con mucho sentido pastoral para saber lo que estaba ocurriendo y lo que había ocurrido. Allí se había abierto una especie de fuente extraordinaria de la gracia y que había que beber de esa agua», recordó el cardenal que le dijo el obispo Petar Palić.
«No quiero darle un valor de verdad científica o histórico-científica, pero las primeras apariciones han impresionado mucho a los investigadores. No hay una declaración oficial de que se consideran como auténticas, por lo menos que permitan un juicio claro y neto de que sean auténticas, pero parece que es lo que se desprende de ese informe», explicó Rouco, refiriéndose a la investigación de la comisión Ruini.
«Y, las otras apariciones quedan en un cierto suspense. Lo que significa el documento vaticano es que no hay nada contra la moral, contra la fe y que de ahí están saliendo frutos muy buenos de vida cristiana, de conversión, etc», añadió.
Para Rouco, la presencia de un obispo local es muy importante para Medjugorje. «Que haya un obispo me parece muy acertado. La autoridad, la guía pastoral está próxima, que se puede acudir a ella para propuestas de actos extraordinarios y para atender a los muchísimos sacerdotes que van de peregrinos allí. Me llamó mucho la atención el número de sacerdotes peregrinos en Medjugorje«.
«El día que estuve no tuvimos sitio en la iglesia, estaba totalmente ocupada, y celebramos la misa en un gran salón», explicó Rouco (foto: Centro Medjugorje).
«Medjugorje es como si entrases en un monasterio y rezas desde la mañana hasta la noche. Con el atractivo, diríamos personal, para un obispo, de ver que los fieles con los que vas sintonizan plenamente con ese ambiente de oración, y de forma muy mariana. A la Virgen, en estos santuarios, siempre la vives de una manera peculiar».
En este punto, el cardenal recordó algo que siempre cuenta una de las videntes. «Ella dice que todos, al marchar, se llevan dos ‘cariños’ de la Virgen consigo. Yo creo que también los recibí. Uno no me salió del todo bien, un sacerdote de Madrid que se nos acaba de morir, don Alfonso Simón. Ahí no. No debió de ser ese cariño, me debió dar otro que yo no conozco. Y, luego, una sobrina mía que tiene ELA, desde hace más 30 años, que le hacían una operación y ha salido muy bien, le han hecho una traqueotomía y ya puede respirar».
El cardenal también habló de lo que se llevó para casa de su peregrinación. «Primero, respeto para el lugar y, segundo, que hace bien ir a Medjugorje, no te va a hacer ningún daño de ningún tipo, todo lo contrario. Es un enriquecimiento de la relación personal con la Virgen, con la Madre del Señor, como la madre de todos, pero como madre de los sacerdotes y de los obispos, que eso tiene mucha importancia».
Puedes escuchar aquí la entrevista completa al cardenal Rouco.
Y, a los religiosos que quieran acudir a Medjugorje, el cardenal les dio un consejo. «Pueden pensar que es una aparición de la Virgen en un momento preciso de la historia de la Iglesia y del mundo. El Concilio Vaticano II se está aplicando. Lleva más o menos 10 o 15 años de aplicación, con muchas dificultades prácticas y también, a veces, teóricas. Que piensen en qué medida toda esa riqueza del Vaticano II la están viviendo en toda su hondura(…). Tenemos que ser fieles al Concilio, de verdad, de verdad, y tenemos que ser fieles a lo que nos pide el Señor en una Europa que sale de un momento tremendo de su historia, donde se ha negado a Dios radicalmente. Y que, si se quiere ir adelante, se tiene que buscar la ayuda de la Madre de Dios, de la Madre del hijo de Dios y de la Madre de la Iglesia», concluyó Rouco.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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