Lo llaman «seminarios sobre la sinización de las iglesias«. Representantes de la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, encabezados por uno de sus sacerdotes, se desplazan hasta una parroquia para enseñarles qué deben hacer para una «estricta gobernanza de acuerdo con la ley«, para «mejorar la gestión» de la iglesia, para «llevar a cabo servicios de caridad social» y, sobre todo, para la «sinización del catolicismo«.
Así lo compartieron, por ejemplo, dos delegaciones de la Iglesia oficialista junto con un párroco de Wuxi (provincia de Jiangsu), ciudad de siete millones de habitantes junto al lago Tai (150 km al este de Shanghai) y cuyos fieles están muy vinculados a la pesca en el área. Las medidas adoptadas por la Asociación Patriótica de Wuxi «no solo reflejan las profundas raíces de la cultura de los pescadores de Jiangnan en el catolicismo de Wuxi», proclama la Asociación Patriótica con orgullo, sino que además «demuestran sus esfuerzos activos para promover la sinización de la Iglesia«.
Delegados de la Iglesia ‘patriótica’ encabezados por un sacerdote oficialista visitan una parroquia de la ciudad de Wuxi para establecer con sus responsables la estrategia de ‘sinización’. Foto: Catholic Church in China, medio de la Iglesia oficialista.
Esa «sinización» no es una «inculturación», al menos, en el sentido definido por Francisco en la audiencia general de este miércoles, que tiene lugar cuando «la fe se hace cultura y al mismo tiempo la ilumina, la purifica, la eleva».
Sinización «teológica»
No: la «sinización» es una estrategia aprobada el 14 de diciembre de 2023 por el Frente Unido, un organismo del Partido Comunista Chino que dirige los asuntos religiosos del país y coordina a la Asociación Patriótica y a la conferencia de obispos católicos (no reconocida por la Santa Sede). Dicha estrategia se plasma en el Plan Quinquenal para la Sinización del Catolicismo en China (2023-2027) que de facto ya se estaba implementando pero que a partir de esa fecha se ha convertido en prioridad y método de trabajo del partido para el control de todas las comunidades religiosas. Pocos días después se aprobaba uno similar para los grupos evangélicos.
Uno de los principales empeños de esa estrategia es la introducción en los templos de retratos de Xi Jinping como símbolo de la sumisión del culto a las directrices del Partido. Tras ser reelegido en octubre de 2022 como secretario general, y en marzo de 2023 como presidente de la República Popular China, Xi Jinping es el dirigente con más poder y durante más tiempo desde que Mao Tse Tung inaugurase en 1949 el régimen comunista.
Sin embargo, el culto a la personalidad es solo el aspecto chusco del programa. Formó parte desde el principio del asalto a la religión junto al asesinato y el encarcelamiento. Los métodos actuales, sin renunciar a esos tres instrumentos (sigue habiendo obispos, sacerdotes y fieles arrestados o en paradero desconocido), tienen otra pretensión más sutil para hacer desaparecer la religión: apoderarse de ella en el interior de los creyentes.
En el relato de las visitas de «intercambios profundos» entre la Asociación Patriótica y las parroquias para la «sinización» aparece un término clave: «Fortalecer la construcción teológica«.
En efecto, el Plan Quinquenal establece que «es necesario intensificar la investigación para dar fundamento teológico a la sinización del catolicismo, mejorar continuamente el sistema de pensamiento teológico sinizado y construir un sólido fundamento teórico para la sinización del catolicismo, para que éste se manifieste constantemente con características chinas».
«Características chinas» no quiere decir ‘cultura tradicional china’: no se trata de una adaptación de ese tipo, pues entonces quien tendría que decidir y dirigir ese proceso sería la Iglesia, no el partido.
La «sinización» es otra cosa. En cuanto objetivo decidido por un organismo del Partido mediante un Plan Quinquenal, la «sinización» consiste, en expresión de George Weigel, en «un impulso a los objetivos hegemónicos del régimen comunista chino» y «un llamado a la aquiescencia obsequiosa hacia el programa de control social del régimen».
Colaboracionismo
Alguien podría pensar que esto no es más que una interpretación de Weigel, muy identificado con las líneas tradicionales de la política exterior estadounidense. Pero quien resuelve toda duda es el mismísimo obispo de Shanghai, José Shen Bin, designado como tal por el gobierno de Pekín en abril de 2023 (en una violación particularmente grave, por la entidad de la diócesis, del acuerdo suscrito en 2018 por China y la Santa Sede) y convalidado por el Vaticano, ante los hechos consumados, tres meses después.
Según Shen Bin, «la ‘sinización’ consiste en una señal orientativa y una dirección para adaptarse a la sociedad socialista, así como un requisito fundamental para la supervivencia y el desarrollo de la Iglesia católica en China».
La estructura de adoctrinamiento del régimen sobre la Iglesia está, pues, montada institucionalmente (la Asociación Patriótica), respaldada legalmente (el Plan Quinquenal) y apoyada desde dentro (obispos consensuados con el partido en virtud del acuerdo de 2018). Los católicos chinos, sin amparo civil o eclesiástico (pues, teóricamente, ya no hay Iglesia clandestina), están ahora en la tesitura decidir entre someterse o no y asumir las consecuencias.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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