30/06/2024

«De Roma a Berlín»: La paradoja del «ateísmo católico» frente a la protestantización de la Iglesia

Gabriel Calvo Zarraute es una rara avis en el ámbito sacerdotal y bien podría comparársele con un jesuita del siglo XVII: en su estudio diario sigue las directrices del Concilio de Trento, su formación intelectual dura por el momento 16 años -en la Compañía antes eran unos 14-, se ha consagrado a «reconquistar espiritualmente el mundo posmoderno» y se dedica al apostolado de la penitencia y la misa que allá por 1570 codificó el Papa San Pío V, más conocida como tridentina.

Podría pensarse que Zarraute vive alejado de las rutinas modernas. Como párroco rural en los montes de Toledo, en parte es cierto. Al mismo tiempo, nada de ello le impide ser algo parecido a un «influencer» en redes: ya fuese como uno de los protagonistas de la extinta tertulia de La sacristía de la Vendée o actualmente desde Tekton, sus programas didácticos y de divulgación acumulan cientos de miles de visualizaciones, como el que dedicó a La expulsión de los jesuitas o El futuro de la Iglesia católica.

El sacerdote de la España vaciada sabe exprimir los minutos libres. Junto su labor intelectual y mediática, Zarraute también se encuentra preparando un doctorado sobre el obispo «santo y sabio» José Guerra Campos, del que anuncia una próxima biografía.

Simultáneamente se prepara para un futuro máster y doctorado en filosofía jurídico-política, colabora puntualmente con otros canales de YouTube y escribe el segundo volumen de una de sus principales y más novedosas publicaciones, De Roma a Berlín: la protestantización de la Iglesia católica, del que anticipa su título: La Iglesia que se hizo moderna. Y estos son solo dos de una amplia colección de publicaciones, integrada por De la crisis de fe a la descomposición de España o Verdades y mitos de la Iglesia Católica, entre otros.

«Reconquistar espiritualmente el mundo moderno»

Preguntado por el origen su trayectoria intelectual, el sacerdote nacido en 1981 y ordenado en 2008 admite que esta es fruto de su concepción de la vida sacerdotal. Para él, «ser un ministro de Dios para la salvación de las almas no consiste en entretener o en buscar la amistad, simpatía y reconocimiento de los fieles», sino en «reconquistar espiritualmente el mundo posmoderno», donde observa que «el ejercicio de la razón, presupuesto para la fe, se ha sustituido por la vana sentimentalidad«.

Solo bajo esta concepción se entiende su vocación evangelizadora del mundo de la cultura y el pensamiento. Y en buena parte se plasma en su libro De Roma a Berlín (Homo Legens), una amplísima obra de 650 páginas con más de 460 obras citadas que, desde la alta divulgación y un estilo didáctico, pretende explicar a los «no especializados» el proceso de penetración de los postulados del protestantismo en el interior de la vida de la Iglesia.

Lo primero  que habría que plantearse es si realmente existe este proceso. Lejos de ser una mera opinión, Zarraute encuadra a papados como el de Gregorio XVI, con su encíclica Mirari vos (1832) o Pío IX y su famoso Syllabus (1864) como «los primeros en dar la voz de alarma».

En dichos documentos, los papados ya alertaron sobre  «la incompatibilidad del catolicismo con las categorías de pensamiento modernas» y que encuentran su origen en el que Zarraute llama «el mayor hereje  de todos los tiempos», Martín Lutero.

El autor de `La protestantización de la Iglesia católica´ se encuentra preparando actualmente la segunda parte de `De  Roma a Berlín´ (Disponible en Homo Legens). 

Protagonistas frente a la crisis espiritual

El proceso, dice, no ha sido repentino. Tras abordar los orígenes intelectuales de aquellos errores doctrinales agravados por «la Ilustración o el liberalismo», explica que no pocos sacerdotes y pensadores adoptaron dichos postulados.

Se trata, a su juicio, «más de una crisis espiritual del mundo cristiano que de la Iglesia, propiamente hablando.  

Aquella infiltración encontraría en San Pío X un firme opositor, que en su encíclica Pascendi denunció «una concepción filosófica negadora del carácter trascendente del Dios Uno y Trino, de la Encarnación del Verbo, de la ley natural y su continuación en el derecho natural». Sin embargo, esta se presentaría como una filosofía y teología supuestamente `católica´ que, «pretendiéndose en armonía con la fe, en realidad es incompatible con ella de raíz, procediendo primero a su desnaturalización y, a continuación, a su disolución en el antropocentrismo moderno».

Entre otros, también cita el pontificado de Pío XII y su Humani generis como contención ante las «filosofías que amenazan destruir los fundamentos de la doctrina católica».

Un proceso para eliminar a Dios

Zarraute considera que sin conocer las ideas de fondo y a sus promotores ideológicos, no puede comprenderse de forma realista la situación que vive la Iglesia desde el concilio Vaticano II, para muchos crítica.

Lo cierto es que hoy proliferan los ensayos que, tratando a Lutero, Montesquieu, Gramsci o Simone de Beauvoir, desgranan la crisis de Occidente o los ataques a la extinta Cristiandad medieval.

En De Roma a Berlín, el sacerdote observa que aunque no se puede hablar de un «proceso orquestado», si que se da «un único proceso de secularización desplegado en distintas etapas y aplicado en todos los tiempos».

El fin del mismo, agrega, no sería otro que «la eliminación de la soberanía absoluta de Dios, primero en la sociedad, esto es, en la política y el derecho (las leyes), concluyendo con la progresiva desaparición de Dios también de la vida privada de las personas».

