Francisco celebró este domingo, tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el alto el fuego en Gaza que permitirá además la liberación de rehenes que aún retiene Hamás. Y también se felicitó por la liberación de medio millar de presos políticos en Cuba.
«¡Gracias a los mediadores!»
«Es un hermoso trabajo mediar para que se logre la paz. ¡Gracias a los mediadores!», dijo el Papa: «Y también doy las gracias a todas las partes que han intervenido en este importante resultado». Hizo votos por que «lo acordado sea respetado inmediatamente por las partes y que todos los rehenes puedan finalmente regresar a casa y volver a abrazar a sus seres queridos».
«Rezo mucho por ellos y por sus familias», añadió: «También espero que las ayudas humanitarias lleguen más rápidamente y en grandes cantidades a la población de Gaza, que tan urgentemente las necesita».
Francisco volvió a reiterar que la posición del Vaticano es la de los «dos Estados»: «Tanto los israelíes como los palestinos necesitan señales claras de esperanza: espero que las autoridades políticas de ambos, con la ayuda de la comunidad internacional, puedan alcanzar la solución adecuada para los dos Estados. Que todos puedan decir: sí al diálogo, sí a la reconciliación, sí a la paz. Y recemos por ello: por el diálogo, la reconciliación y la paz».
En cuanto a la liberación de presos políticos cubanos por parte del régimen comunista de señaló que «es un gesto de gran esperanza que concretiza una de las intenciones de este año jubilar» y mostró su confianza en que «en los próximos meses sigamos emprendiendo iniciativas de este tipo en las distintas partes del mundo».
«¡Dios no es tacaño!»
Antes de expresar estos comentarios tras el rezo del Ángelus, el Papa glosó el Evangelio del día, con el milagro de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11), «un relato que anticipa y sintetiza toda la misión de Jesús«.
El público en la Plaza de San Pedro durante el Ángelus de este domingo. Foto: Vatican Media.
Dicho relato refleja «la falta y la sobreabundancia», una por parte nuestra, otra por parte de Dios: «¿Cómo responde Dios a la falta del ser humano? Con sobreabundancia. ¡Dios no es tacaño! Cuando da, da mucho. No te da un pedacito, te da mucho. A nuestras faltas el Señor responde con su sobreabundancia».
A lo largo de la vida, recordó, a veces nos encontramos «que nos faltan fuerzas y muchas cosas», como «cuando las preocupaciones nos afligen, los temores nos asaltan o las fuerzas perturbadoras del mal nos quitan el sabor de la vida, la ebriedad de la alegría y el sabor de la esperanza«. Frente a todo ello, «el Señor da la sobreabundancia», consoló el pontífice: «Cuanta más falta hay en nosotros, más sobreabundancia hay por parte del Señor. Porque el Señor quiere hacer una fiesta con nosotros, una fiesta que no tendrá fin».
Instó a pedir la intercesión por todo ello a la Santísima Virgen, la gran protagonista -pues ella lo instó a Jesús- del milagro de Caná: que ella «nos ayude a redescubrir la alegría del encuentro con Jesús«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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