Manuel de Falla (1876-1946) es considerado el músico más importante de la Edad de Plata de la cultura española. La Residencia de Estudiantes de Madrid acoge hasta el 28 de enero de 2024 una exposición sobre su figura artística, con el título El retablo de Maese Pedro, en alusión al centenario del estreno de dicha obra de Falla.
La publicidad al respecto de esta exposición y de Falla no da datos sobre su espiritualidad, pero el hecho es que Manuel de Falla fue un católico fervoroso, y eso no limitó, sino que más bien impulsó, su creatividad y capacidad renovadora del lenguaje musical.
El alma musical de una época
Falla fue el músico español más importante de la Edad de Plata, su alma musical. Supuso una ruptura con la tradición anterior. Contemporáneo con la Generación del 27, Falla y Turina volvieron a España como consecuencia de la Gran Guerra de 1914. Falla y el poeta Federico García Lorca encarnaron la unión de la música con el resto de la actividad cultural, poesía y danza incluida, colaborando por ejemplo, en el Concurso de Cante Jondo de Granada (1922).
La generación del 27 se dio a conocer en un acto de homenaje al poeta barroco Luis de Góngora en Sevilla. Falla puso música al Soneto a Córdoba del poeta. En el autógrafo, la dedicatoria reza: «Homenaje a la poesía española». Junto a Falla se articuló un grupo de importantes músicos en Madrid: Ernesto y Rodolfo Halffter, Bacarisse, Pittaluga, Rosita García Ascot. Como artista, mantuvo amistad con el pintor Salvador Dalí y el cineasta Luis Buñuel.
Manuel de Falla, con pajarita, segundo desde la izquierda, en 1923 (hace ahora un siglo) con los hermanos Francisco y Federico García Lorca en la Alhambra de Granada, junto a Adolfo Salazar y Ángel Barrios, en la Puerta de los Siete Suelos.
Su música estaba impregnada de fe católica. En 1916, a comienzos del verano, las tradicionales fiestas granadinas del Corpus Christi programaron, dentro de su ciclo sinfónico, la audición de Noches en los jardines de España, cuya primera parte lleva por título «En el Generalife». El Palacio de Carlos V escuchó el 26 de junio al propio Falla ejecutar la parte de piano. Entre el público presente se hallaban Serge Diaghilev, creador y director de los Ballets Russes, y Léonide Massine, coreógrafo y bailarín de la compañía, que entonces actuaban en el Teatro Real de Madrid, hecho crucial en el desarrollo de la danza durante la Edad de Plata.
El Retablo de Maese Pedro, de Falla, obra clave de la música moderna en España, cumple 100 años.
Fe católica escrupulosa y cumplidora
Francisco García Lorca, hermano del poeta granadino, escribió: «La ortodoxia católica de Falla y el escrupuloso cumplimiento de sus deberes religiosos no empañaba la cordial y amistosa relación que lo unía a nuestro grupo juvenil, muy indiferente en materia religiosa».
Falla tuvo durante toda su vida director espiritual. En 1905 sufrió un frustrado noviazgo con su prima María Prieto Ledesma. Escribió acerca de ello al Fedriani, quien le respondió el 5 de abril de 1905: «Tú estate muy tranquilo, hijo mío, déjate de majaderías, sentirás que si está de Dios, y cuando esté de Dios, será; y si no sucede, para tu bien será».
El impacto de la Guerra Civil
Le causó espanto la persecución religiosa que el Frente Popular desencadenó en su querida Granada natal. En una carta, Falla comentó que los milicianos incluso planeaban la destrucción de la Alhambra. Escribió como cristiano a Manuel Azaña, presidente de la República, rogándole que pusiera coto a los desmanes. Lo mismo hizo con las autoridades militares sublevadas, a las que llegó a escribir: «Y a Dios le pido que el santo grito de ‘Viva Cristo Rey’ que tantos mártires lanzan al morir, tenga fecunda eficacia en el convencimiento y en las obras de los cristianos españoles que aún vivimos».
El reto de la música moderna religiosa
En 1961, el escritor José María Pemán escribió en La Vanguardia acerca de una conversación que mantuvo con Falla, quien había deseado hacer música religiosa pero nunca había encontrado la forma adecuada. Sólo su ópera La Atlántida, basada en el poema épico en catalán de mosén Cinto Verdaguer, puede considerarse música religiosa estrictamente (pero no litúrgica).
