San Pablo nos advirtió de que Satanás podría disfrazarse como un «ángel de luz», una idea que ha estado muy presente en la iconografía clásica. Lo recuerda el dominico Riccardo Barile, O.P. (n. 1946) en La Nuova Bussola Quotidiana, al tiempo que señala algunos de sus disfraces más comunes en nuestros días:
Un «ángel de luz»: las mil caras de Satanás hoy
Entre las dificultades encontradas por el apóstol Pablo en Corinto, estaba la presencia de falsos apóstoles, descritos como un «cualquiera» que predica «un Jesús diferente del que os he predicado» o un espíritu u otro Evangelio diferente que «toleráis tan tranquilos» (2 Cor 11, 4-5). Y hasta aquí todo normal, al menos para San Pablo. Pero lo que sigue es una bomba: «No hay qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia. Pero su final corresponderá a sus obras» (2 Cor 11, 14-15). Por lo tanto, Satanás se disfraza con pensamiento o sugestión positiva; y con él, otros se disfrazan como ministros de justicia, también ellos revestidos de una luz que, en principio, parece tranquilizadora.
La pregunta que nos viene enseguida a la mente es: ¿puede suceder esto también hoy? Y si es así, ¿cómo sucede? Un poco de paciencia: antes de pasar al hoy, es necesario centrar algunas cosas.
Ayer
Que Satanás se presente como ángel de luz es lo que sucede en el primer pecado: la serpiente era «la más astuta de las bestias del campo que el Señor había hecho» y su “luminosa catequesis” induce a Eva a mirar el árbol y el fruto de una manera nueva y positiva: «Bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr la inteligencia» (Gen 3, 1.6). La relación entre el ángel de luz y los falsos ministros se delata ya a partir del primer pecado, cuando Adán come el fruto sólo porque se lo ofrece Eva (Gen 3, 6). Hay que añadir que en Pablo los falsos apóstoles no son ni ajenos ni endemoniados, sino personas que se presentan eclesiásticamente como normales; hoy diríamos «complementarios».
La imagen de Satanás como ángel de luz circulaba en la cultura religiosa de la época; esto lo vemos en el apócrifo contemporáneo Vida de Adán y Eva, que narra que tras la expulsión del Paraíso Adán convenció a Eva para hacer penitencia, pero «Satanás, su adversario, se sorprendió y, transformándose en un ángel espléndido, fue al río Tigris donde estaba Eva y al verla llorar presa de un gran dolor, también él se puso a llorar» y la disuadió de la penitencia (n. 9) (para la curiosidad del lector, Adán fue después quien se dio cuenta del engaño).
La imagen y las precauciones permanecieron en la praxis eclesial. Por ejemplo, San Agustín afirma que es importante «saber reconocer atentamente cuando Satanás se disfraza de ángel de luz, para no dejarse engañar y atraer por algún peligro fatal» (Enchiridion 16,60) y, de aquí, pasa a sus ministros: «Hoy Satanás intenta expulsar (a los fieles) de la Iglesia por medio del veneno de los herejes, del mismo modo que hace tiempo nos expulsó del Paraíso con el veneno de la serpiente» (Sermón 348/A,5).
En la iconografía medieval y renacentista la serpiente del pecado original tiene, a veces, cabeza femenina: tiene la misma cabeza que Eva en el fresco de Masolino da Panicale († 1440) en Santa María del Carmen en Florencia.
‘La tentación de Adán y Eva’, de Masolino da Panicale, en la Capilla Brancacci de Florencia.
Tiene cabeza femenina también en la tabla izquierda del tríptico El carro del heno, de Hyeronimus Bosch (El Bosco) († 1516).
Detalle de la tabla izquierda de ‘El carro del heno’, de El Bosco.
Tiene cuerpo de mujer en la monumental serpiente de Miguel Ángel († 1564) de la Capilla Sixtina.
Miguel Ángel, Capilla Sixtina: ‘Expulsión de Adán y Eva del Paraíso’.
