El Papa Francisco pasa unos días de descanso pero no abandona algunas de sus obligaciones. Este viernes, el Vaticano ha publicado la carta que le escribe a Laurent Ulrich, arzobispo de París, con motivo de los Juegos Olímpicos que comenzarán el día 26 de julio.
«Me uno a las intenciones de la misa que va a celebrar, ya que próximamente serán los Juegos Olímpicos en su ciudad. Pido al Señor que colme de sus dones a todos los que participan de un modo u otro – ya sean deportistas o espectadores -, y que sostenga y bendiga a quienes los acogen, en particular a los fieles de París y de otros lugares», dice la carta.
Si siguen siendo ‘juegos’
«Sé que las comunidades cristianas se están preparando para abrir las puertas de sus iglesias, de sus escuelas y de sus hogares. Sobre todo, abran las puertas de su corazón, dando testimonio, con la gratuidad y la generosidad de su acogida a todos, de Cristo que los habita y que les comunica su alegría», añade el Papa.
Francisco, aprovecha para recordar a los más débiles. «No os olvidéis de las personas más vulnerables, en particular de aquellas que se encuentran en situaciones precarias, y que se les facilite el acceso a los Juegos. En términos más generales, espero que la organización de estos Juegos sea para todo el pueblo francés una oportunidad de armonía fraterna que permita, más allá de las diferencias y las oposiciones, fortalecer la unidad de la nación, comenta.
«El deporte es un lenguaje universal que trasciende fronteras, idiomas, razas, nacionalidades y religiones. Tiene capacidad de unir a los pueblos, de promover el diálogo y la acogida recíproca. Estimula la superación personal, entrena el espíritu de sacrificio, promueve la lealtad en las relaciones interpersonales y nos invita a reconocer nuestros propios límites y el valor de los demás. Los Juegos Olímpicos, si realmente siguen siendo ‘juegos’, pueden ser, por tanto, un lugar excepcional para el encuentro de las personas, incluso las más hostiles. Los cinco anillos entrelazados representan este espíritu de fraternidad que debe caracterizar la manifestación olímpica y la competición deportiva en general», añade el Papa.
«Es con este espíritu con el que la antigüedad estableció sabiamente una tregua durante los Juegos y que la era moderna intenta periódicamente retomar. En este período turbulento en el que la paz mundial está seriamente amenazada, espero fervientemente que todos estén dispuestos a respetar esta tregua con la esperanza de una resolución de los conflictos y un retorno a la armonía. ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros! Que Él ilumine las conciencias de quienes detentan el poder sobre las graves responsabilidades que les incumben, que conceda éxito a los pacificadores y que los bendiga, concluye el Papa.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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