17/09/2024

Descubrieron una cápsula del tiempo en un Cristo de cientos de años: «El capellán hablaba al futuro»

Un mes después del desastre de la ermita del Mirón en Soria, aún resuenan los ecos entre los restauradores de lo que muchos consideran un «atentado» contra el patrimonio. No será ni el primero ni el último, sumándose a una larga lista -en ocasiones, de sentidos y lamentados errores- como el conocido Ecce Homo de Borja (Elías García Martínez) o la Inmaculada del Escorial (Murillo).

La Asociación de Conservadores-Restauradores de España (ACRE), surgida con la misión de promover la intervención del patrimonio cultural desde perfiles altamente cualificados, ha pedido explicaciones a la Dirección General de Patrimonio de Castilla y León y exigido la incorporación de profesionales cualificados a la administración, de modo que estos y no los aficionados sean los responsables de intervenir el patrimonio cultural. 

A punto de cumplir 25 años restaurando obras desde Da Vinci Restauro -o como lo llaman, «haciendo que la historia hable»-, las especialistas e integrantes de ACRE Ángeles Comba y Gemma Ramírez conversan con Religión en Libertad sobre los secretos y el sentido mismo de la restauración, que más que un trabajo, consideran el motor de su vida.

Comenzaron recién graduadas, restaurando para anticuarios en un estudio en el Rastro de Madrid. Su primer gran encargo llegó poco después, en 1998, cuando el museo de Santa Teresa de Ávila las encomendó la restauración de obras con cientos de años que jamás habían salido del convento y mucho menos sido expuestas. Tras seis años, la Diputación de Cuenca se convirtió en su principal cliente hasta el día de hoy, siendo incontables los retablos y otras piezas que han pasado por sus manos.

Más allá de la técnica, cuentan que parte de su secreto reside en no tener miedo a nuevos proyectos que incluso puedan trascender sus especialidades, como son los retablos. Por Da Vinci Restauro han pasado esculturas, mosaicos, pinturas murales e incluso Cristos con enigmáticas y reveladoras cápsulas del tiempo merecedoras de estudio en National Geographic, como fue el caso del Cristo del Miserere de Sotillo de la Ribera (Burgos). Las especialistas tampoco ocultan que otra buena parte de su secreto reside en el cliente, posicionándose por su cercanía y disponibilidad a la hora de enfrentar obras que, independientemente de su calidad artística, supongan un  valor sentimental para su propietario.

«No somos elitistas. Siempre habrá un Cristo que restaurar. La gente necesita que la ayuden y esa es nuestra principal característica. Ser cercanos, que el cliente entienda los criterios e intentar ayudar y dar soluciones. Aunque sea con un mimbre o un cuero», explican. Google no falla y las reseñas de sus clientes son la muestra de que una imagen vale, pero las «mil palabras» pueden ser definitivas en todos sus campos, que también incluyen el mantenimiento de edificios, la restauracion de cuadros, pinturas en óleo o sobre tabla, esculturas, iglesias y en general todo tipo de obras de arte. 

Ángeles Comba, trabajando la escultura de un Cristo. 

-El caso de Soria ha reabierto el clásico debate. Como especialistas, ¿qué es y qué no es restaurar?

-Un restaurador profesional tiene unos criterios muy claros respecto a dónde empieza la obra original, dónde empieza su trabajo y dónde no debes meterte para no mermar autenticidad. Embellecer una obra suele primar entre aficionados, pero eso nunca lo haría un restaurador.

-Muchos lo consideran así

-Siempre nos preguntan: `¿Vosotros pintáis o doráis?´ Si un restaurador ve una laguna o una falta de pintura, la cubre e iguala, limpiamos y reintegramos, pero no embellecemos como si fuera nuestra propia obra. La restauración se basa en el máximo respeto a la obra de arte. Lo que hace un restaurador es frenar los procesos de deterioro que crea el paso del tiempo. Nos afecta a todos, es una condición del paso de la vida, pero no intentamos anular las huellas del tiempo. Forman parte de la obra, y eso hay que mantenerlo.

