Un detalle muy bello y reverente de la misa tradicional es la forma en la que el sacerdote toma el cáliz durante la consagración:
Mantiene unidos sus dedos índice y pulgar de ambas manos pues son los dedos con los que previamente tocó la Hostia consagrada, para evitar de ese modo la caída de partículas.
La debida reverencia a la presencia real de Cristo en la Eucaristía es un deber de todo católico y en la misa tridentina esto queda muy claro.
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