Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba los demonios en tu nombre y no anda con nosotros, y se lo hemos prohibido». Jesús dijo: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí; y el que no está en contra de nosotros está a nuestro favor«.
El Espíritu Santo puede tener más o menos obstáculos para salvar nuestra alma, pero lo que está claro es que el demonio no tiene ningún poder sobre nosotros, es un simple «ocupa» al que hay que intentar echar como sea. El maligno introduce pensamientos, creencias, errores, que son como ladrillos para construir una fortificación por la que el Espíritu Santo no puede moverse libremente.
La humildad como escudo
El capítulo «El diablo no tiene derechos», del libro Tú eres mi ruina, de la monja franciscana Angela Musolesi, discípula del famoso exorcista Gabriel Amorth, recoge una catequesis del padre Roberto Liani en la que cuenta dos historias que le ocurrieron a San Francisco de Paula y que demostrarían que el mal nunca es todopoderoso.
Cuando San Francisco de Paula volvió a Italia, su tierra natal, los demonios presentes en la península hicieron correr la voz de que había llegado. Pero, debido a la enorme humildad de este monje, no pudieron hacer lo que querían. Las conversaciones de San Francisco de Paula con los demonios se producían a través de endemoniados que le solían presentar.
En un caso, a través de una muchacha poseída, el diablo le dijo que todas las regiones de la península estaban amenazadas y que solo esperaban que él saliera para lanzar un gran ataque, ya que «los seres infernales fueron neutralizados por la humildad y caridad del fraile». Los demonios no pudieron destruir Italia porque San Francisco de Paula estaba allí.
Musolesi es la discípula del padre Gabriel Amorth.
Francisco no se dejó intimidar y preguntó a la voz amenazadora que emanaba de la joven: «¿Quién te dio tanta presunción para invadir y mantener bajo tu dominio a esta pobre criatura de Dios?». El santo reprochó al diablo su presunción por poseer a esta persona. «Es muy importante porque a veces escuchamos o leemos que el diablo tendría derechos sobre alguien, mientras que para San Francisco de Paula el suyo era un reclamo abusivo», escribe Musolesi.
Y el diablo respondió: «No he sido yo quien ha ido a buscarla, fue ella quien caminó hacia mí y yo la invadí. Ahora me siento tan bien que no puedo salir de esto». En ese momento el hombre de Dios ordenó: «Vete, en nombre de la caridad, y deja en paz a esta pobre hija». El maligno se resistía: «¿Adónde quieres que vaya?». El santo: «Al lugar que te ganaste desde el principio de tu creación». Él respondió: «Me iré dentro de tres días». Pero el santo le ordenó: «¡No! Enseguida, tienes que irte ahora mismo. Y no nos hagas perder más tiempo».
En ese momento el diablo le propuso salir por los ojos de la niña, con la condición de quitarle uno de ellos. Francisco se opuso resueltamente y le ordenó: «¡No! Te prohíbo totalmente causar cualquier daño a esta criatura de Dios». El diablo pidió entonces algo más a cambio y el fraile hizo traer unas ampollas de vidrio, pero el maligno intentó ganar tiempo con astucia.
Entonces el santo agarró a la niña por el pelo dando la impresión de abandonarse a la ira y ordenó al diablo con gran energía que abandonara el cuerpo, lo que ocurrió instantáneamente. La joven regresó a su casa completamente curada.
El segundo caso narrado se refiere a otra niña infestada por unos demonios que la atormentaban día y noche. Los padres decidieron pedir ayuda al fraile, por lo que envió a su casa a dos religiosos que les ordenaron a los demonios que dejaran a esa pobre hija y no volvieran nunca más, precisando que actuaban por orden de San Francisco de Paula. Los espíritus infernales desaparecieron instantáneamente mientras el santo estaba reunido en oración a distancia.
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«A través de las Escrituras, el Señor nos muestra que el diablo no tiene derechos sobre las personas. Si alguien piensa que el diablo tiene derechos sobre él, debe eliminar ese miedo, porque no es cierto. Es muy importante saber que el diablo siempre es como un ‘ocupa’. Incluso si la persona estuviera en pecado mortal, un pecado persistente, y el diablo lo invadiera en cierto momento, su presencia siempre sería abusiva, tanto es así que con arrepentimiento y oración es expulsado», comenta la monja Musolesi.
«Si el diablo hubiera tenido derecho a permanecer allí, habría permanecido allí para siempre. Por ejemplo, tengo una casa propia, salgo y me olvido de cerrar la puerta: es un riesgo, lo que representa el pecado mortal. El diablo, vagando por el mundo, entra en esa casa, pero su entrada es siempre abusiva. La puerta abierta no le da derecho a entrar. De hecho, cuando sea expulsado, en el infierno pagará el castigo eterno más las penas por haber entrado en una casa a la que no tenía derecho de entrar, haciendo perder el tiempo también al hombre de Dios que lo echó», añade.
«Debe quedar muy claro que el diablo no tiene ningún derecho sobre los hijos de Dios. Esto, sin embargo, no significa que se pueda pecar sin consecuencias, pues siempre debe evitarse el pecado. Una de las fortalezas que a veces subyacen en la mente de una persona es pensar que el diablo por alguna razón tiene derechos sobre ella, pero en la Carta a los colosenses está escrito: «Y a vosotros, que estabais muertos por vuestras faltas y por no haber dominado los apetitos carnales, [Dios] os volvió a dar la vida juntamente con él, y os ha perdonado todos los pecados«.
«Cuando Adán y Eva pecaron, se redactó un documento en el que el diablo hacía la -falsa- afirmación de tener derechos sobre los hombres por el hecho de que habían pecado. Está equivocado, es mentira. Jesús clavó en la cruz el documento de nuestra deuda y la canceló perdonando nuestros pecados: ‘Destituyó a los principados y a las potestades, y los expuso a la pública irrisión, triunfando sobre ellos en la cruz’ (Col 2,15)».
«Por eso es incorrecto decir que el diablo tiene derechos sobre nosotros. Incluso cuando una persona se entrega voluntariamente a Satanás y le dice que quiere ser suya, y eso es lo más equivocado que existe, también en estos casos el diablo sigue comportándose como un abusador, porque esa persona es una criatura de Dios, y aunque se haya entregado a Satanás, siempre podrá arrepentirse y regresar a casa».
«Después de la derrota de un ejército, los vencedores expusieron a los vencidos al ridículo público: esto debe sucederles a los demonios, pues quedan avergonzados detrás de la procesión triunfal de Cristo. El único derecho que tienen los demonios es el de ser expulsados, tal como dice la palabra de Dios. Cristo los ha vencido», concluye la ayudante del Padre Gabriel Amorth.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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