Estados Unidos tiene unos 335 millones de habitantes, pero solo millón y medio declaran ser episcopalianos.
Sin embargo Donald Trump y su esposa Melania empezaron el día de su investidura presidencial acudiendo al servicio religioso de la iglesia episcopaliana de Saint John en Washington.
En parte, es por tradición. Trump se solía definir como protestante presbiteriano hasta 2020 (los episcopalianos tienen obispos, los presbiterianos no) y cristiano no denominacional después de esa fecha. Melania, eslovena, es de tradición católica como la mayoría de los eslovenos, aunque ha publicado declaraciones que la alejan bastante de la ortodoxia católica.
Pero el templo de Saint John de Washington es considerado «el templo de los presidentes» desde principios del siglo XIX. Todos los presidentes de EEUU han acudido a él al menos algunas veces, porque está cerca de la Casa Blanca y porque una cantidad desproporcionada de presidentes eran episcopalianos. Abraham Lincoln acudía con asiduidad, y hay un banco establecido como «banco presidencial» en el templo.
Una iglesia muy liberal, que no atrae fieles
Los episcopalianos son los anglicanos de EEUU. Tienen obispos (y ahora también obispesas) que usan mitras, báculos y liturgia parecida a la católica. Pero su doctrina ha cambiado mucho en los últimos 50 años y se ha alejado del cristianismo bíblico y la tradición cristiana.
En el siglo XVI, con el rey Enrique VIII, el anglicanismo aceptó el clero casado.
En 1930, aceptaron la anticoncepción.
En 1976, los episcopalianos en EEUU aprobaron el clero femenino.
En 1989, se ordenó la primera obispa episcopaliana.
En 1994, prohibió toda terapia para dejar la homosexualidad.
En 2000, se aceptó el sexo fuera del matrimonio.
En 2003 ordenaron como obispo a Gene Robinson, un señor divorciado de su esposa, con dos hijos, que vivía «maritalmente» con otro hombre.
En 2006 el episcopalianismo admitía el matrimonio homosexual.
En 2010 presumía de ordenar en Los Ángeles una obispa lesbiana activa.
En 2011 un obispo episcopaliano casaba con boato mediático a dos sacerdotisas lesbianas episcopalianas, una de ellas famosa militante pro-aborto, Katherine Ragsdale, que luego trabajaría en la patronal abortista Planned Parenthood.
Esta iglesia ha impulsado todos los dogmas de la ideología de género y ha ido expulsando a los anglicanos de mentalidad bíblica y tradicional. Algunos que se fueron se hicieron católicos, ortodoxos o evangélicos, otros se organizaron en una iglesia anglicana conservadora, la ACNA, fundada en 2009, que hoy tiene con unas mil comunidades y 130.000 fieles en Norteamérica. Muchos, simplemente, dejaron de ir a la iglesia.
La Iglesia Episcopaliana cae en barrena, sus cifras son un desastre. En lo que va de siglo, han perdido un tercio de los que se declaran episcopalianos, y ha perdido la mitad de la asistencia real a sus iglesias (se mide un domingo concreto, cuando se cuenta a la gente en cada parroquia).
La religión «progre» no genera fieles, ni devotos, ni familias fuertes. En un domingo cualquiera, en un país enorme de 335 millones de habitantes, los episcopalianos atraen apenas a 400.000 personas a sus templos. En el año 2000, acudían unos 856.000, y se declaraban episcopalianos 2,33 millones. Hoy apenas declaran serlo un millón y medio.
[A modo de comparación: los católicos en EEUU eran unos 62 millones en el 2000 y seguían siendo unos 62 millones en 2020].
La iglesia, ya casi sin fe, de la élite y los poderosos
Con todo, la Iglesia episcopaliana sigue siendo la iglesia de la clase alta norteamericana, de los ricos, de la élite, de los poderosos.
Su líder desde 2015, el obispo Michael Curry, fue quien pronunció el sermón en la boda entre el Príncipe Harry de Inglaterra y la actriz norteamericana Megan Markle. También pronunció el sermón del funeral del muy conservador presidente George H.W. Bush. Y los que siguen declarándose episcopalianos suelen ser ricos y dar importantes donativos para mantener su estructura.
Trump y Melania han cumplido con la tradición de dejarse caer por su templo emblemático cerca de la Casa Blanca. Los retazos de una antigua tradición, en una iglesia cada vez más hueca, ya casi espectral…
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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