Hemeroteca Laus DEo21/04/2020 @ 19:00
Volvamos a saludar a los demás con un saludar por la mañana con un “Buenos días nos dé Dios” y a nuestros sacerdotes y religiosos con el “Ave María Purísima”, acompañemos esta hermosa jaculatoria con el beso a la mano consagrada. Es una manera de recordarles lo que son, en un tiempo en que también muchos de ellos olvidan el respeto que se deben a sí mismos y al estado al que han sido llamados.
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La paganización de nuestra sociedad es desgraciadamente un hecho: las referencias cristianas en la vida diaria van desapareciendo cada vez más y a las que quedan porque sería imposible desarraigarlas (como son la Navidad, las fiestas patronales de los pueblos, etc.) se las va vaciando de su contenido religioso para quedarse con los aspectos meramente mundanos (vacación, festejo, folklore, etc.). Este proceso se advierte últimamente en el trato social, especialmente por lo que toca al saludo.
Antaño se solía saludar por la mañana con un “Buenos días nos dé Dios”. En Cataluña era común hasta no hace mucho dirigirse a alguien diciéndole “Deu vos guard!” (fórmula que tenía su correspondiente castellano en el antiguo “Dios os guarde”, ya en desuso desde hace tiempo). En España y las Indias, en la época del imperio católico, lo común era saludar a alguien con la jaculatoria “Ave María Purísima”, a la que el interpelado debía contestar “Sin pecado concebida”. Recordemos que los Reinos Hispánicos se distinguieron por su especial defensa del privilegio de la Inmaculada Concepción, bajo cuyo patronazgo se hallaban. Hoy esta forma de saludo sólo se reserva ya para el confesionario y para dirigirse a los eclesiásticos, aunque cada vez menos.
Para despedirse o al cruzarse por la calle sin detenerse se emplea la palabra “Adiós”, que significa “quede con Dios” o “vaya usted con Dios”. En catalán se dice “Adéu” o la forma más larga (que data del siglo XIII) “Adéu-siau” (“Sea con Dios”). Todavía se oye esta última, aunque en boca de personas mayores o de comarca.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte se ha venido generalizando la expresión “Hasta luego” para despedirse, lo cual no tiene sentido la mayor parte de las veces en que se emplea, dado que los interlocutores no se van a ver de ahí a luego, sino hasta el día siguiente o en lapso aún más largo. Otros prefieren tomar prestado el “Ciao” de los italianos, castellanizado en “Chao” o “Chau” (como está en uso desde hace tiempo en muchos países hispanoamericanos). Todo con tal de no mentar a Dios. Lo peor es que la cosa se contagia imperceptiblemente y hasta gente por otra parte cristiana acaba por seguir la corriente general.
Si empezamos a claudicar con el saludo, que nada cuesta, no es extraño que se atrevan ya a cuestionar los crucifijos de los lugares públicos y pretendan quitárnoslos. Y más tarde será peor. A fuer de buenos católicos debemos contrarrestar esta marea laicista y anticristiana que nos quiere arrollar empezando por reivindicar el saludo cristiano. Volvamos a decir “Adiós”. Nadie puede seriamente sentirse ofendido por que le deseemos lo que creemos que es lo mejor. Aunque no crea en Dios. De esta manera realizamos un acto de fe (por lo que nos toca) y de caridad (para con el prójimo).
Articulo original por Dr. Durand
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