-Pero también habrá espacio para la creatividad…

-La restauración no tiene un manual de instrucciones. Cada obra acaba siendo algo distinto de lo que te has encontrado. Eso implica técnica, creatividad y aportar tus propias soluciones que no existen en ningún manual.

-Entonces, ¿cómo definirían en una palabra su misión como restauradoras?

-Es hacer envejecer la obra dignamente, sin filtros de Instagram. Y hacer que la historia hable.

-Describen el retablo del Hito como muestra de esta visión. ¿Por qué?

-Era característico porque estaba repintado por completo, dando un aspecto burdo y de mala calidad. Eliminar los repintes sacó a la luz la policromía original, de tonos azules. Este tipo de restauraciones que aportan valor a las obras y al Patrimonio, dotan de sentido a nuestro trabajo.

El retablo de la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción de El Hito (Cuenca), antes -izquierda- y después -derecha- de la intervención. 

-¿Fue su principal logro como restauradoras?

-Diríamos que el principal fue el desmontaje del retablo de doña Leonor de Velasco, del siglo XV. Hicimos el desmontaje en la capilla de un cliente particular y lo montamos en el museo de las Bellas Artes de Oviedo a tres metros sobre el suelo en una estructura volada. Tuvo grandes complicaciones técnicas y fue supervisado por uno de los restauradores de pinturas sobre tabla más importantes del mundo, del Museo del Prado. El verdadero reto fue ponerlo a tres metros sobre el suelo, volado y que aún haya gente contemplándolo en el museo. El retablo de Oviedo [NdR: en portada] también sería uno de nuestros grandes puntos, con una inauguración por todo lo alto. Fue espectacular.

El de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del Pedernoso, en Cuenca, es uno de las decenas de retablos retaurados por Da Vinci Restauro (en la imagen, el antes, a la izquierda, y después del proceso, a la derecha). 

-¿Hay alguna obra en estado crítico a la que hayan literalmente salvado la vida?

-Un cuadro de la ermita de Santa Quiteria en Huete, Cuenca. Era una sarga -una tela decorativa- del siglo XVIII con imágenes del infierno y el purgatorio, con la representación de las almas y unas inscripciones muy interesantes. Estaba hecha una pena, había perdido mucha pintura y si no se hubiese sacado de donde estaba enrollado se la habrían comido los ratones.

También fue representativa la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en Herencia, Ciudad Real. Tenía sucesivas capas de temple, toda pintada de blanco, y gracias a su eliminación sacamos a la luz unas pinturas barrocas preciosas, datadas en 1747.

-Mención aparte merece la «cápsula del tiempo» que hallaron durante la restauración del Cristo del Miserere (Siglo XVIII) de Sotillo de la Ribera en 2017. ¿Por qué fue un episodio merecedor de las páginas de National Geographic?

-Pues fue casual. No hay tantas cápsulas del tiempo y esta era muy especial, dos pergaminos redactados por completo, con un estado de conservación impecable. Al ser de bovino y escrito con tinta a base de hierro, se mantuvo inalterable.

-¿Qué decía?

-El capellán que lo escribió era consciente de que alguien lo iba a leer y encontrar. Era como si se dirigiese al futuro. Contaba una crónica sobre cómo vivían en aquella época, hablaba del rey Carlos III, de la Inquisición o de que había lobos… También fue muy curioso que mentía sobre el obispo que había en esa época. Creemos que, de alguna manera, se comunicó con nuestro mundo, aportando detalles de su sociedad, sus pasatiempos, sus cosechas, instrumentos musicales, etc.

En el vídeo, el proceso de restauración y hallazgo de la cápsula del tiempo del Cristo de Sotillo de la Ribera:

-¿Algún ejemplo textual?

-«La Corte está en Madrid. Hay Correo y Gaceta para las noticias. Hay Inquisición, por lo cual no se experimentan errores contra la iglesia de Dios. Se contratan en funciones grandes toreros famosos de Salamanca».

