Para combatir a Satanás eficazmente y en todas partes, el Padre Pío usaba el santo Rosario, que rezaba sin interrupción y con perseverancia. Lo llamaba con un nombre significativo: el “Arma”. Se puede interpretar que era para él el arma de defensa y de ataque contra Satanás.
El 7 de octubre de 1916 el Padre Pío tuvo una visión, que por humildad prefirió decir que era un sueño. Cuenta él mismo:
«Me parecía estar -dice el Padre Pío- en la ventana del coro de la pequeña iglesia de San Giovanni Rotondo y mirando por la ventana vi en la plaza, ubicada delante de la iglesia, una inmensa muchedumbre muy apretada. Después de haber observado esta innumerable multitud de gente, me incliné a esta ventana, y pregunté:
-“¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?”
Y toda esta multitud, en coro, con una voz tosca y ensordecedora, gritó: “¡La muerte del Padre Pío!”. Me di cuenta que eran todos demonios.
Ante estas palabras entré al pequeño coro para rezar, uiitn llegó a mi encuentro la Santa Virgen, la cual, con una mirada maternal, apenada y con un gesto decidido, me puso entre las manos un “Arma”, diciéndome: *¡Con esta arma, eres tú quien ganarás!* Me incliné en la ventana del pequeño coro y todas estas personas cayeron a tierra fulminadas, permaneciendo desvanecidas. ¡Yo me desperté!
En seguida me volví a dormir -prosigue el Padre Pío-, y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una incontable multitud, asombrado, y no sin una cierta desilusión, grité: “¡Ah!… ustedes no han muerto!”, y pregunté otra vez: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “¡Somos cristianos!”. Ya tranquilizado, les dije: “¡Ustedes son los hijos y los discípulos de Jesús!… ¡Entonces, vengan conmigo! ¡Síganme y obedézcanme! ¡Y nadie más los perjudicará!”
Y añadí: “Aprieten siempre en sus manos el Arma de María, y ustedes ganarán siempre y por todas partes la victoria sobre los enemigos infernales”.»
Cuando hablaba del Arma, sus hermanos no entendían de qué se trataba, no se sabía qué era, en qué consistía, dónde estaba escondida, cómo poder encontrarla.
Algunos días antes de su muerte, el Padre Pío reveló el misterio e indicó muy claramente el “Arma de María”.
Estando en su cama, dice a sus hermanos que estaban con él en su celda: “Pásenme el Arma”.
Y los hermanos, sorprendidos y con curiosidad, le preguntaron: “¿Dónde está el Arma? ¡Nosotros no vemos nada!”.
Y el Padre Pío respondió: “¡Está en mi hábito, que ustedes tienen colgado en la percha!”.
Los hermanos, después de haber buscado en todos los bolsillos de su hábito le dicen: “¡Padre, no hay ningún Arma en su hábito!… Solamente hay un Rosario”.
Y en seguida el Padre Pío dijo: “¡Y eso, ¿no es un Arma?!… ¿La verdadera Arma?”
Con esta Arma el Padre Pío derrotó a la inmensa multitud de diablos que estaban furiosos desde el comienzo de su ministerio sacerdotal en San Giovanni Rotondo, en la pequeña iglesia; con esta “Arma de María” venció continuamente a Satanás y a sus satélites durante toda su vida, que estaba siempre expuesta a los ataques tan insidiosos del infierno.
El Padre Pío dio como legado a sus hijos espirituales: «Esto es mi testamento y mi voluntad: ¡Amen y hagan amar a la Virgen María! ¡Recen y hagan rezar el Rosario!”.
Por eso en la jaculatoria bien conocida, en honor a la Inmaculada, el Padre Pío había insertado: “Oh, María, sin pecado concebida, “terror de los demonios”, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi).
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