Este 22 de enero, dos días después de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, el obispo de la diócesis de Arlington Michael F. Burbidge publicaba una carta pastoral dirigida a advertir de la “injusticia moral” y la “destrucción de vidas” de la Fecundación in vitro, así como de la creciente aceptación de la misma entre católicos: según las últimas encuestas del Pew Research Center, hasta un 65% de católicos estadounidenses consideran el acceso a la FIV como un bien.
La fecha de la publicación de la carta –La familia cristiana, la fecundación in vitro y el testimonio heroico del amor verdadero– podría parecer casual. Pero a lo largo de la misma, el obispo se dirige a «cargos públicos electos» que en los últimos meses “han abogado por un mayor papel del gobierno en la provisión de la FIV como un derecho”. Un mensaje que parece directamente dirigido al recién nombrado presidente Donald Trump, que en agosto se autodefinió como el “padre de la FIV” y que mostró su “firme apoyo a la disponibilidad de la FIV para las parejas que están tratando de tener un bebé”. Bajo la administración Trump, declaró el pasado agosto a la NBC, “pagaremos por ese tratamiento y obligaremos a las compañías de seguros a pagar” por ello.
Para Burbidge se trata de una afirmación que, de cumplirse, podría “poner en juego la libertad” misma y a la que “la Iglesia se opone absolutamente”, advirtiendo de las múltiples consecuencias nocivas de la FIV a lo largo del documento.
Extraemos algunos de los argumentos y mensajes más destacados del obispo:
1º Creciente aceptación entre católicos
Uno de los primeros párrafos de la carta de Burbidge lamentan “la creciente aceptación de la fecundación in vitro como una aparente solución al dolor de la infertilidad”, así como su demanda como “medio instrumental para conseguir un hijo a través de la maternidad subrogada o incluso para crear un hijo eugenésicamente con características específicamente deseadas, eliminando a otros hijos en el proceso”.
Una práctica que es suscrita por cada vez más católicos “de buena voluntad que pueden no haber encontrado la enseñanza de la Iglesia” al respecto y que para otros “es conveniente ignorar”: “Según una encuesta reciente de Gallup, el 82% de los estadounidenses creen que el uso de la FIV es moralmente aceptable, y el 49% afirmaba que cree que es moralmente aceptable destruir personas humanas embrionarias creadas mediante procedimientos de FIV. Incluso el 65% de los católicos estadounidenses ven el acceso a la FIV como un bien, según una encuesta reciente de Pew”.
2º “Injusta, repleta de dificultades y olvida las causas de la infertilidad”
El obispo lamenta que, desde la implantación de la FIV en 1978, al menos 12 millones de personas habrían sido concebidos y nacidos bajo este procedimiento. Una técnica que, según Burbidge, “supuso una revolución en la medicina que hizo que muchos médicos dejaran de centrarse en las causas subyacentes de la infertilidad para adoptar métodos tecnológicos artificiales y costosos”. Unos métodos que, por otro lado, “desplazan el papel central del amor conyugal en el proceso de procreación. Desgraciadamente, y a pesar de las buenas intenciones y aspiraciones de muchos matrimonios, la FIV es contraria a la justicia y sigue estando repleta de dificultades morales”.
La carta del obispo Burbidge `La familia cristiana, la fecundación in vitro y el testimonio heroico del amor verdadero´ puede descargarse en la web de la diócesis de Arlington.
3º “La FIV crea vida y la destruye”
Más adelante, el obispo define la FIV como el proceso de “juntar las células sexuales de un hombre y una mujer en un entorno clínico con la esperanza de engendrar hijos embrionarios, algunos de los cuales se transfieren después al útero de la mujer”. El método supondría una “gran injusticia moral” porque “muchos de los hijos embrionarios engendrados por el proceso serán desechados, por haber sido considerados no deseados, o congelados, por haber sido considerados deseados pero innecesarios”.
Es por ello que Burbidge no duda en afirmar que “tal y como se practica, la FIV crea vida y la destruye”, recordando además su “dificultad moral más obvia”: “Por cada uno de los más de 12 millones de niños nacidos mediante FIV desde 1978 hay muchas decenas de millones más de hermanos y hermanas desaparecidos que han sido destruidos deliberadamente, con los que se ha experimentado, o que han sido congelados en nitrógeno líquido. Todo procedimiento de FIV exitoso da como resultado un niño vivo con muchos hermanos que faltan”.
4º “Sería injusta aunque no se eliminasen o descartasen niños”
La carta remarca que todos los niños concebidos y nacidos por FIV poseen “una dignidad humana inalienable”. De hecho, precisa Burbidge, “su dignidad innata es la razón por la que la Iglesia se opone a que sean instrumentalizados y convertidos en objetos por medio de la FIV, que selecciona eugenésicamente a algunos para vivir y a otros para morir”.
Es por ello que la Iglesia “recuerda a los fieles y a todas las personas de buena voluntad que la FIV seguiría siendo injusta y moralmente incorrecta incluso si no se destruyeran o descartaran niños embrionarios. Tales procedimientos reemplazan, en lugar de ayudar, la autodonación amorosa de los esposos que se manifiesta en el amor conyugal procreativo y unitivo”, y que es “reemplazado efectivamente por un procedimiento de laboratorio que se hace posible gracias a la subyugación del hombre y la mujer a un proceso tecnológico”.
