26/10/2024

CONVERTIRSE, NO JUSTIFICARSE

Reconozco que me hace gracia y me da pena a la vez cuando algunos padres de niños de catequesis, que vienen a apuntar a sus hijos uno o dos años tarde, me dicen: “Pero da religión en el colegio”. Solo faltaría que pidiendo la primera Comunión le hubieran apuntado a clases de Islam o en su casa fueran animistas. Te da pena porque constatas que los padres no quieren que su hijo ame a Jesús sino hacer una fiesta con más o menos fundamento religioso. Y si para eso se pueden buscar atajos, mejor que mejor.

“Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.

Convertirme, Señor. No me pides que me justifique, sino que cada día me vuelva hacia ti y te reconozca como mi todo. Tu, Señor, cada día en mi vida – como en la higuera estéril-, cavas a mi alrededor, me das tu gracias, te das a ti mismo en la Eucaristía…, y aún así sigo intentando justificarme y no convertirme. La santidad no se da en las palabras sino en la vida, y si no estoy dispuesto a que el Señor cambie mi vida de poco me valdrán muchas palabras por muy hermosas que sean. Y para eso hace falta mucha sinceridad en mirar nuestra vida y ver dónde está ahí Cristo.

Hoy sábado miramos a María, un buen ejemplo, sus palabras “ Haced lo que El os diga”