San Esteban es conocido como el primer mártir de Cristo. Apenas unos años después del nacimiento de ese Niño (un día en la Liturgia) ya hay alguien dispuesto a dar la vida por El. Qué bueno que nada más celebrar la Navidad nos encontremos con la fiesta de un mártir; es como un antídoto ante toda esa verborrea navideña sobre sentimientos, emociones, ilusiones, ternura, magia, espíritu navideño…etc. Es verdad que todo eso forma parte de la Navidad, pero no podemos quitar la pieza fundamental, la clave, la piedra angular: Cristo. San Esteban dio la vida por Cristo, no por ningún sentimiento, ni emoción, ni por la ternura, la ilusión o la magia. Ahora está de moda hacer «asquitos» a la Navidad. Los políticos felicitan el solsticio de invierno, las «fiestas» o incluso, en un alarde máximo de estulticia o bobería, «el fin del otoño». Pues lo que ha dado sentido a nuestras vidas, lo que ha traído Luz a este mundo oscuro, lo que ha llenado de esperanza nuestros corazones, lo que ha cambiado la historia no ha sido ningún solsticio ni ningún fin o comienzo de estación. Lo que ha cambiado nuestra vida es el Nacimiento de ese Niño por el que sí merece la pena darla.
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