A veces uno cree, ingenuamente, que siempre habrá ocasión de despedirse de los seres queridos. No es verdad. Puede haberla o no. La muerte sorprende, literalmente, como un ladrón en la noche. Esta mañana me ha despertado de mi ensoñación, de mi deseo de que todo sea lógico y razonable, el mensaje de un amigo: Buenos días me decía -. Esta noche se nos ha ido don Benito al cielo.
Don Benito no solo fue mi párroco, sino que, para mí, durante mucho tiempo, era el párroco, el cura. Yo no había conocido a ningún otro. Don Alberto Cuevas, delegado de medios de comunicación social de mi diócesis de Tui-Vigo, en un breve y precioso obituario me ayuda a recordar con objetividad lo real. El recuerdo personal no necesariamente traiciona la realidad, pero, a menudo, la deforma. Y es oportuno que con datos y fechas se nos reconduzca a la senda de lo que ha acontecido.
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