Con motivo del Domingo de la Divina Misericordia, que se celebra este siete de abril, Religión en Libertad hace una breve recopilación de algunas de las anotaciones que Santa Faustina Kowalska hizo en su diario, para que nos ayuden a meditar sobre la gran revelación que supone la Divina Misericordia.
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Santa Faustina, que fue llamada muy joven a la vida consagrada, recibió multitud de gracias en su corta vida. La mayor gracia fue ser la Apóstol de la Divina Misericordia. A través de Sor Faustina, Jesús recordó al mundo el amor misericordioso de Dios con cada persona e hizo una llamada a todos para que proclamemos este amor.
Para ello, Jesús transmitió nuevas formas de culto y vinculó a ellas grandes promesas y gracias para todos los que las practiquen. Aquí solo hemos recogido una pequeña muestra de las experiencias y mensajes que recibió Santa Faustina de Jesús, que serán, sin duda, una gran ayuda para conocer y profundizar en esta maravillosa gracia.
A continuación, ofrecemos ocho citas del diario de Santa Faustina:
La paciencia
-«No es cosa fácil soportar alegremente los sufrimientos y sobre todo los no merecidos. La naturaleza corrupta se rebela y aunque la voluntad y el intelecto están por encima del sufrimiento siendo capaces de hacer el bien a aquellos que les hacen sufrir, sin embargo, el sentimiento hace mucho ruido y como un espíritu inquieto asalta la voluntad y el intelecto, pero al ver que nada puede hacer por sí solo, se calma y se somete al intelecto y a la voluntad. Como una fealdad irrumpe en lo íntimo y hace mucho ruido al quererlo solo escuchar cuando no está atado corto por la voluntad y el intelecto» (Diario, 1152).
La Eucaristía
-«Le agradezco al Señor Jesús por habernos redimido y por habernos dado el más grande de todos los regalos, la Santa Eucaristía. Tu, oh dios, partiendo de esta Tierra deseaste quedarte con nosotros y te dijiste a Ti mismo en el Sacramento del Altar y nos abriste de par en par Tu misericordia… nos abriste una inagotable Fuente de Tu Misericordia; nos ofreciste lo más valioso que tenías, es decir, la Sangre y el agua de Tu Corazón!» (Diario, 1747).
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La Virgen María
-«Oh Madre de Dios, Santísima María, Madre mía, Tú ahora eres mi Madre de modo más particular y esto porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme. Oh María, Madre mía amadísima, dirige mi vida interior de modo que sea agradable a Tu Hijo» (Diario, 240).
El sufrimiento
-«El sufrimiento es el tesoro más grande que hay en la tierra, purifica al alma. En el sufrimiento conocemos quién es nuestro verdadero amigo. El amor verdadero se mide con el termómetro del sufrimiento» (Diario 342).
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Las almas
-«Siento muy bien que mi misión no terminara con mi muerte, sino que empezará. Oh almas que dudan, les descorreré las cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para que ya no hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza. Dios es Amor y Misericordia» (Diario, 281).
La misericordia
-«Oh qué grande es la misericordia de Dios que admite al hombre a una participación tan grande en su divina felicidad, pero al mismo tiempo un gran dolor traspasa mi corazón por el hecho de que muchas almas han despreciado esta felicidad» (Diario, 1439).
La santidad
-«Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios. Dios nunca violenta nuestro libre albedrío. De nosotros depende si queremos recibir la gracia de Dios o no; si vamos a colaborar con ella o la malgastamos» (Diario, 1107).
La muerte
-«Al encontrarme con el Señor, le dije: Me engañas, Jesús, me enseñas la puerta abierta del cielo y me dejas nuevamente en la tierra. Y el Señor me dijo: Cuando veas en el cielo tus días actuales, te alegrarás y querrás ver tantos como sea posible. No Me extraña, hija Mía, que ahora no logres comprender esto, ya que tu corazón está desbordado de dolor y de anhelo por Mí Me gusta tu vigilancia; te baste Mi palabra que ya no queda mucho» (Diario, 1787).
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PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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