A las puertas de la Semana Santa, la Iglesia nos invita a detenernos ante el Corazón traspasado de María, contemplando sus sufrimientos como preludio al misterio de la Pasión de su Hijo. Este día, cargado de simbolismo y devoción, nos prepara para el drama sacro que pronto viviremos. Reflexionemos, pues, sobre el origen de esta fiesta, su significado, la importancia de la Virgen en la Semana Santa y cómo podemos acercarnos a ella con fervor.
Origen de la Fiesta
La conmemoración de los Dolores de Nuestra Señora el viernes de la Semana de Pasión tiene sus raíces en la piedad medieval, particularmente en la devoción a los siete dolores de María, promovida por la Orden de los Siervos de María desde el siglo XIII. Aunque en el calendario romano no era una fiesta universal obligatoria, este viernes adquirió gran relevancia en ciertas tradiciones locales, especialmente en España, Italia y América Latina. En la liturgia romana tradicional, el viernes antes del Domingo de Ramos se vivía como un día de preparación penitencial, y la memoria de los Dolores de María se entrelazaba con las lecturas y oraciones que anticipaban la Pasión de Cristo. En Roma, la estación en San Esteban en Monte Celio, una iglesia vinculada al martirio del primer diácono, evocaba el sacrificio y el sufrimiento, resonando con el dolor de la Virgen al pie de la Cruz.
El culto a los Dolores de María se formalizó con el tiempo, pero ya en los primeros siglos la Iglesia reconocía el papel único de la Virgen como Corredentora. Textos como el Stabat Mater, usado en la liturgia antigua, y las meditaciones de santos como San Bernardo y San Alfonso María de Ligorio, resaltaban la unión inseparable entre el sufrimiento de María y el de su Hijo. Este viernes, por tanto, era un eco de esa devoción, un momento para meditar en los siete puñales que atravesaron el alma de María: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida de Jesús en el templo, el encuentro en el Vía Crucis, la crucifixión, el descendimiento de la Cruz y la sepultura de Cristo.
Simbolismo de la Fiesta antes de la Semana Santa
Este Viernes de los Dolores, situado en la I Semana de Pasión, es un umbral sagrado. Simboliza el preludio del sacrificio redentor, una invitación a entrar en el misterio de la Cruz a través de los ojos y el corazón de María. La Virgen Dolorosa no es una figura pasiva; ella es la Madre que, en silencio, ofrece su dolor al Padre por nuestra salvación. Este día nos recuerda que la Semana Santa no solo es la Pasión de Cristo, sino también la compasión de María, su “com-pasión” –su sufrimiento con Él–. La liturgia antigua, con su sobriedad y profundidad, nos prepara para el Calvario al ponernos bajo el manto de la Madre afligida, cuya presencia nos guía hacia la Resurrección.
En San Esteban, la estación litúrgica de hoy, el martirio del santo se une al dolor de María, recordándonos que el seguimiento de Cristo implica tomar la cruz. Este viernes, entonces, es un llamado a la penitencia, a la oración y a la contemplación, para que, al llegar la Semana Santa, nuestros corazones estén dispuestos a acompañar a Cristo y a su Madre en el camino del dolor y la gloria.
La Importancia de la Virgen María en la Semana Santa
La Virgen María ocupa un lugar central en la Semana Santa, no como protagonista aislada, sino como antagonista que permanece junto a su Hijo. En la liturgia tradicional, su presencia es discreta pero poderosa: la vemos en el Stabat Mater del Viernes Santo, en las antífonas marianas como el Salve Regina y en las devociones populares que florecen en este tiempo. María es el puente entre la humanidad y Cristo; su dolor nos enseña a amar la Cruz, y su fidelidad nos muestra el camino hacia la Resurrección. En la Semana Santa, cada estación –desde el Jueves Santo hasta el Sábado de Gloria– está impregnada de su presencia materna. Ella lava el camino al calvario con sus lágrimas, carga la cruz con su silencio y espera la Resurrección con esperanza inquebrantable.
Sin María, la Semana Santa sería incompleta.
Ella nos enseña a decir “Fiat” –hágase– ante el sufrimiento, a confiar en la voluntad de Dios incluso en la oscuridad. Por eso, honrar sus Dolores hoy es prepararnos para vivir la Pasión de Cristo con un corazón abierto, dispuesto a compartir su dolor y a recibir su redención.
Exhortación
Acerquémonos a los altares de la Virgen Dolorosa con reverencia. Que cada vela que encendamos, cada flor que ofrendemos, sea un acto de amor y reparación. Que este Viernes de los Dolores sea para nosotros un momento de conversión, para despojarnos del pecado y revestirnos de la gracia. Al pasar por una imagen de la Virgen, detengámonos un instante, inclinemos el alma y ofrezcámosle nuestra compañía. Y al prepararnos para la Semana Santa, sigamos su ejemplo: permanezcamos firmes al pie de la Cruz, confiando en que el Viernes Santo dará paso al Domingo de Resurrección.
Oración Final para Visitar los Altares o Pasar Frente a una Imagen de la Virgen Dolorosa
En Latín
“O Virgo Maria, Mater Dolorosa, quae sub Cruce Filii tui stabas, cor tuum septem gladiis transfixum veneror. Da mihi, quaeso, ut tecum in dolore compatiar et in amore Crucis perseverem, donec gloriam Resurrectionis contempler. Amen.”
En Español
“Oh Virgen María, Madre Dolorosa, que estabas al pie de la Cruz de tu Hijo, venero tu corazón traspasado por siete espadas. Concédeme, te suplico, que pueda compartir tu dolor y persevere en el amor a la Cruz, hasta contemplar la gloria de la Resurrección. Amén.”
Oración Breve al Pasar Frente a una Imagen
Latín: “Mater Dolorosa, memento mei.”
Español: “Madre Dolorosa, acuérdate de mí.”
Que la Virgen Dolorosa, desde su trono de lágrimas, nos guíe hacia su Hijo crucificado y resucitado. Amén.
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