10/03/2025

EL MAGISTERIO PERENNE CONTRA EL MAGISTERIO DEL MOMENTO: LA CRISIS DE LA VERDAD EN LA IGLESIA

A lo largo de la historia, la Iglesia ha sido guardiana de la Revelación divina, la cual se transmite a través de la Sagrada Escritura y la Tradición, bajo la custodia del Magisterio. Sin embargo, en tiempos recientes, se ha manifestado una tendencia peligrosa en la que la enseñanza eclesiástica parece desvincularse de su fundamento perenne. Este fenómeno ha dado lugar a lo que podríamos llamar un “Magisterio del momento”, en el que las doctrinas parecen modificarse según las exigencias de la época.

San Vicente de Lerins ya advertía contra esta tentación cuando afirmaba que la fe verdadera debe profundizarse sin cambiar su esencia:

 “Debe fortalecerse con los siglos, pero siempre en el mismo sentido y significado.” (Commonitorium, c. XXIII).

La Iglesia no está llamada a fabricar nuevas verdades, sino a conservar íntegra la enseñanza recibida de Cristo y los Apóstoles. Cuando el Magisterio se separa de la Tradición, deja de ser un faro de verdad y se convierte en un instrumento de poder desligado de la autoridad divina.

LA NATURALEZA AUTÉNTICA DEL MAGISTERIO

El Concilio Vaticano I dejó claro que la función del Magisterio no es innovar, sino preservar y explicar la fe recibida:

 “El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que enseñaran nuevas doctrinas, sino para que guardaran religiosamente y expusieran fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles.”

Santo Tomás de Aquino refuerza esta enseñanza al advertir que el Magisterio no tiene potestad para establecer nuevas doctrinas, sino únicamente para exponer con autoridad lo que ya ha sido revelado:

 “El desarrollo de la doctrina no es una evolución en su esencia, sino una profundización en su comprensión.” (Summa Theologiae, I, q.1, a.8).

San Agustín también subraya que la Iglesia es la única garante de la fe, pues es ella la que ha transmitido la Escritura y la Tradición:

 “No creería en el Evangelio si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica.” (Contra la carta de Maniqueo, 5,6).

El Magisterio, por lo tanto, no es fuente de la verdad, sino su intérprete fiel. Si se separa de la Tradición y la Escritura, deja de ser un órgano legítimo de enseñanza y se convierte en una institución errática, sujeta a los vaivenes de la época.

EL ERROR DEL “MAGISTERIO DEL MOMENTO”

El Papa San Pío X, al condenar el modernismo, describió su principio esencial como la creencia de que la verdad evoluciona según las circunstancias históricas. En Pascendi Dominici Gregis, advirtió que esta mentalidad conduce a la destrucción de la fe:

 “Los modernistas sostienen que la verdad no es inmutable, sino que evoluciona según las necesidades de cada época.”

Esta concepción lleva inevitablemente a la confusión doctrinal. El mejor ejemplo de esta crisis fue la herejía arriana, que debilitó la enseñanza sobre la divinidad de Cristo, causando gran división en la Iglesia. San Atanasio, quien resistió esta herejía, proclamó con valentía:

 “Ellos tienen las iglesias, pero nosotros tenemos la fe de siempre.”

Hoy en día, un error similar se repite cuando se intenta cambiar enseñanzas que la Iglesia ha sostenido desde sus inicios. Un ejemplo es el cambio en la doctrina sobre la pena de muerte, el cual contradice siglos de enseñanza católica. San Vicente de Lerins advierte que la verdadera doctrina no cambia su naturaleza, sino que crece en comprensión sin contradecirse:

 “En la Iglesia debe mantenerse aquello que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos.” (Commonitorium, c. II).

San Roberto Belarmino también nos previene contra esta visión errónea de la autoridad papal:

 “El Papa no tiene autoridad para cambiar la fe católica, sino para defenderla.” (De Romano Pontifice, IV, 2).

El peligro del “Magisterio del momento” es que presenta los cambios como desarrollos legítimos, cuando en realidad son contradicciones abiertas con la fe recibida.

LA NECESIDAD DE PERMANECER EN EL MAGISTERIO PERENNE

San Juan Crisóstomo exhorta a los fieles a mantenerse firmes en la fe, aun cuando la jerarquía pueda fallar:

 “Si la Iglesia sufre tribulación, no te apartes; si los pastores fallan, permanece en la fe de los Apóstoles.” (Homilías sobre Mateo, 33,7).

San Pío X, en Notre Charge Apostolique, llamó a resistir toda innovación que desfigure la doctrina recibida:

 “Cada fiel debe luchar por la fe y resistir toda innovación que desfigure la doctrina recibida.”

Esta resistencia no es una actitud de rebeldía, sino una manifestación de fidelidad a la verdad perenne. No es posible aceptar sin discernimiento todo lo que un papa  (que no usa la prerrogativa de la infalibilidad) o un concilio pastoral afirmen, si esto contradice o enseña con ambigüedades lo que la Iglesia ha enseñado siempre.

San Pablo nos advierte contra el conformismo con los errores del mundo:

 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de vuestra mente.” (Romanos 12,2).

Nuestra fe no depende de la opinión de los hombres, sino de la verdad revelada por Dios.

CONCLUSIÓN

La crisis actual en la enseñanza de la Iglesia exige discernimiento y valentía. No podemos aceptar un “Magisterio del momento” que adapta la doctrina a las modas del mundo. Nuestro deber es permanecer en la fe inmutable, la fe de los Apóstoles, que no puede cambiar porque proviene de Dios.

San Pío X resumió el camino con su lema:

 “Instaurare omnia in Christo” – Restaurar todas las cosas en Cristo.

Solo, sin ambigüedad o contradicción alguna, a través de la fidelidad absoluta a la verdad recibida, la Iglesia podrá superar esta crisis y preservar su misión divina.

OMO

BIBLIOGRAFÍA

 • San Vicente de Lerins, Commonitorium.

 • Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

 • San Agustín, Contra la carta de Maniqueo.

 • San Pío X, Pascendi Dominici Gregis y Notre Charge Apostolique.

 • San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice.

 • San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo.

 • Concilio Vaticano I, Dei Filius.

 • San Pablo, Epístola a los Romanos.

PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD