La Iglesia local se manifiesta y al mismo tiempo se realiza como tal cuando está reunida en asamblea eucarística presidida por el obispo.
Es una verdad eclesiológica la que se verifica en la catedral: en cada iglesia reunida en torno a su obispo está presente toda la Iglesia de Cristo, una, santa, católica, apostólica. Por esto, la importancia de la liturgia celebrada en la catedral no es de orden ceremonial sino teológico, porque deriva de la plenitud de significado de la asamblea litúrgica presidida por el obispo: es una especial manifestación de la Iglesia (SC 41).
Seguiremos la reflexión de Pere Tena, en un artículo suyo[1], para entrar más en la eclesiología de la catedra y ver sus aplicaciones litúrgicas y pastorales, que son muchas.
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