El Papa celebró este domingo en la Plaza de San Pedro la canonización de catorce nuevos santos: once mártires de Damasco (8 de ellos españoles); José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata; Madre Elena Guerra, fundadora de las Oblatas del Espíritu Santo; y Sor Marie-Léonie, fundadora de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia.
«A lo largo de la agitada historia de la humanidad, ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y en la alegría, como el hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros. Son sacerdotes y consagradas fervientes de pasión misionera, como el padre José Allamano, sor María Leonia Paradis y sor Elena Guerra», dijo el Papa en la homilía.
Francisco recordó que estos nuevos santos vivieron según el estilo de Jesús, que es «el servicio»: «La fe y el apostolado que llevaron a cabo no alimentaron en ellos deseos mundanos ni ansias de poder, sino que, por el contrario, se hicieron servidores de sus hermanos, creativos para hacer el bien, firmes en las dificultades, generosos hasta el final».
«Fueron siervos fieles, hombres que sirvieron en el martirio y en la alegría», dijo el Papa.
«Jesús nos ayuda a pensar no según los criterios del mundo, sino conforme al estilo de Dios, que se hace el último para que los últimos sean enaltecidos y lleguen a ser los primeros», añadió Francisco, antes de comentar el Evangelio de San Marcos que relata cuando los discípulos Santiago y Juan le piden a Jesús que les conceda sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda en su gloria.
«No se trata de una lista de cosas por hacer, como si, una vez hechas, pudiéramos considerar que nuestro turno terminó; quien sirve con amor no dice: ‘ahora le tocará a otro’. Este es un modo de pensar como empleados, no como testigos», expresó el Papa, y concluyó su homilía recordando que el servicio «nace del amor» y el amor «no conoce fronteras, no hace cálculos, se consume y se da».
Allamano y el milagro del jaguar en la jungla brasileña
Uno de los nuevos santos es José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata, y cuyo milagro para ser canonizado es el que se presentó en 2021, pero con datos de 1996. Lo contó así la misionera Maria Da Silva Ferreira, testigo de los hechos.
«El indígena Sorino, en la selva, fue atacado por un jaguar, que le arrancó con fuerza el cuero cabelludo. Recuerdo que el cráneo quedó en parte destrozado, con pérdida de masa cerebral. Sorino perdió la vista. Hubo momentos de gran tensión. Llamamos a los médicos y no se pensó que se le pudiera salvar», describe la misionera. «En esos días comenzó la novena del Beato José Allamano, y lo invocamos por la curación de esta persona. Lo encontraron de repente curado y ya entonces se consideró un milagro«, añade la misionera.
Según recogió OMPress, Maria Da Silva Ferreira explica que los misioneros estaban muy ocupados con sus tareas entre los indígenas yanomami y «extrañamente, nadie pensó en seguir adelante con el reconocimiento de la curación». Volvieron a pensar en ese milagro con motivo del Sínodo de la Amazonía.
El italiano José Allamano (1851-1926) es considerado parte de una ola muy fértil de «santos sociales turineses» del siglo XIX, entre quienes estarían también Don Bosco (fundador de los salesianos), San José Benito Cottolengo y Leonardo Murialdo (fundador de los llamados «josefinos de Murialdo»), entre otros.
Allamano forma parte de una ola muy fértil de “santos sociales turineses” del siglo XIX.
La obra de Allamano está muy viva y es influyente en la Iglesia. Los Misioneros de la Consolata están presentes con vigor en numerosos países de África, Hispanoamérica y otros continentes. Hacia 2022 contaban con 240 comunidades masculinas, con unos 720 religiosos y unos 920 sacerdotes. Hay unos 15 obispos de este instituto; el de más rango en la Curia sería el joven cardenal italiano Giorgio Marengo (nacido en 1974), que es obispo misionero en Mongolia (el único obispo del país, donde solo hay unos 1.400 católicos).
Las religiosas de la Consolata son unas 530 en 73 comunidades. Su superiora, la hermana Simona Brambilla, también tiene un cargo importante en la Curia: es la número dos en el Dicasterio para la Vida Consagrada, solo por debajo del cardenal Joao Bráz de Aviz.
En la Consolata difunden las figuras de otros tres miembros en los altares: Irene Stefani (religiosa misionera y enfermera en Kenia, fallecida en 1930 con 39 años, beatificada en 2015), San José Cafasso (sacerdote tío de Allamano, apóstol en las cárceles, murió en 1860 con 49 años y fue canonizado en 1947) y Leonella Sgorbati (religiosa misionera y maestra de enfermeras en Somalia, asesinada con siete disparos en 2006, mártir del perdón, beatificada en 2018).
Mártires franciscanos de Damasco en 1860
Los mártires de Damasco de 1860 son 8 franciscanos españoles y tres compañeros laicos sirios, católicos de rito maronita, asesinados por una muchedumbre fanatizada que asaltó su convento entre el 9 y 10 de julio de 1860, en el marco de una ola de ataques violentos contra comunidades cristianas. Se les menciona habitualmente como «Manuel Ruiz y compañeros mártires» o «los mártires franciscanos de Damasco«. En Damasco tenían una escuela con 400 alumnos y buenas relaciones con las autoridades.
