“No se trataba de desenmascarar a El País, se trataba de defender la justicia”, afirma Alfredo Fernández. Es el representante del grupo de católicos que, ‘colando’ un falso caso de abusos que el diario madrileño y el Defensor del Pueblo, el ex ministro socialista Ángel Gabilondo, asumieron sin contrastar, demostraron que la investigación tiene agujeros graves de credibilidad.
Escaso rigor
Alfredo explica que decidieron actuar cuando vieron lo “chapucero” del informe sobre abusos en Francia y comprendieron que “la senda de España iba a ser idéntica”: “Aquí iba todo por el mismo camino, se inició la campaña, se unieron otros medios de comunicación que se retroalimentaban de lo mismo, luego el Congreso de los Diputados, la Fiscalía, el Defensor del Pueblo, hasta humoristas y presentadores de televisión de conocidos programas de entretenimiento se sumaron… ¡incluso miembros destacados de la Iglesia!”.
Cuando Alfredo y sus amigos mandaron el caso a El País, desde la redacción pidieron más datos, pero «no se aportó dato ningún adicional y nadie pretendió verificar nada. Simplemente dieron por bueno todo, se comieron el bollicao [alusión a uno de los detalles del caso, publicado el pasado 7 de julio] y nos pidieron que rellenáramos un impreso. Así lo hicimos y nos sacaron en la página 246 de eso que algunos califican como informe… Aquello fue un copiar, pegar y que la máquina no pare«.
Víctimas de primera y víctimas de segunda
Lo que más les indignaba era el sectarismo ideológico. Solo interesaban las víctimas en el ámbito católico, como si hubiese “víctimas de primera categoría y de segunda”: “Podemos demostrar que se han enviado correos con víctimas ajenas a la Iglesia y se han ignorado”, asegura. Dado que, añade, según estudios solventes como el de Save the Children o la Fundación ANAR, solo el 1% de los abusos tienen lugar en el ámbito religioso, “ignorar al 99% restante para tratar de amplificar el 1% tiene una explicación extraordinariamente difícil más allá de la ideológica”.
Por esa misma razón ideológica se incide poco en el distinto patrón que sí tienen los abusos en la Iglesia: “La diferencia esencial entre los abusos a menores ocurridos en el seno de la Iglesia y el resto es que el componente de homosexualidad se dispara, tal y como ha corroborado también El País a lo largo de sus sucesivos informes. Globalmente, las niñas son las víctimas mayoritarias de los abusos y los abusadores son personas del entorno familiar o centros deportivos o colegios. En cambio, las víctimas en la iglesia han sido casi 9 de cada diez niños varones abusados por adultos varones. La extraordinaria prevalencia de los abusos homosexuales en la Iglesia la ha acreditado incluso El País, aunque han preferido reconducirlo especulando con una parafilia fruto del celibato en lugar de poner en valor sus datos empíricos y objetivos sobre la orientación sexual del agresor”.
Desde el primer momento, este grupo de católicos ha querido dejar claro su respeto a las víctimas, porque “las ha habido, merecen algún modo de reparación y públicamente lo defendemos”, pero “esto no puede ser el coladero institucional que está siendo”, advierte Alfredo.
«Si no pones freno a la mentira se acaba elevando a verdad»
Lamentan además que no haya una respuesta más enérgica por parte de la Iglesia cuando se la ha acusado de encubrimiento e incluso complicidad: “Si alguien públicamente te imputa un delito, quizá tú debas plantearte si es adecuado dejarle que prescriba o llevarle ante los tribunales de justicia y que responda. Se ha impuesto lo de ‘poner la otra mejilla’, algo muy santo, pero muy arriesgado, porque si no pones freno a una mentira se acaba elevando a la categoría de verdad, según las extrañas reglas de pensamiento de la sociedad en la que vivimos. Esa inacción, en parte, nos ha traído hasta aquí”.
Por eso, Alfredo Fernández pide a la Iglesia “que defienda la verdad por encima de los convencionalismos sociales y nunca se amedrente, por poderoso que finja ser el adversario. Si ha llegado hasta aquí tras más de dos milenios es porque no está sola y no hay a quien temer. Los pecados de los hombres no son los pecados de la Iglesia”, y si hubo “maldad”, también “ la bondad, que no vende periódico, está presente cada día en un sinfín de labores sociales y espirituales en cualquier lugar de España y del mundo”. Pese a todo, la Iglesia no debe caer en la “autocomplacencia”, dice Alfredo, “porque lo de los abusos es algo que la Iglesia debe evitar por todos los medios en el futuro, cuidando y acompañando con el máximo cariño a las víctimas del pasado”.
Del mismo modo que la Iglesia “ha mejorado mucho en sus protocolos de detección y prevención del abuso”, concluye, el caso falso que ellos ‘colaron’ servirá para que El País “mejore también la profesionalidad y el rigor de su periodismo”: “Si El País mejora también lo hará Gabilondo. Si El País se estanca, también se estancará Gabilondo. Van de la mano”.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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