Las primeras reacciones ante León XIV han sido buenas. Las cosas como son. Curiosamente, contra lo que hubiera sido previsible, parece que hay una gran satisfacciòn entre los católicos que, en términos humanios y políticos, llamaríamos de tendencias conservadora, y un pretendido entusiasmo, posiblemente disfraz de la decepción, de los que podemos designar como más primaveralmente sinodales.
Recordamos todos, memoria tenemos, los gritos de júbilo de la más radical progresía primaveral al descubrir que Francisco salía a la logia de san Pedro, recién elegido papa, sin más atuendo que la sotana blanca. Los gritos de júbilo se transformaron el alarido profético al conocerse que Francisco había decidido abandonar los apartamentos pontificios y residir en Santa Marta. Dos señales, más propagandísticas que otra cosa, que se se exhibieron por toda la prensa como señal de una nueva época en la Iglesia.
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