Estos mártires son:
– Manuel Ruiz, superior de la casa, nacido en San Martín de Ollas (Santander) el año 1804;
– el padre Carmelo Bolta, párroco de los católicos de Damasco, natural de Real de Gandía (Valencia), nacido en 1803, muy culto;
– el padre Engelberto Kolland, nacido en Ramsau (Tirol, Austria) en 1827, conocedor de seis idiomas;
– el padre Nicanor Ascanio, de Villarejo (Madrid), nacido en 1814, se dice que la venerable sor Patrocinio predijo su martirio;
– el padre Nicolás M. Alberca y Torres, de Aguilar de la Frontera (Córdoba), nacido en 1830, hombre muy sencillo;
– el padre Pedro Nolasco Soler, natural de Lorca (Murcia), nacido en 1827;
– fray Francisco Pinazo Peñalver, nacido en Alpuente (Valencia) en 1812;
– fray Juan S. Fernández, nacido en Carballeda (Orense) el año 1808;
– tres laicos católicos de rito maronita: Francisco, Moocio y Rafael Massabki.
Ante los disturbios violentos, las autoridades otomanas invitaron a los religiosos cristianos a refugiarse en un palacio bien protegido, pero los franciscanos querían quedarse con los que se refugiaban en su convento y pensaban que no serían atacados, por no tener enemigos.
Cuando la muchedumbre violenta golpeó las puertas esa noche, el superior consumió el Santísimo Sacramento. Los asaltantes irrumpieron con armas, dándoles la posibilidad de salvar la vida si se convertían al Islam. Se negaron y fueron asesinados.
Esta afirmación no acaba de encajar con el hecho de que, según el proceso de beatificación, los asaltantes eran, sobre todo, drusos, una religión distinta, escindida del Islam, monoteísta y abrahámica, pero que cree en la reencarnación y otras cosas inaceptables para judíos, musulmanes o cristianos. Los drusos hoy viven en Líbano, Siria e Israel, y son muy odiados por los fundamentalistas suníes o chiíes.
En cualquier caso, los asaltantes de 1860 mataron a los frailes que oraban, golpeándolos con palos y barras de hierro. A varios los lanzaron luego desde lo alto de la torre o el campanario. Los asesinos mutilaron sus cuerpos y los arrojaron a lugares inmundos. La comunidad cristiana los recuperó más adelante.
Madre Elena Guerra (1835–1914)
Conocida como la «apóstol del Espíritu Santo», Santa Elena Guerra ayudó a convencer al Papa León XIII para que exhortara a todos los católicos a rezar una novena al Espíritu Santo en preparación para Pentecostés en 1895. Guerra, nacida en Lucca (Italia), es la fundadora de las Oblatas del Espíritu Santo, una congregación de religiosas reconocida por la Iglesia en 1882, que continúa hoy en África, Asia, Europa y Norteamérica.
Amiga de León XIII y maestra de santa Gema Galgani, Guerra es recordada por sus escritos espirituales y su devoción apasionada al Espíritu Santo. Durante gran parte de sus 20 años, Guerra estuvo postrada en cama por una grave enfermedad, un desafío que resultó ser transformador, pues se dedicó a meditar en la Escritura y a los Padres de la Iglesia.
La italiana Elena Guerra siempre fue devota, pero hasta los 35 años no se consagró.
Tras recuperarse, sintió el llamado a consagrarse a Dios durante una peregrinación a Roma con su padre, y luego fundó la comunidad religiosa dedicada a la educación. Durante su correspondencia con León XIII, Guerra compuso oraciones al Espíritu Santo, incluyendo una Corona del Espíritu Santo, pidiendo al Señor que «envíe su Espíritu y renueve el mundo».
Madre Marie-Léonie Paradis (1840–1912)
La hermana canadiense Marie-Léonie Paradis fundó la congregación de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia. Nacida Virginie Alodie en la región de Quebec (Canadá), fundó su instituto en 1880 en New Brunswick, cuyo propósito era colaborar con la Congregación de Santa Cruz en su labor educativa.
Antes de fundar su orden religiosa, Paradis pasó ocho años en Nueva York sirviendo en el Orfanato San Vicente de Paúl en la década de 1860, antes de trasladarse a Indiana en 1870 para enseñar francés y labores en la Academia de Santa María. A petición del obispo de Montreal, Paradis fundó las Pequeñas Hermanas en 1880.
Marie-Léonie Paradis fundó las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia.
Una parte importante de la espiritualidad y carisma de la orden es el apoyo a los sacerdotes, tanto mediante la oración constante como con el servicio humilde y alegre en los seminarios y rectorías, imitando a «Cristo el Siervo», quien lavó los pies a sus discípulos. El milagro atribuido a la intercesión de Paradis fue la curación de una recién nacida que sufría de «asfixia perinatal prolongada con insuficiencia multiorgánica y encefalopatía» durante su nacimiento en 1986 en un hospital de Saint-Jean-sur-Richelieu, Canadá, según el Vaticano.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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