Zarraute hace suya la secuencia de esta «revolución anticristiana» enunciada por el intelectual Francisco Elías de Tejada, que se dividiría en seis fases:

1º Ruptura filosófica con el nominalismo de Ockham  

Es la escisión entre ser y pensar, continuada por el subjetivismo de Descartes («pienso luego existo»), lo que significa que no existe la realidad objetiva, sino que las cosas son una creación subjetivista de la mente humana.

2º Ruptura ética con Maquiavelo

Gracias a su principio de la «razón de Estado» («el fin justifica los medios»). Es decir, la política, contra la doctrina aristotélica, es declarada independiente de la ética.

3º Ruptura político-jurídica

Con el concepto de soberanía (como poder ilimitado) adoptado por Bodino y posteriormente ampliado por el contractualismo de Hobbes (pacto social) y el totalitarismo democrático de Rousseau. De este modo el bien y el mal dejan de poseer una existencia objetiva, anterior a cualquier ley humana, y pasa a ser el Estado moderno, constructo artificial de la soberanía popular, quien determinará qué es lo bueno y lo malo, lo justo o injusto, lo verdadero o falso. Así el Estado se conforma como la principal y única fuente de la moralidad y ninguna institución (Iglesia) podrá determinar legítimamente nada contrario a los dictados estatales en cualquier ámbito.

4º Ruptura religiosa y cultural

Con la revolución religiosa de Lutero y su tesis del «libre examen» de la Sagrada Escritura, abriendo así la puerta al subjetivismo y al voluntarismo teológico que rechazan la mediación de la Iglesia. La consecuencia será la separación entre fe y moral, creencia y vida, verdad y libertad, naturaleza y gracia.

5º Ruptura histórica

Que condensa todas las anteriores al término de la Guerra de los Treinta Años con la Paz de Westfalia (1648) y que consagra la hegemonía protestante, arbitrándose un concierto político internacional que supedita la religión y la ley moral natural a la política, es decir, a la «razón de Estado». Da paso al posterior nacionalismo y que será el causante de la Primera Guerra Mundial (1914-1918): una conflagración entre regímenes parlamentarios liberales, siendo ésta en buena medida, la causa del triunfo del comunismo en Rusia y de la posterior Segunda Guerra Mundial (1939-1945): un conflicto entre las ideologías derivadas de la Ilustración: nacional-socialismo y fascismo, contra el liberalismo y el comunismo. Con un común denominador entre las cuatro: el materialismo.

6º La democracia idolatrada como religión

Tras las dos guerras mundiales, el hundimiento intelectual y moral de la antigua Cristiandad ha sido imparable con el advenimiento universal de la democracia liberal como fundamento del poder político y de la ética. La crisis de la Iglesia no es independiente de la de las sociedades occidentales.

La Hispanidad, dique frente a los enemigos de la Cristiandad

En no pocas ocasiones, el sacerdote se ha referido a la Hispanidad como uno de los responsables de contener esta crisis civilizatoria. El motivo, argumenta, es que esa «Cristiandad hispánica» habría «exportado» la unidad religioso moral y político legislativa a América y Filipinas. Y al hacerlo, trasladó con ella «la vivencia corporeizada de la fe en la indistinción entre comunidad de fe y comunidad política, pues ambas se supeditaban a la soberanía de Jesucristo».

Tal  y como desglosa el sacerdote, la Hispanidad «no dejó de enfrentarse en duras guerras de desgaste a los enemigos de la Cristiandad».

`La unidad espiritual de España en la fe está tan documentada que resulta imposible separarla del recorrido histórico de la nación´, subraya Zarraute.

Entre ellos, se refiere al islam que trataba de invadir el continente europeo o la herejía protestante, «hasta tal punto de que el catolicismo se mantuvo en Europa solamente hasta donde llegaron las armas españolas».

También menciona el enfrentamiento al «liberalismo político de la ilustración«, al que los españoles, «con el apoyo de la Iglesia, plantaron cara en la llamada `francesada´» (más conocida como Guerra de la Independencia).

Menciona por último la guerra declarada al marxismo en sus distintas ramas en 1936. Un conflicto que «tanto los fieles como la jerarquía denominó Cruzada, puesto que tenía por fin la salvación de la civilización cristiana en España, terminando con la mayor persecución religiosa vivida por la Iglesia en toda su historia».

Los ateos católicos, ¿al rescate?

En los últimos años se ha difundido el llamado «ateísmo católico«, lo que supone una paradoja estrechamente relacionada al cambio de mentalidad operado: desde ese «materialismo» que cuestiona Zarraute, sus partidarios son hoy destacados apologistas de la cosmovisión católica, como es el caso de Gustavo Bueno y algunos de sus discípulos, como Santiago Armesilla.

El sacerdote lo explica observando que la unidad espiritual de España en la fe está tan documentada que «resulta imposible separarla del recorrido histórico de la nación».

Por ello, mientras que ateos materialistas como Bueno o Armesilla «no tienen ningún complejo en admitir esta realidad histórica, la mayoría de los católicos se niegan a reconocerla por temor a la se les moteje como `nacional-católicos´», lamenta Zarraute.

Una defensa de la fe desde el materialismo

Preguntado por Bueno, el sacerdote cita algunas de sus obras como España frente a Europa y España no es un mito, que «desde la razón filosófica y la historia defienden la unidad nacional y la cultura española también proyectadas en América». Y por ello, agrega, «no puede por menos que realizar una apología de la cosmovisión católica que las ha generado.

«Es la defensa de un filósofo que se consideraba un `ateo católico´. Gustavo Bueno se rebela contra la `europeización´ asentada sobre hegemonía protestante. En cambio, gran parte de la Iglesia, al asumir la falacia de la superioridad moral del protestantismo, no es capaz de reconocer la protestantización del catolicismo, que viene contaminándolo desde hace un siglo», concluye.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»