¿Imagen negativa de la mujer como tentadora? En parte sí, pero hoy es posible una lectura mucho más intrigante: Satanás como «ángel de luz» es tan convincente que su falsa luz se identifica con nuestro propio procesamiento del pensamiento hacia el mal, haciendo que casi no nos demos cuenta de su presencia.
Hoy
Volvamos a la pregunta: ¿puede suceder también hoy? Sí. El rito de los exorcismos recuerda, en el proemio, que el demonio ha sido mentiroso en todos los tiempos y que es el padre de la mentira (Jn 8, 44); entre otras cosas, porque se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11, 14).
En estos casos no se trata de vejaciones o posesiones: se trata «de la realidad cotidiana de las tentaciones y del pecado, en los que Satanás (…) seguramente está actuando» (Rito de los Exorcismos, presentación de la Conferencia Episcopal Italiana, n. 7). Más bien percibimos la falsa luz a través de los que se disfrazan como «ministros de justicia». Esto significa que el demonio intenta introducir en los discursos de los hombres de Iglesia -en su mayoría de buena fe- un porcentaje de tinieblas, y lo hace «hablando a Eva con el rostro de Eva» para que así los interesados no se percaten de su presencia y perciban todo como una elaboración personal del pensamiento, es más, como una interpretación más profunda de la fe.
Pero estas «falsas luces» se pueden desenmascarar con una vigilancia o discernimiento ordinarios, también porque repiten una serie de constantes en los contenidos y el método. He aquí algunos ejemplos.
1. La falsa luz de otro evangelio
Tanto en 2 Cor 11, 14 como en Gal 1, 6, 8-9 se repiten las expresiones «otro evangelio, evangelio distinto, Jesús distinto, espíritu distinto»: históricamente es la anteposición de la sabiduría helénica o la antigua economía judía a la novedad de Cristo.
Para nosotros son encantos superados, pero cada tiempo tiene sus encantos que parecen ser evangelio y no lo son. Por ejemplo, el joven sacerdote Giacomo Biffi, que después fue obispo y cardenal, al confrontarse en los años 70 con ideas que crecían en el pueblo de Dios, escribió: «Todas me parecían bellas y fascinantes, pero no veía en ellas el fundamento evangélico, que después se encontró en la ficción literaria de un manuscrito y que dio origen a un libro de alta ironía teológica –El quinto evangelio-, en el que un evangelio distinto justificaba novedades no evangélicas, sino consideradas una vuelta «a las enseñanzas genuinas de Jesús» (p. 18).
Aquí nos encontramos con una indicación general de comportamiento más allá de éste o de ese contenido: en cualquier época y, por consiguiente, también hoy, las novedades fascinantes hay que confrontarlas con el Evangelio, con el anuncio cristiano tal como ha sido manifestado por la tradición de la Iglesia y por sus constantes pronunciamientos: todo lo que sea conforme a esto provoca la alegría de sentirse en paz y al seguro; y todo lo que no lo sea, genera una inquietud más allá de la cual es posible ver a Satanás como ángel de luz.
2. La falsa luz de las Escrituras contra Cristo y contra el crecimiento de la Iglesia
¿Qué mejor que citar las Escrituras para disfrazarse de ángel de luz? Lo hizo el demonio en las tentaciones de Cristo, pero fue derrotado por éste que, consciente de su misión, citó otras Escrituras (Mt 4, 111).
También el primitivismo bíblico e histórico es una falsa luz: citar las Escrituras y la tradición para bloquear lo que ha traído y trae frutos, no escuchando hoy «lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22). Son numerosísimos los ejemplos: Lutero elimina los sacramentos de los que no se habla en el Nuevo Testamento; otros desearían volver a una situación eclesiológica del primer milenio como si lo que hubiera venido después fuera una desviación; se infravaloran la Adoración eucarística y el rosario porque se impusieron en una determinada época; si algunos jóvenes (seminaristas) son serios, significa que son «tridentinos» y esto no está bien, etc.
En resumen, es citar la Biblia y la historia sin la presencia viva de Cristo y sin la conciencia que es el Espíritu el que hace crecer a la Iglesia. También aquí es posible entrever a Satanás como ángel de luz.
