Ludovic Duée acaba de jugar su último partido profesional como capitán del Saint-Nazaire Volleyball Atlantique, y no porque sienta que su cuerpo no da más de sí, haya decidido jubilarse o tenga una oferta mejor en otro club. Lo ha hecho porque dejará todo para convertirse en sacerdote, concretamente en la congregación de los canónigos regulares de Lagrasse.
A sus 32 años, Ludovic ha dejado el equipo siendo el capitán y además ganando en el partido de la final del campeonato francés al Tours. Ha decidido dejarlo todo cuando se encontraba en lo más alto, lo que pone de manifiesto lo serio de su decisión y discernimiento vocacional.
Según explica en Ouest France, aunque proviene de una familia católica practicante, su fe se despertó tarde. Como muchos jóvenes de su edad, cuando era adolescente cumplió con su educación sin pensar mucho en ella. “Seguí la inercia para no tener problemas que para otra cosa. Intenté más escapar de los conflictos que tener convicciones profundas”, admite el deportista. “Siempre creí en Dios, pero me apegué al mínimo sindical. Vi a Dios, con un arma, listo para golpearme si me apartaba del camino”.
Sin embargo, recuerda que fue durante el Covid cuando Ludovic descubrió de verdad a Dios. Confinado entre cuatro paredes empezó a soportar una soledad a la que no estaba acostumbrado al haber dedicado su vida a un deporte en equipo. Fue un período propicio para la introspección y las cuestiones existenciales. No lejos de Narbona, donde vivía entonces, un lugar de paz y de oración respondería a todas sus dudas.
“Tuve la oportunidad de encontrarme con la comunidad de canónigos regulares de Lagrasse, fueron muy acogedores y respondieron a todas mis preguntas. Vine a cambiar mi enfoque en cuanto a mi fe, es decir, de un Padre amenazador que estaba ahí para golpear, pasé a un Dios amoroso. Descubrí que Dios me amaba, y que sólo quería una cosa, que yo también lo amara. Esa fue la base de este viaje”.
Tras unos años de discernimiento ahora él mismo ingresará en esta abadía de la Madre de Dios para poder convertirse en un canónigo más. El primer paso será el del postulado para promover el buen discernimiento, como explica el deportista. A este período le sigue el noviciado simple, donde el solicitante recibe el hábito de la comunidad. Al cabo de un año, hará sus votos temporales y estudiará filosofía y teología durante cuatro años. Sólo cuando profesa sus votos perpetuos, cinco años después de su llegada a la abadía, el novicio se convierte definitivamente en canónigo.
Aunque dejará su vida como deportista de élite, el voleibol seguirá presente en su día a día, y también en la de sus compañeros canónigos. “Ya hemos hecho algunos entrenamientos introductorios, un poco de fortalecimiento, incluso hemos habilitado una sala de fitness dentro de la abadía. La comunidad es muy dinámica y muy abierta al mundo, con un lado apostólico muy pronunciado, que también me gustó”, confiesa Ludovic.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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