El obispo Burbidge presenta su carta sobre Fecundación in vitro:
5º Viola el derecho de todo niño a tener a su padre y a su padre
Para Burbidge, la tentación de la FIV también reside en su capacidad de generar una nueva vida para personas que desean tener hijos fuera del vínculo matrimonial y con escasas garantías:
“A diferencia del proceso de adopción, que históricamente ha implicado muchas salvaguardas y normas para que los adoptados se integren en una familia amorosa y estable, la FIV permite que prácticamente cualquier persona o pareja no casada, incluidas aquellas que llevan un estilo de vida que no concuerda con la felicidad y la estabilidad familiar, obtenga un hijo directamente o por medio de una madre sustituta. Todo niño tiene un derecho natural a su madre y a su padre, y sigue siendo una grave injusticia producir hijos que, desde el principio, son separados a la fuerza de sus padres naturales”.
6º Un “salvaje oeste” con “condiciones fatales”
La carta recuerda también la definición de la FIV como “salvaje oeste” por el profesor Naomi Cahn, debido especialmente a la falta de regulaciones básicas de salud y seguridad. Actualmente, comenta el obispo, “la industria de la FIV está menos regulada que el hospital o centro médico ambulatorio promedio, lo que genera condiciones peligrosas para los futuros padres y, a menudo, condiciones fatales incluso para aquellos niños que han sido congelados y, en muchos casos, existen en un estado de abandono efectivo”.
7º La oposición “absoluta” de la Iglesia
Aunque sin mencionarlo, el obispo parece referirse a Trump cuando habla de funcionarios que en los últimos meses han abogado por un mayor papel del gobierno en la provisión de la FIV como un derecho, ya sea mediante financiación directa u obligando a las compañías de seguros de salud a hacerlo.
Se trata de una hipotética pero anunciada acción gubernamental que no solo es censurable para el obispo, sino a la que también “la Iglesia se opone absolutamente” al incurrir “en una grave injusticia moral contra todos los ciudadanos”: “En un intento equivocado de responder a los desafíos que rodean el matrimonio, la formación de la familia, la caída de las tasas de natalidad y la fertilidad, los funcionarios electos se apresuran a apoyar una industria de la FIV que mata o congela cientos de miles de niños embrionarios cada año y facilita la práctica explotadora de la gestación subrogada”, denuncia el obispo.
La promesa electoral de Trump de establecer tratamientos gratuitos de fecundación in vitro. «Produciremos bebés en este país, ¿de acuerdo?»:
8º La Iglesia, “dispuesta a combatir” la propuesta de Trump
Para el obispo, la aplicación de una autorización o mandato federal favorable a la FIV como el anunciado por Trump representaría “la entrega ilegítima al César del don de la vida humana y el bien de la familia”.
También supondría a su juicio “graves injusticias”, “llamaría al abuso, a la dominación y a la subyugación al poder absoluto del Estado” y “amenazaría la libertad religiosa de los millones de cristianos para quienes tanto la fe como la razón hacen imposible la participación en la FIV”.
El obispo enumera otras de sus implicaciones: “Un mandato estatal de ese tipo resultaría en la coerción generalizada de los trabajadores de la salud y la evisceración de su derecho profesional de conciencia. Cualquier mandato federal de FIV introduciría al Estado en el corazón mismo del hogar y generaría la falsa sensación de que el Estado y quienes detentan el poder pueden y deben dirigir las vidas de aquellas personas que su poder ha creado. De esta manera, la perspectiva de un mandato federal de FIV representa una grave amenaza no sólo para los derechos humanos, sino para la libertad futura de un pueblo libre”.
Es por ello que Burbidge concluye su carta dirigiendo una advertencia al nuevo presidente de los Estados Unidos: “La Iglesia, como lo ha hecho en tantos otros ámbitos de la vida política, está dispuesta a proclamar la dignidad de todas las personas humanas y a actuar pacíficamente para combatir cualquier mandato nacional de FIV, fomentando al mismo tiempo la fertilidad que afirma la vida y la atención procreativa”.
9º Propuestas dirigidas a los gobiernos
En términos más propositivos, el obispo recuerda en su carta las muchas medidas con las que el gobierno federal puede desempeñar un papel positivo respecto a la familia y la natalidad:
Considerar formas concretas de alentar el matrimonio temprano y la formación de familias, establecer programas para abordar los gastos directos relacionados con el embarazo y el parto que pueden actuar como una barrera para el crecimiento de las familias
Fortalecer las protecciones contra la discriminación corporativa para los empleados que desean tener éxito profesional mientras forman o hacen crecer sus familias.
Observar y defender mejor los derechos de conciencia de todas las personas, especialmente los trabajadores de la salud.
Garantizar que los centros de FIV adopten normas básicas de salud y seguridad que minimicen los daños asociados con su industria.
Considerar la posibilidad de exigir declaraciones de consentimiento informado claras para los futuros padres que transmitan claramente las consecuencias éticas y médicas del proceso de FIV y las alternativas efectivas para afirmar la vida.
Generar la voluntad política para promulgar leyes que sirvan al bien común, protejan a todas las personas humanas y limiten las llamadas libertades reproductivas que, de hecho, constituyen graves injusticias.
Una sola persona valiente, guiada por una conciencia correctamente formada, puede transformar positivamente a toda una sociedad. Nuestros políticos y legisladores están llamados a consagrar y defender el verdadero bien a través de la ley para que toda la nación o el estado puedan beneficiarse de sus efectos positivos.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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