3. La falsa luz del alejamiento de la cruz
Cuando Pedro le suplica a Jesús que evite la pasión y la muerte, Jesús le reprende porque piensa como Satanás (Mt 16, 23; Mc 8, 33). Pero también a los demonios que dicen cosas muy justas -Tú eres el Santo, el Hijo de Dios- Jesús les prohíbe hablar (Mc 1, 34; 3, 11; Lc 4, 34; 4, 41) porque esta gloria tiene que derivar de un camino doloroso que aún no se ha puesto en marcha, y sin el cual corre el riesgo de resultar equívoca.
¿Acaso las extremas facilidades de la vida cristiana, la liquidación del ascetismo como neopelagianismo, la concordancia total con el mundo, un cierto intento de simplificar la vida afectiva y el matrimonio, la fácil admisión en la mesa eucarística, no eliminan de facto la cruz? También aquí es posible entrever a Satanás como ángel de luz.
4. La falsa luz de la cesión unilateral
La adaptación de la palabra revelada a las distintas culturas y al hombre de hoy «debe mantenerse como ley de toda la evangelización» (Gaudium et Spes 44). Pero cuando sólo queda el prevalente o único principio pastoral que desconoce el mal del mundo y la concupiscencia, es fatal adaptar la palabra revelada más a la concupiscencia que al hombre nuevo creado en Cristo.
5. La falsa luz de los ámbitos tranquilizadores, que son fundamentalmente tres: la caridad, la liturgia y la doctrina
Un hombre de Iglesia puede ser muy activo en la caridad y el acogimiento y, protegido por este contexto positivo, puede hacer declaraciones incorrectas o inadecuadas. Otro puede celebrar con reverencias impecables y albas falsamente monásticas con capucha de punta y mangas amplias y, protegido por este contexto positivo, guiñarle el ojo a la cultura gay. Y un tercero puede construir un discurso teológico correctamente estructurado y, protegido por este contexto positivo, hacer declaraciones a diestro y siniestro que son imprudentes o heréticas.
Es una técnica de Satanás que se transforma en ángel de luz: situar pequeñas porciones de tinieblas en un cuadro que, de por sí, es luminoso, en la previsión que quien lo recibe vea todo de manera luminosa. Sin demonizar lo que haya de positivo, estamos llamados a ver y separar del resto estas porciones de tinieblas.
La artillería anti-Lucifer: los ángeles custodios
Podríamos continuar -por ejemplo, con el uso de sistemas filosóficos y antropológicos equivocados y ya condenados por la Iglesia-, pero concluimos aquí.
Naturalmente, es obligatorio citar a Santiago 1, 14: «A cada uno lo tienta su propio deseo cuando lo arrastra y lo seduce». Por lo tanto, no todos los errores están causados por Satanás que se transforma en ángel de luz, y el límite entre la vanidad de decir algo contracorriente (es la concupiscencia del intelectual) y la tentación demoniaca sólo lo conoce Dios.
Por consiguiente, cuanto hemos escrito antes no ha sido hecho para acusar a alguien de ser un endemoniado o para afirmar que ha sido vencido por una tentación satánica. Ha sido escrito para abrir los ojos de todos, para que vigilen, porque ciertas luces pueden ser un artificio del diablo, y para que desenmascaren a los ministros de justicia. Sucedía en los tiempos de San Pablo. ¿Por qué no debería suceder también hoy?
San Miguel Arcángel derrota a Lucifer en un cuadro de Guido Reni en la iglesia de la Concepción de los Capuchinos en Roma.
Al mismo nivel hay, sin embargo, una artillería antiaérea: ¡el ministerio de los ángeles! El 29 de septiembre, fiesta de los tres arcángeles, la Iglesia reza para que nuestra vida en la tierra esté defendida por quienes, sirviendo a Dios en el cielo, están siempre en su presencia.
Y esta oración es constante. La Iglesia, «consciente siempre que “vienen días malos” (Ef 5, 16), ha rezado y reza para que los hombres sean liberados de las insidias del Maligno» (Proemio, Rito de los Exorcismos). Si también nosotros rezamos con la Iglesia, estaremos a salvo.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
Publicado en ReL el 17 de octubre de 2017.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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