19/11/2024

Doñoro, el sacerdote que enfrenta sicarios para salvar niños: su proyecto para «llevarlos al cielo»

Desde hace algo más de dos semanas, miles de espectadores en España se han unido al impacto mundial generado por Sound of Freedom y su denuncia del tráfico de niños.

Una lucha que tiene sus militantes de primera línea como el protagonista de la cinta, Tim Ballard. En su mis atrinchera se encuentra precisamente un sacerdote con amplia experiencia militar, que ha plasmado sus vivencias en libros como El fuego de María.

Se trata del padre Ignacio María Doñoro, sacerdote bilbaíno que ejerció durante años como capellán castrense y que nunca tuvo miedo de arriesgar su vida por defender a los más pequeños.

Es conocido el episodio en el que se hizo pasar como traficante para salvar la vida de Manuel. Fue en El Salvador, cuando supo que el joven de 14 años iba a ser vendido por 21 euros a traficantes de órganos. Él identificó a la familia, les ofreció más dinero y  se convirtió en una de las primeras -y muchas- vidas salvadas por el capellán. Hoy se cuentan por miles.

«En unas décimas de segundo me di cuenta de que aquello era el tren que pasa una vez por tu vida, que o lo tomas o lo dejas», declaró hace algunos meses.

El tren que decidió coger le ha llevado casi hasta la misma muerte, lo que narra en uno de sus últimos libros, El secreto es Jesús, que actualmente promociona.

Entrevistado por Álex Navajas para El Buscador, de CREO TV, relató otros episodios de cómo sufrió en sus carnes el precio a pagar por llevar la luz del Evangelio y la caridad a niños que viven en el infierno.

Se encontraba en Puerto Maldonado, en Perú, levantando uno de los primeros capítulos de lo que más tarde sería una extensa obra llamad Hogar Nazaret. El apostolado, dedicado al rescate de niños de los narcos que les obligaban a trabajar en la minería ilegal, debía ser eliminado. Cada vez rescataba a más víctimas. 

«Si moría, debía hacerlo perdonando»

Recuerda que estaba en su casa, como una noche cualquiera,  cuando aparecieron los sicarios.

«Me pusieron tres pistolas en la cabeza, me dieron una soberana paliza y me ataron de pies y manos», recuerda. En un principio, trató de defenderse. Pensó que puestos a morir, lo haría «rabiando» y lamentando no tener una pistola ante las amenazas. Pero en medio de un dolor creciente que pronto lo llevaría  a la práctica pérdida de la conciencia, recordó que si moría, «debía hacerlo perdonando».

«En esa situación, en medio del dolor, en la pérdida del conocimiento, sentí un gozo y hasta el perdón, dando gracias a Dios. Cuando unos sicarios se han tomado tantas molestias en poner precio a mi cabeza, algo bueno habríamos hecho», pensó.

El sacerdote pensó que si no reaccionaba, le darían por muerto. Solo eso podría explicar por qué no lo remataron, a lo que ni el policía encontró una respuesta. «No era una advertencia», confirmó el sacerdote.

Precisamente Puerto Maldonado vio temblar su status quo criminal cuando el sacerdote fundó uno de sus hogares de rescate en una gran casa en medio de una plaza, rodeada de prostíbulos.

Pero los traficantes no fallarían una segunda vez. Doñoro sabía que no podía permanecer ahí con vida.

«El secreto es Jesús»

Así, tras ser reconstruido y recuperarse de una paliza cuyas secuelas aún hoy perduran, fundó como tal el Hogar Nazaret en 2022, en la prelatura de la Amazonia peruana de Moyobamba, uno de los principales focos productores de droga y exploración.

Hoy, su hogar acoge a más de 300 niños. Muchos acuden  por el boca a boca, otros gracias a la propia prelatura, pero prácticamente todos tienen una cosa en común:  sus casos, dice, «son de auténtica película, de los que saldrían en los telediarios».

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Muchos llegan desfigurados, en deplorables condiciones a consecuencia de los malos tratos, los parásitos y enfermedades y «por su puesto», sin bautizar ni escolarizar. Por eso explica cómo auténticos milagros el poder ver como cada niño «cambia», creciendo de una forma «irreconocible».

Como se lee precisamente en su libro, explica que «el secreto» de su apostolado «es Jesús». También la Virgen, la capilla que preside el Hogar y la oración de los jóvenes que alberga.

«Mirar con los ojos del Señor, sin juzgar»

También es crucial «el perdón» y «mirar como lo haría Jesús». Algo que ejemplifica con un pequeño tocayo suyo, de dos meses, cuya familia le había arrojado al canal, esperando que muriese.

Cuando se enteró, al sacerdote no le detuvo que a aquella zona no entrase ni la misma policía. Él solo se acercó a una de las responsables del intento de matar al bebé, mientras suplicaba en sus oraciones «poder mirarles con los ojos del Señor, sin juzgarles».

-Si Jesús viniera aquí, ¿qué haría?, le preguntó. 

-Ayudar.

-Y eso es lo que he venido a hacer. 

Hoy, el pequeño tiene 7 años y Doñoro habla de él como «el rey de la casa». Y como las buenas noticias nunca vienen solas, la madre del niño acabó confesando que tenía otro hijo de 9 años en la montaña, Álex. Sufría una enfermedad similar a la lepra. Fue otro «ángel» al que Doñoro pudo sanar, y que mostró que «cuando no juzgas a la persona, le das una oportunidad para amar».

«Un cortijo andaluz» en Perú, paraíso de las víctimas 

Actualmente, el Hogar Nazaret es un gigantesco «cortijo andaluz» que no para de crecer, tanto en huéspedes correteando, sanando y aprendiendo como en proyectos.

El más pequeño es Bryan, de un año y siete meses, y el mayor, un joven de 22 que de ser atendido en el Hogar Nazaret ha pasado a enseñar a otros de los niños como profesor.

Ayuda al Hogar Nazaret desde este enlace

A esta iniciativa se suman otras para darle continuidad, como es el convenio con un colegio público de gestión privada, el Corazón Inmaculado de María, que se complementa con una escuela de fútbol con «muchísimo tirón».

«Los niños -más de cien- se levantan a las 5:30 de la mañana, hacen cien flexiones, media hora de adoración, desayunan como salvajes y se van al colegio», explica.

También tienen en proceso de construcción una réplica del santuario del Rocío, que contrasta con la selva y las chabolas que lo rodean.

Entre otros proyectos en marcha, se encuentra el de terminar este último y la escuela de fútbol, edificar dos colegios y nuevos alojamientos para más de cien niños y la gran «apuesta», el Hogar Nazaret Santa Teresa de Calcuta. Se trata de un vasto terreno de decenas de hectáreas con las que Doñoro pretende «asegurar la sostenibilidad» del Hogar y que este pueda ser autosuficiente para el abastecimiento de alimentos. Entre risas, menciona que «no tienen móvil ni televisión, pero que ninguno se ha muerto» por ello.

Doñoro, en un tractor adquirido para trabajar las plantaciones del Fundo Santa Teresa de Calcuta. 

En el horizonte de los sueños se encuentra la de levantar una universidad que permita a los cientos de niños que entran en el Hogar Nazaret disponer de una titulación universitaria.

Un aspecto que, matiza Doñoro, aunque es importante, no es el fin del Hogar.

«Los niños me llaman `papá´ y yo quiero que vayan al Cielo. Siempre les digo que lo que más quiero es que vayamos todos. Al principio me chocó bastante esto de aceptar ser padre. Pero somos una familia sobrenatural, que llevamos la misma sangre, la de Cristo que no une, y la misma madre, que es la Virgen», concluye.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»