«El ideal de mi vida es escribir una Misa. Pero todavía no he encontrado la fórmula de la música religiosa: de la música que sea digna de ser ofrecida a Dios», le dijo a Pemán.
«Hacer el pastiche de lo gregoriano y polifónico es negarle a Dios todo el enriquecimiento de la música moderna. Hacer música moderna para Dios es hacerle entrar en promiscuidad con la pedantería laica y humanística que está en la raíz de toda esa música. Querría encontrar, para hablarle a Dios, una escritura sonora que fuera a la música lo que la prosa de Santa Teresa es a la literatura. Pero, claro, habría que ser Santa Teresa…», añadió el compositor.
Fragmentos de una escenificación de La Atlántida de Falla por La Fura dels Baus.
Hay varias fuentes para estudiar la fe católica de Falla. En 2015 se publicó Manuel de Falla, un católico para nuestro tiempo, libro póstumo del sacerdote carmelita Fray Juan de Jesús María Alamillos Medina.
La admiración de sus contemporáneos
Una web sobre Falla (ManueldeFalla.com) recoge sus escritos religiosos y la opinión de contemporáneos famosos sobre su religiosidad, recopilados por María Victoria Molina Fernández con motivo de la bendición de la lámpara votiva en recuerdo a Manuel de Falla en la Parroquia de San Cecilio de Granada, el 27 noviembre de 2022.
Ahí encontramos la cita de Francisco García Lorca, y otras, como una del escritor José Bergamín, quien siempre intentó compatibilizar catolicismo y comunismo y durante la Guerra Civil presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Bergamín escribió en 1973 en la revista Litoral:
«Solía yo decir que había conocido personalmente a dos santos en mi vida: Jacques Maritain y Manuel de Falla. Ahora, en mi recuerdo, me parece que no he conocido más que a uno: Manuel de Falla. Al que dediqué, con su complacido consentimiento, uno de mis primeros libros: «Mangas y Capirotes», llamándole «maestro en la música y en la fe». […] Y es que Manuel de Falla, el santo, no podía morir. Su voz viva en su música tampoco tenía que volver: no se fue nunca de sus «noches en los jardines de España. Y es que ratificando lo anterior, Manuel de Falla permanecerá siempre en el recuerdo de Granada y, por supuesto, en su música».
En el vídeo, las Noches en los Jardines de España, una de las obras de Falla más conocidas internacionalmente.
«Expresión inocente, lustral, cristalina…»
También el escritor Ramón Pérez de Ayala, anticlerical y republicano, pero que huiría de la España revolucionaria en 1936, escribió de él en 1941 en un artículo en La Prensa (Buenos Aires): «Falla era algo frailecillo; cartujo por su recogimiento; benedictino por su asiduidad; franciscano por su mirada limpia, límpida, de éxtasis deleitable, ante las obras de Dios; carmelita, por la pureza exquisita de su música. Hace pensar en el otro carmelita, San Juan de la Cruz. Jamás se han empleado imágenes de los sentidos con expresión más inocente, lustral, cristalina, y traslúcida como «El Canto Espiritual». Asimismo en la música de Falla el alma narcisista de Andalucía y su voluptuoso cuerpo, y aunque sin perder nada de su apasionada humanidad, (línea, ritmo, colorido, aroma), aspira y se remonta hacia lo descarnado e incorpóreo».
Juan Alfonso García, musicólogo, organista de la catedral de Granada y sacerdote, escribió en 1991 sobre la fe de Falla:
»Valentín Ruíz Aznar y Juan María Thomas, sacerdotes que lo trataron muy de cerca, coincidieron en definir el perfil religioso de Falla como de cristiano en espíritu y en verdad, en oposición a cuantos entienden y practican la religión a lo fariseo o a lo publicano. […] Se confesó siempre cristiano católico-romano. Pero no sólo de palabra, sino con la verdad de sus obras. […]
»Es cierto lo que se dice sobre su figura monacal y su vivienda ermitaña; sobre su austeridad de vida, su ascetismo de espíritu y su rigurosa meticulosidad de costumbres; sobre su preocupación por la limosna y su incondicional aportación de ayuda en cualquier necesidad ajena. Todo esto es rigurosamente cierto. Pero si nos quedamos sólo en el dato escueto, sin ahondar hasta la raíz que lo motiva y le da sentido, corremos el riesgo de caer en el vacío ridículo de la caricatura. Falla, repito, supo encontrar su propia personalidad religiosa, su específico modo de vivir el Evangelio de Cristo».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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