-¿Qué sintieron ante un descubrimiento de tales características?

-Para nosotras fue una alegría. Pensábamos que ahí habría algún bicho, pero no imaginábamos que fuese a haber pergaminos. A raíz de eso nos ha dado por buscar en retablos, hemos encontrado firmas, fechas… Siempre da alegría documentar, a todo restaurador le hace ilusión ver quién es el autor, la fecha o toda la historia. Es hacer que la historia hable.

Intervenido el Cristo y antes de cerrar la escultura se introdujo una copia del texto y una nueva `cápsula´ redactada por la Cofradía de Sotillo de la Ribera. 

-Además de restauradoras, parecen investigadoras…

-Con el retablo de Torralba hicimos una labor tremenda de investigación con el párroco, pero no encontramos nada. Los cuadros se incautaron durante la Guerra Civil y se los llevaron a Madrid. El retablo, que en origen fue pictórico, ahora presentaba unas hornacinas con esculturas de escayola. Nos hacía mucha ilusión encontrarlas para devolver la integridad a un retablo que estaba «cojo». Fue una pena. Llegamos a saber cuáles eran los cuadros, pero no conseguimos encontrarlos. A veces pasa.

-¿Habéis trabajado con alguna otra obra dañada durante la Guerra?

-La provincia de Cuenca fue muy expoliada y dañada, se perdieron muchas obras. Hay un caso muy concreto, las tablas del siglo XVII de San Pedro y San Pablo, repintadas con temple que se iba con agua. Después de un gran expolio, se llevaron todo lo que había en la Iglesia y dejaron las tablas. No fueron destruidas por lo feos que eran los repintes. Lo que hicieron [los repintes] fue proteger las obras durante la guerra. Son de las pocas que se salvaron en esa zona.

-¿Todo repinte es malo en sí mismo?

-Cuando éramos estudiantes, los repintes se quitaban siempre. Pero ahora se valora más lo que dejas y lo que vas a hacer. Por ejemplo, un Cristo que se reza desde hace 100 años de una forma, si le quitas el repinte y lo dejas con su aspecto original del siglo XV, generará rechazo en los fieles que rezan a ese Cristo. Muchas veces los repintes acaban siendo históricos y en alguna ocasión, nuestra valoración ha sido no quitarlo. 

-En 25 años las tecnologías lo han cambiado todo. ¿Han influido en su labor de restauración y conservación?

-Si se quiere, pueden ayudar mucho. En métodos de limpieza y desinfección, por ejemplo. Actualmente estamos adaptándonos a las nuevas formas de restaurar, porque si nos quedamos con los métodos de hace 25 años, nos quedamos desfasadas ante los avances científicos. Hemos dejado de usar productos que se ha demostrado que dejan residuos en la obra, o aquellos que dañan la salud y el medio ambiente. Utilizamos nuevos métodos para frenar el deterioro que provocan insectos como por ejemplo la carcoma. También son de gran ayuda los métodos de reproducción de formas mediante escaneado, postprocesado e impresión 3D, muy útiles para realizar formas inversas en obras a las que les faltan laterales enteros. 

-Por su experiencia restaurando en el interior de iglesias abiertas, ¿han observado que su labor suponga una conexión con la espiritualidad de los fieles?

-En la fiesta del Carmen, durante una restauración, le pregunté a una mujer qué sentía y por qué le gustaba rezar ante una imagen. Me habló del alma y del cuerpo, de que necesitaba personificar, ponerle cuerpo a la Virgen, a Cristo o al santo, y que verlo restaurado es similar a cuando una persona «se arregla». Esta mujer necesitaba algo cercano y le rezaba más a la Virgen que parecía más humana.

-¿Algún gran encargo en el corto plazo con el que celebrar sus bodas de plata como restauradoras?

-Tenemos dos próximos encargos de gran formato y nos han contratado para un organismo oficial del ejército, por un cuadro de 4×2 metros que habían doblado y del que hay que destapar 30 centímetros, ponerle bordes y hacer algún tratamiento complejo. Es emocionante.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»