En 2019 el Papa Francisco instauró como celebración anual el Domingo de la Palabra de Dios, tema de la Eucaristía de este domingo. El Pontífice ha animado a los fieles a llevar el Evangelio siempre en un bolsillo, bolso o en el teléfono móvil.
Y ha planteado este desafío: «¿He leído entero al menos uno de los cuatro Evangelios?«. Además, el Papa confirió ceremonialmente los ministerios de Lector y Catequista a unos laicos, hombres y mujeres.
Poner la Escritura en el centro de nuestra vida
Asistieron unas 5.000 personas a la misa en la Basílica de San Pedro. El Papa confirió a dos mujeres laicas el ministerio de Lector y a nueve fieles laicos el de Catequista. Llegaron de lugares lejanos: de Brasil, Bolivia, Corea, Chad, Alemania y las Antillas. En sus manos, el Pontífice les entregó una Biblia y una Cruz, símbolos del mandato de proclamar y anunciar esa Palabra que, como subraya en su homilía, «atrae a Dios y envía a los demás”.
En esta misa, el Pontífice animó a poner la Escritura en el centro de nuestra vida personal y comunitaria. «La Palabra de Dios despliega la potencia del Espíritu Santo», afirmó. Es una fuerza que nos acerca a Dios y a los demás, añadió. «Dilata el corazón, hace cambiar de ruta, trastoca los hábitos, abre escenarios nuevos y desvela horizontes insospechados».
Aunque el mundo hoy está «repleto de palabras», dijo el Papa, sigue «sediento de esa Palabra que frecuentemente ignora«.
Después, el Pontífice puso varios ejemplos de santos transformados por la Palabra de Dios:
– san Antonio, «impresionado por un pasaje del Evangelio mientras estaba en misa, lo dejó todo por el Señor»;
– san Agustín, «su vida dio un vuelco cuando una palabra divina curó su corazón»;
– santa Teresita del Niño Jesús, «descubrió su vocación leyendo las cartas de san Pablo»;
– san Francisco de Asís, «después de haber rezado, leyó en el Evangelio que Jesús enviaba a los discípulos a predicar y exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica».
Dejarnos cambiar por la Palabra de Dios
El Pontífice advirtió que a veces «escuchamos la Palabra de Dios y nos entra por un oído y nos sale por el otro». «Abrumados por miles de palabras, no damos importancia a la Palabra de Dios, la oímos, pero no la escuchamos; la escuchamos, pero no la custodiamos; la custodiamos, pero no nos dejamos provocar por ella para cambiar». Y también «la leemos, pero no la hacemos oración».
En el Evangelio explica que los discípulos «dejaron las redes» y siguieron a Jesús. «Nos cuesta dejar nuestras seguridades, nuestros hábitos, porque permanecemos atrapados en ellos como los peces en la red. Pero quien está en contacto con la Palabra se libera de las ataduras del pasado», añadió el Papa.
Y planteó algunos retos a los cristianos: «¿Qué puesto reservo yo a la Palabra de Dios en el lugar donde vivo? Allí habrá libros, periódicos, televisores, teléfonos, pero ¿dónde está la Biblia? En mi cuarto, ¿tengo el Evangelio al alcance de la mano? ¿Lo leo cada día para orientarme en el camino de la vida?»
Como en otros años, animó a llevar el Evangelio «en el bolsillo, en el bolso, en el móvil. Por último, una pregunta final: «¿He leído entero al menos uno de los cuatro Evangelios? El Evangelio es un libro de vida, es sencillo y breve, y sin embargo tantos creyentes nunca han leído uno de principio a fin. La Escritura dice que Dios es “principio y autor de la belleza” dejémonos conquistar por la belleza que la Palabra de Dios trae a nuestra vida».
Misa del V Domingo de la Palabra de Dios en la Basílica de San Pedro:
Mensaje del Ángelus
Tras la misa, desde la ventana del Palacio Apostólico se asomó a saludar a peregrinos y fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Ante varios miles de fieles, comentó el Evangelio que anima a «convertirse en pescadores de hombres».
«Un cristiano que no es activo, que no es responsable en la labor de anunciar al Señor y que no es protagonista de su fe no es cristiano», enfatizó el Pontífice. Jesús implica a los hombres en su misión, aceptando «nuestras limitaciones». Jesús fue paciente con sus discípulos «que a menudo no comprendían sus palabras, no se llevaban bien entre ellos, durante mucho tiempo no lograron acoger aspectos esenciales de su predicación, como el servicio».
«En cada palabra y acción con la que nos unimos a Él, en la hermosa aventura de donar amor, se multiplican la luz y la alegría: no sólo a nuestro alrededor, sino también en nosotros», constató el Papa Francisco.
Así, anunciar el Evangelio «no es tiempo perdido: es ser más felices ayudando a los demás; es liberarse de sí mismo ayudando los demás a ser libres; ¡es hacerse mejores ayudando a los demás a ser mejores!»
«¿Me detengo de vez en cuando a recordar la alegría que creció en mí y alrededor de mí, cuándo acogí la llamada a conocer y a testimoniar a Jesús? Y cuándo rezo, ¿doy gracias al Señor por haberme llamado a hacer felices a los demás? Y finalmente: ¿deseo hacer gustar a alguien, con mi testimonio y mi alegría, hacer gustar lo hermoso que es amar a Jesús?» Finalizó pidiendo a la Virgen María «que nos ayude a gustar la alegría del Evangelio».
Empieza el Año de la Oración
Con la celebración hoy del Domingo de la Palabra, Francisco avisó que se inicia desde este domingo 21 de enero «el Año de la Oración», un año dedicado a «redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración», refiriéndose a la oración en la vida personal y de la Iglesia. Aseguró el Papa que ayudarán los textos que difuriá el Dicasterio para la Evangelización.
También animó a participar en la oración «por la unidad de los cristianos y no nos cansemos de invocar al Señor por la paz en Ucrania, en Israel y Palestina, y en tantas otras partes del mundo: son siempre los más débiles los que sufren la falta de ella. Pienso en los pequeños, en tantos niños heridos y asesinados, en los privados de afecto, privados de sueños y de futuro. ¡Sintamos la responsabilidad de rezar y construir la paz para ellos!”
También pidió orar por la paz en Ecuador y en Haití, donde han sido secuestradas 6 religiosas a plena luz del día por unos criminales.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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