29/03/2025

DAR PLENITUD

El Cottolengo del Padre Alegre de Madrid se vio afectado por la crecida del rio Jarama tras las intensas lluvias de estos días en Madrid. No cundió el pánico, y no sólo se mantuvo el ritmo de oración y trabajo en el cuidado de las más de 60 enfermas en la casa, sino que todo seguía impecablemente limpio y brillante. Puede parecer una tontería o una obsesión por la limpieza, pero cualquiera de nosotros, ante una urgencia grave, pensaría: ¡Bueno, un par de días sin limpiar los pasillos no pasa nada! Pero allí estaba todo reluciente. Igual se podría decir de las casas de los Ancianitos abandonados y tantas ordenes religiosas (femeninas, je), que mantienen una limpieza extraordinaria pase lo que pase y haya los medios que haya. No es una obsesión, es cuidar todos los detalles.

No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

Jesucristo no viene a cambiar unas cosas por otras, Dios no se contradice, sino a enseñarnos su grandeza y su plenitud. Los hombres tenemos cierta tendencia a sustituir unas cosas por otras. En la vida me he encontrado personas que justificaban su no cumplir el sexto mandamiento porque tenían mucha sensibilidad social, o los que si sentían más querencia a ir a Misa el martes que el domingo lo hacían con toda paz. Pocas veces te encuentras con personas que quieran dar más en su vida y muchas veces a personas dispuestas a diluir en una proporción de 70 por ciento de agua su vida de fe.

Muchas veces cuando planteas la vida cristiana te dicen que no seas radical (es decir, que no vayas a la raíz, a Cristo), sino que con ser bueno es bastante. Te dicen que tengas cuidado no vayas a asustar a la gente con exigencias. En el fondo, es decir: Ama a Dios, pero ámale poco. Pero ¿vale la pena amar poco?

Avanzamos en esta cuaresma camino de la Cruz. Dios en Jesús nos demuestra que nos ama hasta el extremo. Si participamos del amor de Cristo, nuestra forma de amar no puede ser menor. Existe una forma de amor platónico, de amor imaginario, e el que pienso en lo que yo haría por amor: daría la vida, sería mártir, defendería a la Iglesia en los foros más ateos…, pero si eres incapaz de recoger un papel del suelo o hacer bien la genuflexión no creas que jamás serás capaz de dar la cara por Cristo. Con cosas pequeñas se construyen grandes cosas, con cosas grandes no se suele ver lo pequeño. Si en esta cuaresma no das importancia a la abstinencia de los viernes, unido a toda la Iglesia, no creas que mantendrás la mirada alta cuando te juzguen por ser católico.

¿Y cuál es nuestra esperanza? Que la mirada de Dios no es la mirada de los hombres. Dios ve el agotamiento del que está al lado de una cama cuidando a un enfermo, Dios ve la decimoquinta vez que la esposa le repite la hora al marido enfermo con Alzheimer, Dios ve al chico que se levanta del asiento del autobús para dejar sitio a un anciano, Dios ve a la novia que sabe frenar los ímpetus amorosos de su novio para vivir la castidad, Dios ve esa limosna que nos deja sin el café después de comer, Dios ve esa entrada en la parroquia a saludarle en el Sagrario…, Dios ve claramente lo que nosotros muchas veces decimos: ¡Qué mas da!

De la mano de María tendremos esa mirada de Jesús, que también vería en su Madre, y lo pequeño se hace grande.