El Papa Francisco ha difundido este viernes 20 de septiembre un peculiar documento dirigido a los cardenales de todo el mundo (y no sólo los que están en Roma) pidiéndoles apoyar las reformas económicas de la Curia romana y la Santa Sede, usar los recursos económicos «con rigor y seriedad para que no se dispersen los esfuerzos de quienes han contribuido al patrimonio de la Santa Sede» y «un mayor esfuerzo por parte de todos» para alcanzar un «déficit cero».
Desde la última reforma económica en la Santa Sede, dice el texto, se refuerza la «necesidad de que cada institución trabaje para encontrar recursos externos para su misión«.
Después, comenta que «las instituciones que registran superávit deberían ayudar a cubrir el déficit general«, poniendo el ejemplo de una familia, donde unos aportan más, otros menos, y otros aportan más bien gastos.
Se trata de un documento extraño a medida que se acerca la siguiente etapa del Sínodo de la Sinodalidad que reunirá a la mayoría de los cardenales en Roma, y se aproxima el Jubileo 2025 que implicará también gastos extraordinarios en un año jubilar que debería atraer multitud de peregrinos.
En ambos contextos, parece que el Papa pide a los cardenales y sus departamentos una austeridad y seriedad ejemplar.
El sueldo de los cardenales
La Santa Sede no difunde el «sueldo» que reciben los cardenales que trabajan en la Curia y viven en el Vaticano o en la ciudad de Roma, aunque un análisis de la agencia Reuters calculaba que eran salarios mensuales de entre 4.700 y 5.900 euros al mes.
En 2021, el Papa Francisco decretó una reducción de 10% del sueldo de los cardenales para recuperar las finanzas vaticanas que fueron golpeadas duramente por la pandemia de 2020. Otros clérigos de la Curia vieron reducidos sus salarios entre un 3% y 8%.
Además, a lo largo del Pontificado de Francisco se han reducido los donativos que llegaban directamente al Vaticano, especialmente los que llegaban de Estados Unidos, donde muchos católicos con dinero han decidido dedicar sus donaciones a otros canales de fe (por ejemplo, la caridad papal a través del óbolo de San Pedro ha ido disminuyendo sus ingresos).
Publicamos por su interés una traducción de la carta del Papa a los cardenales.
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Carta del Santo Padre
A los Venerados Hermanos del Colegio Cardenalicio
Queridos hermanos,
hace diez años comenzamos la reforma de la Curia Romana y, a través de la Constitución Apostólica Predicate Evangelium, se estableció la nueva organización de la Santa Sede, especificando sus principios rectores y su finalidad.
Ecclesia semper reformanda: este fue el espíritu que animó la reforma, para asegurar que la Curia Romana ayude al Sucesor de Pedro en el ejercicio de su supremo oficio pastoral para el bien y el servicio de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares.
Si esta actualización es un testimonio de vitalidad y gracia, conocemos la dedicación y las fatigas de mujeres y hombres comprometidos a adaptarse a este movimiento de renovación.
Es vuestro deber, hermanos cardenales, ayudar al Romano Pontífice en el gobierno de la Iglesia universal, acompañar a todos los que se han involucrado en este proceso de transformación.
A pesar de las dificultades y, en ocasiones, de esa tentación de inmovilidad y rigidez ante el cambio, muchos han sido los resultados alcanzados en los últimos años.
Gracias por la ayuda que habéis brindado y continuáis brindando.
Con esto en mente, quisiera abordar una vez más uno de los temas que más caracterizaron a las Congregaciones Generales antes del Cónclave: la reforma económica de la Santa Sede.
Los últimos años han demostrado que las peticiones de reforma solicitadas en el pasado por tantos representantes del Colegio Cardenalicio han sido previsoras y nos han permitido adquirir una mayor conciencia de que los recursos económicos al servicio de la misión son limitados y deben gestionarse con rigor y seriedad para que no se dispersen los esfuerzos de quienes han contribuido al patrimonio de la Santa Sede.
Por estas razones, ahora es necesario un mayor esfuerzo por parte de todos para que un «déficit cero» no sea solo un objetivo teórico, sino un objetivo realmente alcanzable.
La reforma sentó las bases para la implementación de políticas éticas que mejorarían el desempeño económico de los activos existentes.
A esto se une la necesidad de que cada institución trabaje para encontrar recursos externos para su misión, convirtiéndose en un ejemplo de gestión transparente y responsable al servicio de la Iglesia.
Por el lado de la reducción de costos, necesitamos dar un ejemplo concreto para que nuestro servicio se lleve a cabo con espíritu de esencialidad, evitando lo superfluo y seleccionando bien nuestras prioridades, favoreciendo la colaboración mutua y las sinergias.
Debemos ser conscientes de que hoy estamos ante decisiones estratégicas que hay que tomar con gran responsabilidad, porque estamos llamados a garantizar el futuro de la Misión.
Las instituciones de la Santa Sede tienen mucho que aprender de la solidaridad de las buenas familias. Así como en estas familias quienes gozan de una buena situación económica acuden en ayuda de los miembros más necesitados, las instituciones que registran superávit deberían ayudar a cubrir el déficit general.
Esto significa cuidar el bien de nuestra comunidad y actuar con generosidad, en el sentido evangélico de la palabra, como requisito indispensable para pedir generosidad incluso fuera.
Para concluir, les pido que acepten este mensaje con valentía, espíritu de servicio y apoyen con convicción, lealtad y generosidad las reformas en curso, contribuyendo proactivamente con sus conocimientos y experiencia al proceso de reforma.
Cada una de las instituciones de la Santa Sede forma con todas las demás un solo cuerpo: por lo tanto, la colaboración y cooperación auténticas hacia un solo objetivo, el bien de la Iglesia, es un requisito esencial de nuestro servicio.
Con este espíritu y esta conciencia os pido que acompañéis nuestro trabajo con fidelidad y confianza.
Dado en el Vaticano, 16 de septiembre de 2024
FRANCESCO
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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